sábado, 16 de noviembre de 2024

Gonzalo Díaz-Letelier - La economía como cultura / Economy as Culture


LA ECONOMÍA COMO CULTURA. Lo que está en juego no es la mera cuestión culturalista de unas “identidades” o “cosmovisiones” amenazadas o distorsionadas por otras, sino una cuestión filosófica radical que afecta al “hombre moderno” en su relación ontológica al ser. Aquí la alienación tiene que ver precisamente con la “propia” cultura fetichizada como tal, y no con la “impropiedad” (a lo Heidegger, Uneigentlichkeit), pues la misma cultura, en su valorización fetichista, abastece con su singularidad a la maquinación total del capital (movilización total de la ley del valor, fetichización de la propia singularidad, conversión de la singularidad a la forma-mercancía). Al punto que la misma “espontaneidad” del sujeto, categoría curiosamente sobrevalorada cuando se trata de pensar la “creatividad” y la “autonomía”, se revelaría como marca propiamente ideológica –los comportamientos ideológicamente determinados se realizan sin ningún esfuerzo, de la manera más “natural”, lo que permite en el extremo la conjunción de la máxima candidez con la máxima violencia. Tal marca coincide con el punto en que se atraviesan “la cultura” y “la política”: el sentido de lo colectivo como dispositivo idólatra de organización técnica del mundo (culturas políticas del estalinismo, fascismo, nazismo, democracia liberal, gubernamentalidad cibernética, etc.). Quizás podríamos decir, en un registro al uso, que no se trata tanto de la “cultura” de los hombres/mujeres/disidencias sexuales, sus etnicidades, nacionalidades, sus subjetividades económicas o lo que sea en sentido subjetivo-identitarista, sino que a partir de allí (y no negando ni recusando esas singularidades y/o pertenencias) se trataría de la existencia como erótico y conflictivo estar-en-común, y de la esencial indecidibilidad de su queerness.[1]     

[1] David Griffiths, “Queer Theory for Lichens”, en UnderCurrents Journal of Critical Environmental Studies, Vol. 19 (2015), “From Queer/Nature to Queer Ecologies: Celebrating 20 Years of Scholarship and Creativity”, pp. 36-45. Agradezco a Jessica Maccaro y la comunidad indecidible del Salon por las discusiones sobre esta cuestión, pues la misma experiencia de la transdisciplinariedad e indisciplinariedad ha jugado en ese espacio como una suerte de “reforma agraria” del campo universitario, para trastornarlo en tierra de uso común mediante la erosión de los cercos disciplinarios entre les estudiantes doctorantes, postdoctorantes e investigadorxs de University of California Riverside que allí se encuentran –no para alcanzar una “lengua común” a partir de la multiplicidad de lenguas naturales y disciplinarias que convergen en tal espacio, por supuesto, sino para que salgan de sí alterándose mutuamente. Véase Jacques Lezra, «On the Nature of Marx’s Things. Translation as Necrophilology», Fordham University Press, New York, 2018. Véase también Einstürzende Neubauten, “Die Interimsliebenden” (álbum «Tabula rasa», Potomak Label, Berlin / Mute Records, London, 1993, https://www.youtube.com/watch?v=OhtIBdIeJWc); versión en inglés: “Interim Lovers” (https://www.youtube.com/watch?v=tEcWY2WlJuI).


ECONOMY AS CULTURE. What is at stake is not merely the culturalist question of certain “identities” or “worldviews” threatened or distorted by others, but a radical philosophical question that affects “modern human” in its ontological relationship to being. Here alienation has to do precisely with “own” fetishized culture as such, and not with “inauthenticity” (à la Heidegger, Uneigentlichkeit), since culture itself, in its fetishistic valorization, supplies with its singularity the total machination of capital (total mobilization of the law of value, fetishization of one's own singularity, conversion of singularity into the commodity-form). To the point that the very “spontaneity” of the subject, a curiously overrated category when it comes to thinking about “creativity” and “autonomy,” would reveal itself as a properly ideological mark – ideologically determined behaviors are carried out without any effort, in the most “natural” way, which allows, in the extreme, the conjunction of maximum candor with maximum violence. Such a mark coincides with the point where “culture” and “politics” intersect: the sense of the collective as an idolatrous dispositive for the technical organization of the world (political cultures of Stalinism, fascism, Nazism, liberal democracy, cybernetic governmentality, etc.). Perhaps we could say, in a conventional register, that it is not so much about the “culture” of men/women/sexual dissidents, their ethnicities, nationalities, their economic subjectivities or whatever in a subjective-identitarian sense, but that from there (and not denying or refusing those singularities and/or belongings) it would be about existence as an erotic and conflictive being-in-common, and the essential undecidability of its queerness.[1]

[1] David Griffiths, “Queer Theory for Lichens”, in UnderCurrents Journal of Critical Environmental Studies, Vol. 19 (2015), “From Queer/Nature to Queer Ecologies: Celebrating 20 Years of Scholarship and Creativity”, pp. 36-45. I am grateful to Jessica Maccaro and the undecidable community of the Salon for discussions on this question, for the very experience of transdisciplinarity and indisciplinarity has played out in that space as a kind of “land reform” of the university field, to turn it into common ground by eroding the disciplinary fences between the doctoral students, postdocs, and researchers at the University of California Riverside who meet there—not to reach a “common language” out of the multiplicity of natural and disciplinary languages ​​that converge in that space, of course, but so that they can emerge from themselves by altering each other. See Jacques Lezra, «On the Nature of Marx’s Things. Translation as Necrophilology», Fordham University Press, New York, 2018. See also Einstürzende Neubauten, “Die Interimsliebenden” (album «Tabula rasa», Potomak Label, Berlin / Mute Records, London, 1993, https://www.youtube.com/watch?v=OhtIBdIeJWc); English version: “Interim Lovers” (https://www.youtube.com/watch?v=tEcWY2WlJuI).


jueves, 7 de noviembre de 2024

Gonzalo Díaz-Letelier / Antropomorfosis del capital, guerra civil y supervivencia III (bilingual Spanish-English)

 


3.- EL DISPOSITIVO COMO ECONOMÍA. El cruce entre tecnicidad y lógica de la propiedad efectúa una economía. La autonomización de la técnica humana como maquinación total y consistente avanza en los textos de Cesarano la traída a escena de la cuestión de la función biopolítica del lenguaje (tecnicidad de la vida, formas de vida) como interfaz devenida sacrificial (“alienación lingüística”, thanatopolítica, necropolítica). En su traducción cristiano-moderna de la antropogénesis, el aspecto thanático o sacrificial de la técnica, como función de separación entre lo propio y lo impropio en el seno de lo humano (y no sólo como marca de su diferencia con animales de otras especies), estaría dado por su lógica de “dispositivo” (Gestell en el léxico de Heidegger, más tarde traducido como dispositif en Foucault y dispositivo en Agamben). En cuanto dispositivo antropológico de decisión de la diferencia entre lo propiamente humano (alma, psyché) y lo animal (lo alien subyugado y sacrificable), se trataría de una máquina que captura los horizontes de significación en una estructura de correlación intencional sujeto-objeto –la intencionalidad en una de sus derivas a partir de los textos aristotélicos, la de la “derecha aristotélica” según Ernst Bloch– cuyos polos modernos son, por una parte, el sujeto soberano (señorío, dominación) y, por otra, el horizonte objetivante del gobierno, un régimen de producción del orden de las palabras y las cosas, y de la traducción de eventos, objetos y sujetos –economías de la significación y de su traducción como “transición”. Cesarano: “El nexo de determinación mutua que siempre ha vinculado la producción de la máquina social o comunidad ficticia con la producción de la persona o ser ficticio está en funcionamiento hoy más que nunca”. No hay “máquina social” sin “personas ficticias”, y viceversa. La persona y la sociedad, el sujeto como máscara y los aparatos automatizados de gobernanza: la vieja y fea oikonomía (producción de subjetividad ad hoc), pero ahora en su traducción moderna, bajo régimen capitalista de producción como determinante del borde inherente a la forma de “lo humano”, de lo humano como propiedad privativa de determinados animales: el borde de “lo humano como tal”, o de “lo propiamente humano”, fundamento de los sucesivos modos de haber-propiedad que esa primera propiedad autoriza. Cesarano:

La economía política, transformada en cuerpo y alma en una psicología política, produce la personalidad como la Cosa que es Dicha, la representación acuñada del valor crediticio, la tarjeta de crédito que vuelve, en cada giro-ronda circulatoria del día-ciclo, aumentada por una ganancia de ausencia. Estar en el círculo: subsistir en la figura de sí mismo –entregarse a ella coedificándola–, ese producto colectivo que es la personalidad de la ausencia.

Cuando el dispositivo captura la vida en la ratio o funcionalidad de una economía (es decir, cuando se convierte en un sistema de la necesidad y crédito social que angosta todo deseo de “ser más allá de la necesidad”), y cuando se despliega como una economía totalitaria que antropomorfiza el comando mismo en el sentido de la “autonomía” humana, entonces ya no se tratará de liberar al Yo, sino de liberarse del Yo en cada caso, así como, por extensión, dado que ya no hay separación entre pueblo y capital, es el pueblo el que tendrá que liberarse de sí mismo (de la máquina del capital que se efectiviza en el dispositivo persona/sociedad que le permite su extractivismo de vida psíquica). Aquí las categorías de “autonomía” y “espontaneidad” quedan en entredicho. La carne imaginante de los animales, civilizatoriamente recluida en el “inconsciente”, en lo reprimido, hace crisis despabilando ante el apremio de la facticidad capitalista de la dominación y la amenaza de extinción. Lo hace entregándose a la pérdida de control, o a la desistencia respecto a su propio “conocimiento pragmático de la persistencia artificialmente prolongada de la alienación”, respondiendo con la indocilidad reflexiva de la “crítica radical” y la “locura”, gestos de sufrimiento, rebeldía y aventura que anuncian una “revolución biológica” que descarrila y desbarata, como se pueda, los proyectos teológicos y cibernéticos que devienen religiones de la muerte y privatizaciones idiosincráticas del mundo (fascismos).


Anthropomorphism of capital, civil war and survival III

THE DISPOSITIVE AS ECONOMY. The intersection between technicity and the logic of property effects an economy. The autonomization of human technique as a total and consistent machination advances in Cesarano’s texts the bringing into scene of the question regarding the biopolitical function of language (technicity of life, forms of life) as an interface that has become sacrificial (“linguistic alienation”, thanatopolitics, necropolitics). In its Christian-modern translation of anthropogenesis, the thanatic or sacrificial aspect of technique, as a function of separation between the proper and the improper within the human (and not only as a mark of its difference from animals of other species), would be given by its logic of “dispositive” (Gestell in Heidegger’s lexicon, later translated as dispositif in Foucault and dispositivo in Agamben). As an anthropological device for deciding the difference between what is properly human (soul, psyche) and what is animal (the subjugated and sacrificial alien), it would be a machine that captures the horizons of meaning in a structure of intentional subject-object correlation–intentionality in one of its derivations from Aristotelian texts, that of the “Aristotelian right” according to Ernst Bloch–whose modern poles are, on the one hand, the sovereign subject (lordship, domination) and, on the other, the objectifying horizon of government, a regime of production of the order of words and things, and of the translation of events, objects and subjects–economies of meaning and of their translation understood as “transition”. Cesarano: “The nexus of mutual determination that has always linked the production of the social machine or fictitious community with the production of the fictitious person (...) is at work today more than ever”. There is no “social machine” without “fictitious persons”, and vice versa. Person and society, the subject as mask and the automated apparatuses of governance: the old and ugly oikonomia (ad hoc production of subjectivity), but now in its modern translation, under a capitalist regime of production as a determinant of the edge inherent to the form of “the human,” of the human as the private property of certain animals: the edge of “the human as such,” or of “the properly human,” the foundation of the successive modes of having-property that this first property authorizes. Cesarano:

Political economy, body and soul turned into a political psychology, produces personality as the Thing that is Said, the minted representation of credit value, the credit card that returns, in each circulatory turn-round of the day-cycle, increased by a gain of absence. Being in the circle: subsisting in the figure of oneself – giving oneself to it by co-building it –, that collective product that is the personality of absence.

When the dispositive captures life in the ratio or functionality of an economy (that is, when it becomes a system of social need and credit that narrows all desire to “be beyond need/necessity”), and when it unfolds as a totalitarian economy that anthropomorphizes command itself in the sense of human “autonomy,” then it will no longer be a question of liberating the Self, but of liberating oneself from the Self in each case, just as, by extension, since there is no longer a separation between people and capital, it is the people who will have to liberate themselves from themselves (from the machine of capital that is realized in the person/society apparatus that allows its extractivism of psychic life). Here the categories of “autonomy” and “spontaneity” are called into question. The imaginative flesh of animals, civilizingly confined to the “unconscious,” to the repressed, goes into crisis, awakening before the urgency of the capitalist facticity of domination and the threat of extinction. It does so by surrendering to the loss of control, or by giving up on its own “pragmatic knowledge of the artificially prolonged persistence of alienation,” responding with the reflexive indocility of “radical criticism” and “crazyness,” gestures of suffering, rebellion, and adventure that announce a “biological revolution” that derails and disrupts, as best anybody can, the theological and cybernetic projects that become religions of death and idiosyncratic privatizations of the world (fascisms).

Giorgio Agamben / Exile and the Citizen


Giorgio Agamben

Exile and the Citizen

It is good to reflect on a phenomenon that is both familiar and unknown to us, but which, as it often happens in these cases, can provide us with useful indications for our life among other humans: exile. Historians of law continue to debate whether exileꟷin its original form, in Greece and Romeꟷshould be considered as the exercise of a right or as a penal situation. To the extent that it is presented, in the classical world, as the faculty granted to a citizen to escape a punishment (generally capital punishment) by fleeing, exile seems in fact irreducible to the two great categories into which the sphere of law can be divided from the point of view of subjective situations: rights and punishments. Thus, Cicero, who knew exile, was able to write: “Exilium non supplicium est, sed perfugium portumque supplicii” (“Exile is not a punishment, but a refuge and a way of escape from punishment”). Even when over time the State appropriates it and configures it as a punishment (in Rome this happens with the lex Tullia of 63 BC), exile remains de facto a means of escape for the citizen. Thus, Dante, when the Florentines instituted a process of banishment against him, did not appear in court and, preempting the judges, began his long life as an exile, refusing to return to his city even when offered the opportunity. Significantly, in this perspective, exile does not imply the loss of citizenship: the exiled effectively excludes himself from the community to which, however, he formally continues to belong. Exile is neither a right nor a punishment, but rather escape and refuge. If it were configured as a right, which in reality it is not, exile would be defined as a paradoxical right to place oneself outside the law. From this perspective, the exile enters a zone of indistinction with respect to the sovereign, who, by deciding on a state of exception, can suspend the law; he is, like the exile, both inside and outside the order.

Precisely to the extent that it presents itself as the faculty of a citizen to place himself outside the community of citizens and thus places himself in relation to the legal order on a kind of threshold, exile cannot fail to interest us today in a special way. For anyone with eyes to see, it is indeed evident that the States in which we live have entered into a situation of crisis and of progressive and unstoppable disintegration of all institutions. In these conditions, in which politics disappears and gives way to the economy and technology, it is inevitable that citizens become de facto exiles in their own country. It is this internal exile that must be reclaimed today, transforming it from a condition passively endured into a way of life chosen and actively pursued. Where citizens have lost even the memory of politics, only exiles in their own city will engage in politics. And only in this community of exiles, dispersed in the shapeless mass of citizens, can something like a new political experience become possible here and now.


Translation from Italian into English by Gonzalo Díaz-Letelier. Giorgio Agamben, "L’esule e il cittadino", in Quodlibet (https://www.quodlibet.it/), November 7, 2024:


A Spanish version is also available in Ficción de la Razón:

https://ficciondelarazon.org/2024/11/07/giorgio-agamben-el-exilio-y-el-ciudadano/?fbclid=IwY2xjawGZ8YlleHRuA2FlbQIxMQABHcdvCDh8Tnc9lt6Zmy5t5AHn2GOEbeXJBnspfkfuazcEru8o18v2RwK4lw_aem_IJeOrOZpTa_4gjJmtIyCmg



martes, 5 de noviembre de 2024

Gonzalo Díaz-Letelier / Antropomorfosis del capital, guerra civil y supervivencia II (bilingual Spanish-English)


2.- TÉCNICA Y DISPOSITIVO. La tecnicidad del animal humano ha devenido “históricamente” dispositivo, pero no puede ser reducida a ningún dispositivo. La de Cesarano no se trata, pues, de una tesis tecnofóbica, pero sí de una hipótesis atenta a las lógicas dispositivas de dominación técnica en curso. En cuanto modo de ponerse en juego el viviente ꟷy no sólo como algo ahí-delante a la mano, o no en cuanto meras objetivaciones de la tecnicidad en herramientas, máquinas y sistemas automatizados de gobernanzaꟷ, la tecnicidad del animal abre "imaginalmente" –en el caso de los animales con interfases predominantemente fotológicas, como la del mamífero humano– virtualidades, espaciamientos y temporalizaciones en el medio material de lo viviente, precisamente a partir de una carencia instintiva radical (en un sentido próximo al que entiende Samuel Butler: el “instinto” como estabilización del “hábito” hermenéutico, práctico y declarativo mediante la posición de un fundamento hermenéutico, por contraste con el desfondamiento ontológico del “pensamiento”, que se jugaría más bien en la interrupción y metamorfosis del hábito). De modo que la paradoja de esta suerte de trampa semiótica es que, autonomizándose el aparato protésico de las tecnologías y lenguas epocales, “sacralizándose”, extrañándose y separándose de los cuerpos vivientes rizomáticamente enmarañados e imaginantes, termina aislándoles y domesticándoles para productivizarles e, incluso, amenazándoles con la extinción ꟷcomo si fueran “enemigos externos” cuando osan descarrilar el gigantesco sistema de clichés intencionales que llamamos “mundo” o “cultura” al interior de una burbuja de “civilización” (en la que en cada caso nos subjetivamos en principio: facticidad hermenéutica). El dispositivo del capital contemporáneo sería tendencialmente totalitario, pues consiste en su antropomorfización, en la identificación entre pueblo y capital. La relación entre vida humana y capital ya no se jugará en relaciones marcadas por la heteronomía, como en el caso de la esclavitud o el trabajo asalariado, sino por la “autonomía” de la persona (introyección de la obediencia y funcionariato) como capital humano socialmente automatizado. Esta abstracción nihilizante, la alienación y aislamiento que sufre el viviente en la sociedad capitalista, según Cesarano daría cuenta del capitalismo como una lógica de “organización y planificación de la nada”, de funcionalización en el “impecable automatismo de las comunidades ficticias del nihilismo”.   


Anthropomorphism of capital, civil war and survival II

2.- TECHNIQUE AND DISPOSITIVE. The technicity of the human animal has historically become a dispositive, but it cannot be reduced to any dispositive. Cesarano's thesis is not, therefore, a technophobic one, but rather a hypothesis attentive to the dispositive logics of technical domination in progress. As a way of putting the living into play ꟷand not just as something there-in-front at hand, or not as mere objectifications of technicity in tools, machines and automated systems of governanceꟷ, the technicity of the animal "imaginatively" opens up – in the case of animals with predominantly photological interfaces, such as that of the human mammal – virtualities, spacings and temporalities in the material medium of the living, precisely from a radical instinctive lack (in a sense close to that understood by Samuel Butler: “instinct” as the stabilization of the hermeneutic, practical and declarative “habit” through the position of a hermeneutic foundation, in contrast to the ontological anarché of “thought,” which would rather be played out in the interruption and metamorphosis of habit). Thus, the paradox of this kind of semiotic trap is that, by autonomizing the prosthetic apparatus of epochal technologies and languages, by “sacralizing” itself, by estranging itself and separating itself from the rhizomatically entangled and imaginative living bodies, it ends up isolating and domesticating them in order to productivize them and, even, threatening them with extinction ꟷas if they were “external enemies” when they dare to derail the gigantic system of intentional clichés that we call “world” or “culture” within a bubble of “civilization” (in which in each case we subjectivize ourselves in principle: hermeneutic facticity). The dispositive of contemporary capital would be tendentially totalitarian, since it consists of its anthropomorphization, in the identification between people and capital. The relationship between human life and capital will no longer be played out in relationships marked by heteronomy, as is the case of slavery or wage labour, but by the “autonomy” of the person (introjection of obedience and funcionariat) as socially automated human capital. This nihilistic abstraction, the alienation and isolation that the living being suffers in capitalist society, according to Cesarano, would explain capitalism as a logic of “organization and planning of nothingness”, of functionalization in the “impeccable automatism of the fictitious communities of nihilism”.

Gonzalo Díaz-Letelier / Antropomorfosis del capital, guerra civil y supervivencia I (bilingual Spanish-English)


1.- ESPECIE, TÉCNICA Y ALIENACIÓN. En «Critica dell’utopia capitale»  de Giorgio Cesarano (1928-1975), libro compuesto de fragmentos escritos desde 1969 y publicado póstumamente en 1993, el poeta, escritor, traductor y activista anarquista, cercano a luddistas, situacionistas y comunistas obreros de la escena de Milán del “pensamiento radical italiano” de los años sesenta y setenta –participa y testifica de la revuelta de marzo a junio de 1968 en Milán (la “primavera milanesa”, el mayo del 68 italiano)–, ofrece una interesante hipótesis sobre la alienación contemporánea como antropomorfización del capital, siguiendo algunos vectores del pensamiento de Jacques Camatte.  Se trata de una suerte de hipótesis antropogenética que consta de tres enunciados básicos: 1) que el desarrollo de la “especie humana” ha sido la historia de la sumisión de la especie al trabajo y la producción de utensilios-prótesis que se hacen cargo cada vez más del cuerpo viviente, progresivamente reducido a la condición de apéndice alienado y subyugado; 2) que el desarrollo de la “psyché individual”, separada del cuerpo, como pensamiento que se piensa a sí mismo, deviene Ego colonizado por el capital, es decir, “persona” en su forma tendencial moderna, en cuanto dispositivo de introyección de la obediencia (autonomización funcional) e interiorización de la ley del valor en proceso (movilización total de la ley del valor, hoy diríamos “capital humano” e “identitarismos” ya sea universalistas o particularistas); y 3) que la producción del lenguaje, tecnificado como “conjunto de señales autonomizadas”, se acumula como trabajo muerto y termina por constituir un aparato-medio tecnificado de comunicación, de modo que los vivientes pierden la potencia común e inapropiable del lenguaje en la medida en que éste se apropia privativamente en un aparato intencional ꟷen el sentido de la “concepción burguesa de la lengua” apuntado por Walter Benjamin. De tal modo que, como corolario, la “cultura” o (in)coincidencia entre cuerpo y técnica, que abriría mundo en cuanto potencia de tecnicidad experimental del viviente, se convierte en una forma de alienación, en una coincidencia entre cuerpo y técnica que se quiere total.  La cultura como alienación consistiría así, por una parte, en un cierre operativo-funcional de los vivientes, y por otra, en una sacrificialidad de la expresividad y de la vida misma de aquellos que no se dejan reducir a la operatividad del comando ontológico del caso ꟷmodernamente el capital, como comando de la economía de la presencia y teleología trascendental en sentido historicista.


Anthropomorphism of capital, civil war and survival I

1.- SPECIES, TECHNIQUE AND ALIENATION. In “Critica dell’utopia capitale”, a book by Giorgio Cesarano (1928-1975) composed of fragments written since 1969 and published posthumously in 1993, the poet, writer, translator and anarchist activist, close to Luddites, Situationists and worker communists of the Milanese scene of “Italian radical thought” from the sixties and seventies – he participated in and testified the revolt of March to June 1968 in Milan (the “Milanese Spring”, the "Italian May of 68") – offers an interesting hypothesis on contemporary alienation as the anthropomorphization of capital, following some vectors of Jacques Camatte’s thought. This is a kind of anthropogenetic hypothesis consisting of three basic statements: 1) that the development of the “human species” has been the history of the submission of the species to work and the production of prosthetic tools that increasingly take over the living body, progressively reduced to the condition of an alienated and subjugated appendage; 2) that the development of the “individual psyche,” separated from the body, as a thought that thinks itself, becomes an Ego colonized by capital, that is, a “person” in its modern, tendential form, as a dispositive for the introjection of obedience (functional autonomization) and the internalization of the law of value in process (total mobilization of the law of value, today we would say “human capital” and “identitarianisms,” whether universalist or particularist); and 3) that the production of language, technified as a “set of autonomized signals,” accumulates as dead labor and ends up constituting a technified apparatus-medium of communication, such that the living lose the common and non-appropriable potentiality of language to the extent that it is privately appropriated in an intentional apparatus ꟷin the sense of the “bourgeois conception of language” pointed out by Walter Benjamin. In such a way that, as a corollary, the “culture” or (in)coincidence between body and technology, which would open up the world as a potentiality of experimental technicity of the living, becomes a form of alienation, a coincidence between body and technology that is intended to be total. Culture as alienation would thus consist, on the one hand, in an operational-functional closure of the living, and on the other, in a sacrifice of the expressiveness and life itself of those who do not allow themselves to be reduced to the operativity of the ontological command of the case ꟷmodernly capital, as command of the economy of presence and transcendental teleology in the historicist sense.


martes, 13 de agosto de 2024

Emmanuel Haddad / Gaza: “¿A partir de cuántos muertos pasamos de la indignación a la indiferencia?” (15 de julio de 2024, L’Orient-Le Jour, Beirut, El Líbano)

Traducción del francés al español por Baptistine Guevart de un artículo de Emmanuel Haddad publicado el 15 de julio de 2024 en el periódico francófono L’Orient-Le Jour de Beirut, El Líbano, bajo el título “À Gaza, la banalisation de l’horreur. Les atrocités perpétrées par Israël se suivent et se ressemblent dans l’enclave occupée, mais l’attention médiatique s’estompe. Nous sommes-nous habitués au pire?”:

Republicado el mismo día en París, Francia, por Courrier International, bajo el título “Gaza: À partir de combien de morts passe-t-on de l’indignation à l’indifférence?”:


Gaza: “¿A partir de cuántos muertos pasamos de la indignación a la indiferencia?”

Emmanuel Haddad

En Gaza, la banalización del horror. Las atrocidades perpetradas por Israel se suceden con intensidad en el enclave ocupado, pero la atención de los medios de comunicación está disminuyendo. ¿Nos hemos acostumbrado a lo peor?

“Son niñes, niñes de 7 a 12 años de edad, el mayor estaba en primer año en la universidad, eran todos civiles”, grita con desesperación Aya Al-Agha, una de les sobrevivientes de la masacre perpetrada por el ejército israelí que produjo noventa muertes y más de 300 herides el sábado 13 de julio en el campo de Al-Mawasi de Khan Younès, en el sur de la franja de Gaza, según el Ministerio de Salud del enclave ocupado. Casi un centenar más de asesinades. En Gaza, el conteo macabro no para de crecer ni un día, ni una hora. Unas horas después de este ataque que tuvo como objetivo militar una “zona humanitaria” supuestamente segura según los propios criterios del Estado israelí, otro ataque aéreo asesina veinte civiles en el campo de refugiados de Al-Shati, en el oeste de la ciudad de Gaza, según la Defensa Civil palestina. El balance de la ofensiva israelí en el enclave es ahora de 38.584 palestines asesinades y 88.881 herides, según las autoridades locales, mientras la revista médica británica The Lancet —medio de reconocida seriedad— evoca al menos 186.000 muertes tomando en cuenta las causas “indirectas” relacionadas al conflicto. Por lo tanto, en la medida en que el balance se agrava, la emoción de la opinión pública mundial parece agotarse.

¿A partir de cuántos muertos pasamos de la indignación a la indiferencia? Esta pregunta rancia y sórdida surge inevitablemente cuando, en la medida en que una guerra se instala prolongándose en el tiempo, los medios se convierten en contabilizadores de lo peor y la amplitud del desastre se vuelve tan grande que humanizar a cada víctima se torna un desafío. El Líbano, Irak, Siria y otros países en guerra en el Medioriente vivieron en carne propia la cita cínica del escritor alemán Kurt Tucholsky, a menudo atribuida erróneamente a Stalin, “La muerte de un ser humano es una catástrofe. Cien mil muertos, es una estadística”.

“Lamentablemente, en los países árabes, donde la guerra se coloca constantemente a nuestras puertas, nos habituamos muy rápido a un alto nivel de violencia. Mi primera experiencia de normalización de la violencia tuvo lugar tras la invasión americana (sic) a Irak, cuando el país estaba sumido en el caos, y donde cada día traía su cuota de atentados y muertes”, recuerda Hayat El-Hariri, investigadora libanesa de la relación entre medios y política.

“El crimen más odioso es que te habitúen a ello”

Más allá de Medioriente, los sufrimientos de les habitantes de Gaza no parecen tener el mismo eco en los medios internacionales, más de diez meses después del inicio de la ofensiva israelí lanzada en respuesta a la “operación Inundación de Al-Aqsa” de Hamas, el 7 de octubre de 2023, en la cual se dio muerte a 1.195 israelíes. “El crimen más odioso es acostumbrarse a todo esto y callarse”, escribe en X (ex-Twitter) el poeta palestino Mosab Abu Toha, el 4 de julio recién pasado. No es el único en deplorar que el horror en Gaza parezca haberse vuelto la nueva norma.

“Los Palestines de Gaza informan que anoche fue una de las peores desde el comienzo del genocidio. Vaya un recordatorio: que la cobertura mediática del genocidio haya disminuido en los grandes medios no significa que las cosas se hayan calmado”, escribe el 8 de julio en X la co-fundadora del centro de investigación palestino Al-Shabaka, Yara Hawari.

La caída del interés de los medios occidentales refleja, según ella, “el racismo estructural” que considera que “para Palestina y les palestines, la muerte y la destrucción son un estado normal de las cosas, inherente a nuestra parte del mundo”. La escritora y politóloga palestina cree que es necesario precisar que:

No hay nada normal en que les niñes deban recoger pedazos de sus padres después de un ataque aéreo, o que la gente sea hambreada a la fuerza y que asistamos a un genocidio en directo.

El martes 9 de julio, los ojos están clavados en la semifinal de la Eurocopa 2024 entre Francia y España. En ese mismo momento, palestines desplazados por los repetidos bombardeos patean la pelota en el patio de la escuela Al-Rawda, al este de Khan Younès. Un espectador filma la escena. Repentinamente, un misil israelí aterriza sobre la escuela y una enésima masacre aparece en las redes sociales de los espectadores del mundo entero.

“Las imágenes de niños pulverizados mientras jugaban fútbol están frente a nosotros, pero el mundo mira para otro lado”, reacciona Pierre Haski, uno de los pocos periodistas del Hexágono [Francia continental] que mencionó esta nueva masacre. ¿Pero hacia dónde miramos, y por qué?

Al igual de Yara Hawari, el político palestino Khalil Sayegh denuncia que “el racismo está impidiendo a los medios occidentales conmoverse con lo que pasa en Gaza de la misma manera que en Ucrania”. Y agrega, sobre la tendencia de los medios a saltar siempre de una crisis a otra : “El conflicto de Gaza fue cubierto durante unos meses, pero de ahora en adelante las elecciones en Francia, Reino Unido y Estados Unidos está desviando la atención”, dice.

Respecto de las redes sociales y el desencanto creciente entre las opiniones occidentales y los medios tradicionales, Hayat El-Hariri recuerda que, a pesar de la moderada cobertura mediática, las demostraciones de apoyo a Gaza más importantes ocurrieron en los países occidentales. Si éstas cesaron, sería en parte por una razón prosaica: “Las manifestaciones pro-palestinas que han sacudido las universidades del mundo entero tuvieron lugar durante el período de los exámenes de fin de año. Ahora son las vacaciones de verano e Israel saca provecho de ellas para actuar en medio de una indiferencia aumentada”, dice.

“La franja de Gaza ha devenido un cementerio”

A la inversa, en el mundo árabe, a excepción de las gigantescas manifestaciones en Jordania y en Yemen, la opinión se mostró más timorata. Khalil Sayegh admite que esperaba "tal vez más del mundo árabe, especialmente cuando las masacres ocurrieron durante el Ramadán”. ¿Pero es esta aparente indiferencia el reflejo de la opinión pública? Según él, ante tal nivel de horror “el mundo árabe se hubiera incendiado” antes de la “Primavera Árabe”. Pero “los nuevos regímenes nacidos de la represión de la Primavera Árabe ahogan toda libertad de expresión”, explica.

¿Otro factor que explique esta sensación de caída del interés actual de la opinión pública? La necesidad de preservarse a sí mismo del abatimiento. “Hay dos opciones: o seguir continuamente los horrores con el riesgo de derrumbarse, o dar a veces un paso atrás, pero trabajando todavía por la causa palestina”, resume Hayat El-Hariri. El agotamiento puede así resultar de la sensación de fracaso en la perspectiva de cambiar las cosas sobre el terreno. “Las masas del mundo entero están todavía al lado de Palestina”, reconoce Yara Hawari. Pero “ninguna presión ha forzado al régimen israelí al cese del fuego. Pienso entonces que la gente está frustrada con esta situación”.

No obstante, “hacer la vista gorda es un error", estima Hayat El-Hariri, para quien, aunque el cambio toma tiempo, “la resiliencia de les Palestines de Gaza merece más y mejor que nuestro abatimiento”. Para estos últimos, resignarse no es una opción. Habiéndose ido de la franja de Gaza después de seis meses filmando el horror, Yousef D. Hammash, cineasta nativo de Jabaliya [ciudad del norte de la franja de Gaza], continúa ahora sus esfuerzos desde Londres:

Tengo una responsabilidad como narrador de historias, porque todo reposa sobre nosotros, los periodistas palestines. La única herramienta de la que disponemos para defender nuestra causa es nuestra cámara.

En el último reportaje que produjo para Channel 4 [cadena de televisión británica] el 9 de julio, un hospital de la ciudad de Gaza vio llegar decenas de niñes herides o muertes después de un bombardeo israelí, en la ciudad de la cual el Estado israelí ordenó nuevamente la evacuación a los civiles el 10 de julio. Una mujer se acerca, con su niña muerta en brazos. “Esperé catorce años antes de lograr darle luz”, grita. “¿Dónde vamos a enterrarla?”, pregunta su hermano, antes de reiterar: “Toda la franja de Gaza se ha vuelto un cementerio”.

El anterior es un testimonio que interrumpe la deshumanización de las víctimas de Gaza, dado que tal deshumanización también está ligada al hecho de que las masacres se llevan a cabo cada vez más a puerta mediática cerrada. Pues, además de la cobertura en descenso de los medios occidentales, empujada también por la prohibición de penetrar en el enclave en ausencia del ejército israelí, los ataques reiterados contra periodistas palestines amenazan con transformar a Gaza en un hoyo negro de la información. El 6 de julio, cinco periodistas murieron en veinticuatro horas, elevando a 158 el número de periodistas de Gaza asesinados desde el 7 de octubre de 2023, según la oficina de los medios del gobierno local, mientras el Comité para la Protección de los Periodistas deplora la muerte de 108 periodistas palestines.

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 Traducción del francés al español por Baptistine Guevart. Revisada por Gonzalo Díaz-Letelier. 


sábado, 20 de julio de 2024

Gonzalo Díaz-Letelier & María Emilia Tijoux / Palestine, démocratie humaniste et génocide

 


PALESTINE, DÉMOCRATIE HUMANISTE ET GÉNOCIDE 

Gonzalo Díaz-Letelier & María Emilia Tijoux

 

Nos journées sont saturées de silence et de bruit. Le bruit terrifiant et épuisant des machines de guerre d’extermination, et leur sillage d’agitation dans les médias et les discours politiques dans les forums internationaux, le flot de propagande. En parallèle, la censure prolifère de multiples manières. Non seulement comme acte de réduction au silence, mais aussi comme silence actif. Nous ne parlons pas du silence sensible où il n’y a pas de mots pour exprimer l’horreur, mais plutôt du silence, de ce mutisme bruyant – quand il y a quelque chose à dire et que, pour une raison quelconque, cela n’est pas dit. Parce qu’il existe de multiples façons de taire. L’une d’entre elles est de garder le silence. Cela peut consister à retenir la parole pour ne pas être désigné comme un autre ennemi. Une autre peut être de rester dans le discours moralisateur qui fait appel au dispositif de la condamnation pour clore la question, soit dans l’équivalence de toute violence, soit, à partir des jugements secrets dont elle est condamnée : la pensabilité politique de la question est fermé sur la base d’un soutien de principe à, une dénégation de, ou un silence cryptique sur le génocide.[1]   

              Dans les années les plus grises et les plus dures de la dictature civilo-militaire au Chili, l’attention des médias s’est portée sur les programmes diffusés par les chaînes de télévision publiques et catholiques : le Festival de la Una ou le Japenning con Ja étaient regardés dans les foyers, comme si, dans le pays, la dictature organisant des disparitions et des tortures pendant la nuit, dans les rues des villes et quartiers (poblaciones), n’existait pas.[2] Aujourd’hui, le génocide en Palestine apparaît spectacularisé à travers une interface médiatique augmentée (avec la propagande « occidentale » prédominante dans les médias officiels et les atrocités circulant sur les réseaux sociaux et à la périphérie d’Internet) et, malgré cela, il résonne comme un son sourd après Netflix, comme si de rien n’était. Désensibilisation due à la profusion et à la saturation d’images atroces ? Peut-être, à un certain niveau. Mais il semble que la désensibilisation repose plus profondément sur une naturalisation des atrocités commises en Palestine, étant donné que la dynamique a été la normalisation d’un génocide qui n’est pas nouveau et qui dure depuis plusieurs décennies. Si quelqu’un n’en a pas entendu parler, c’est précisément l’effet d’une telle naturalisation.

              Un autre de ces silences assourdissants est celui d’une grande partie de l’intelligentsia des sciences sociales et humaines. La « peur » de parler publiquement ou d’écrire sur le génocide enveloppe un silence qui peut être non seulement le résultat d’une prudence scientifique à l’égard de l’objet, ou qui peut être non seulement le reflet du positionnement craintif des intellectuels dans un champ où la « critique » est piégée dans la machinerie d’une science sociale managériale vidée de tout conatus critique. Ce n’est peut-être pas un silence prudent ou craintif, ce n’est peut-être pas un silence pour éviter la précipitation d’un jugement insuffisamment informé ou d’une action téméraire, mais un silence plein de jugements silencieux, voire inaperçus. Au premier niveau, il peut s’agir d’une suradaptation typique de la bureaucratie de l’enseignement universitaire, d’« habitudes mentales » qui poussent l’intellectuel à éluder les questions et les positions difficiles, comme le décrivait Edward Said il y a quelques années :

Vous ne voulez pas paraître trop politique ; vous avez peur de paraître controversé ; vous souhaitez conserver une réputation d’équilibre, d’objectivité et de modération ; votre espoir est d’être sollicité ou consulté à nouveau, de faire partie d’un conseil d’administration ou d'un comité prestigieux et ainsi de rester dans le mainstream le plus responsable ; un jour, vous espérez obtenir un diplôme honorifique, un grand prix, peut-être même une ambassade. Pour un intellectuel, ces habitudes mentales sont corruptrices par excellence. S’il y a quelque chose qui peut dénaturer, neutraliser et finalement tuer une vie intellectuelle passionnée, c’est bien l’intériorisation de telles habitudes. Je les ai personnellement rencontrés sur l’une des questions contemporaines les plus difficiles, la Palestine, où la peur de parler ouvertement de l’une des plus grandes injustices de l’histoire moderne en a paralysé, aveuglé ou bâillonné plus d’un.[3]

De telles « habitudes d’esprit » seraient liées au fait de prendre soin de sa propre carrière universitaire, face aux « abus et à la diffamation que tout défenseur assumé des droits et de l’autodétermination des Palestiniens s’attire », comme le décrit Said. Ce qui est en jeu ici, c’est la question que Michel Foucault a pointée en se référant à la parrhesía,[4] terme grec qui désigne le courage de « tout dire », de « parler sans réserve » des choses devant les autres et devant les puissants (devant qui que ce soit, sans se taire, avec franchise et sans crainte). Mais cela ne veut pas dire que la chose soit aussi simple que de parler sans crainte ou de se taire par peur. Quel est l’enjeu, par exemple, quand les intellectuels restent silencieux sur la Palestine dans un « champ » où l’on parle tant de discours « critiques » sur la colonisation et la décolonisation (des corps, de la pensée, des méthodologies, etc.) et où les publications sur l’injustice, la souffrance ou la pauvreté sont si nombreuses ? Se pourrait-il qu’ils le fassent uniquement pour ne pas mettre en péril leur position dans le champ universitaire ? Les termes liés à la « décolonialité » prévalent et circulent comme monnaie d’échange sur les campus universitaires (des programmes de cours aux conversations et positions quotidiennes), sauf, bien sûr, lorsqu’il s’agit de la Palestine. La catégorie, donc, brille par son absence. Que quelque chose brille par son absence signifie que son absence annonce quelque chose. Qu’est-ce que l’absence – le silence – symptomatise ou révèle dans ce cas ?

Élisabeth de Fontenay[5] attire l’attention sur deux termes qui, au XXe siècle, étaient utilisés pour désigner des situations de violence sacrificielle : « hécatombe » (sacrifice d’une centaine de bovins) pour désigner la Première Guerre mondiale, et « holocauste » (sacrifice d’animaux par crémation, sans laisser de traces) pour désigner les victimes du génocide du Troisième Reich. Dans l’utilisation de ces termes, on observe un déplacement de leur sens des animaux vers les humains : puisque les boucs émissaires sont des humains, le déplacement fait allusion à une « animalisation » de l’humanité, ou à une « déshumanisation », une réduction de l’humain à la « vie nue » (homo sacer). Il est donc considéré comme « naturel » que certains membres de la communauté des êtres vivants doivent être sacrifiés au nom de la « spiritualisation » de l’humanité en tant que telle. Au nom de quel esprit est-il perçu que les Palestiniens « meurent » (en tant qu’animaux : langage naturel) et que les Israéliens sont « assassinés » (en tant que personnes : catégorie théologique-juridique) ? Pour que le génocide soit naturalisé, les Gazaouis doivent être animalisés – depuis la particulière différence humain-animal déterminée en Occident sur une certaine conception maximisée du langage humain (logos, raison, esprit, technique, histoire, liberté, etc.) par contraste avec la « nature ». Nous voilà donc face à une question qui se révèle aujourd’hui avec la plus grande clarté : le racisme moderne est l’envers de l’humanisme. Si la civilisation occidentale monopolise la norme anthropologique (définition inclusive/exclusive de l’humain), alors son revers négatif est l’animalisation des peuples non occidentaux. Omnis determinatio est negatio (Spinoza, Hegel, Marx). Sionisme, Lebensraum, « destin manifeste » : si la démocratie humaniste – aujourd'hui, la démocratie (néo)libérale est considérée comme le Lebensraum – monopolise la production du monde de la vie (cosmogenèse, anthropogenèse), alors son revers négatif ou sacrificiel est la nécropolitique et le génocide (production du monde de la vie comme œuvre de mort – work of death).

L’esprit – « au nom duquel » les animaux sont sacrifiés – semble se constituer modernement dans l’équivalence entre signification et valeur : l’axe euro-nord-américain centré sur l’Atlantique – aujourd’hui au centre d’un turbulent et difficile réarrangement intra-impérial du capital mondial, avec d’autres acteurs significatifs –, comme une « démocratie occidentale » (néo)libérale, militarisée et spectacularisée, promouvant et défendant ses valeurs sociopolitiques (souveraineté exceptionnaliste et gouvernement économique), ses valeurs esthétiques (plus ou moins sublimées entre le phénotypique et le culturel, entre le suprémacisme de la blancheur et l’axiomatique de la blanchité), le christianisme (plus ou moins sublimé entre l’éthos culturel et l’éthos coupable), la rationalité technoscientifique et la liberté d’entreprise capitaliste.[6] Tels seraient quelques-uns des traits les plus généraux du consensus au sein duquel évolue l’imaginaire et la gouvernementalité de la démocratie occidentale, la constitution de sa constitution. Tout cela est bien entendu présenté comme une lutte pour l’hégémonie mondiale des valeurs. Dans la préface de 2003 de son livre de 1978, Said écrivait :

Même avec tous ses terribles échecs et son déplorable dictateur (qui a été en partie créé par la politique américaine il y a vingt ans), si l’Irak avait été le plus grand exportateur mondial de bananes ou d’oranges, il n'y aurait sûrement pas eu de guerre, pas d’hystérie autour des armes de destruction massive mystérieusement disparu, ni le transport d’une armée, d’une marine et d’une force aérienne massives à 7 000 milles pour détruire un pays à peine connu même des Américains instruits, tout cela au nom de la « liberté ». Sans le sentiment bien organisé que ces gens là-bas ne sont pas comme « nous » et n’apprécient pas « nos » valeurs – le noyau même du dogme orientaliste traditionnel tel que je décris sa création et sa circulation dans ce livre – il n’y aurait pas eu de guerre. Ainsi, de la même manière que les savants professionnels payés et enrôlés par les conquérants hollandais de la Malaisie et de l’Indonésie ; par les armées britanniques de l’Inde, de la Mésopotamie, de l’Égypte et de l’Afrique de l’Ouest ; et par les armées françaises d’Indochine et d’Afrique du Nord ; les conseillers américains du Pentagone et de la Maison Blanche l’ont également fait, utilisant les mêmes clichés, les mêmes stéréotypes dégradants, les mêmes justifications du pouvoir et de la violence (après tout, dit le chœur, le pouvoir est le seul langage que ces gens comprennent). Ils ont maintenant été rejoints en Irak par toute une armée d’entrepreneurs privés et d’hommes d’affaires enthousiastes à qui on confiera tout, depuis la rédaction des manuels scolaires jusqu’à la constitution ou la refonte et la privatisation de la vie politique irakienne et de son industrie pétrolière. Chaque empire a déclaré dans son discours officiel qu’il n’était pas comme les autres, que sa situation était particulière, qu’il avait pour mission d’illustrer, de civiliser, de ramener l’ordre et la démocratie, et qu’il n’utilisait la force qu’en dernier recours. Et, plus triste encore, il y a toujours un chœur d’intellectuels prêts à prononcer des paroles tranquillisantes sur les empires bienveillants ou altruistes, comme s’il ne fallait pas se fier à l’évidence de nos propres yeux qui observent la destruction, la misère et la mort causées par la dernière mission civilisatrice.[7]

Concernant la matérialité du massacre – des Gazaouis en premier lieu, en raison de la déshumanisation discursive dont sont victimes les Palestiniens et de la pratique génocidaire ici en cause, mais aussi des Israéliens et des étrangers, et des animaux non humains, puisqu’ils font tous partie de la même toile de bataille – arrêtons-nous un instant sur une phrase de Said relative à la négation du génocide : « comme s’il ne fallait pas se fier à l’évidence de nos propres yeux qui observent la destruction, la misère et la mort ». Le déni repose sur un régime de visibilité et de dicibilité. Concernant la matérialité de l’extermination, on pourrait dire qu’elle n’a pas été « proportionnée » à l’attaque du Hamas du 7 octobre 2023, mais elle a été consistante par rapport à la disproportion de l’extermination que le gouvernement sioniste israélien a systématiquement et régulièrement menée en Palestine depuis plusieurs décennies – basée sur le nettoyage ethnique,[8] la répression des révoltes et les « représailles » aux attaques de la résistance armée à l’occupation. Il y a quelques jours, Claudio Aguayo, a propos de ce dernier et autour d’une observation politique faite par Lev Trotski, à savoir que dans la guerre les méthodes sont symétriques, mais les parties belligérantes ne le sont pas nécessairement – c'est-à-dire que toutes les méthodes sont symétriquement atroces, mais les relations de pouvoir peuvent être qualitativement asymétriques, relations d’oppresseur-opprimé – Aguayo a formulé la remarque suivante : Dans la guerre il n’y a pas de gentils avec de mauvaises méthodes et de méchants avec de mauvaises méthodes, car ce manichéisme ne sert qu’à sauver les oppresseurs lorsqu’ils sont soudainement frappés et que qu’en outre, il ignore le fait que la pitié du monde pour les corps israéliens et le silence sur les corps palestiniens équivaut inconsciemment à dire que les corps blancs doivent nous produire deux fois plus d’affliction.

En ce qui concerne la consistance et la systématicité du génocide, dans cette conjoncture la question problématique de « l’intention » ou non du génocide de la part du commandement politico-militaire semble clair : il ne s’agit pas d’une simple assignation d’intention (au sens paranoïaque du droit sécuritaire ou de délire conspirateur), mais de sa déclaration explicite dans une clé théologique-nécropolitique : la scène de Benjamin “Bibi” Netanyahu revisitant la rhétorique d’Amalek pour justifier bibliquement l’opération militaire et le sacrifice des ennemis de son dieu et de son peuple.[9] Mais malgré tous les faits et déclarations du génocidaire lui-même, certaines expressions de négationnisme prolifèrent encore dans le débat universitaire, à part le silence — comme on peut le voir, par exemple, dans la discussion en France entre Didier Fassin (qui a utilisé le concept de « génocide » pour faire référence à la campagne israélienne) et Eva Illouz (qui a suggéré qu’il serait préférable de parler de « crimes de guerre », puisque génocide impliquerait « l’intention d’exterminer », ce qui, selon elle, ne s’est pas produit dans ce cas).[10] Jürgen Habermas – homme de premier plan de la « théorie critique », de la « sphère publique » et de « l’unité » européenne – affirme pour sa part, dans une lettre signée avec d’autres intellectuels allemands,[11] que la situation actuelle a été « créée » (geschaffen, created, creada) par « l’extrême atrocité du Hamas et de la réponse d’Israël en conséquence » (comme si les Palestiniens n’avaient pas subi plus de soixante-dix ans de nettoyage ethnique et de déplacements forcés, d’occupation de territoires, de configuration de camps de concentration, de blocus économique, de siège par terre et mer, de massacres réguliers et de répression quotidienne en état d’exception) ; ils soutiennent en outre que « les critères de jugement (Maßstäbe der Beurteilung, standards of judgement, criterios de juicio) échouent complètement lorsque des intentions génocidaires sont attribuées aux actions d’Israël ». Habermas et les autres signataires se montrent « solidaires d’Israël et des Juifs d’Allemagne », préoccupés par « l’antisémitisme » déclenché par les actions d’Israël (comme si le génocide palestinien n’était pas un antisémitisme)[12] et par la menace qui pèse sur les valeurs occidentales de démocratie et des droits de l’Homme ; mais pas un mot sur le massacre de Palestiniens. Tout au plus soulignent-ils que « la manière dont s’exercent ces représailles, en principe justifiées, fait l’objet d’un débat controversé », mais, au lieu de remettre en question telle « manière », ils se mettent à réciter – comme s’ils s’accomplissaient – ​​les « principes de proportionnalité, de prévention des pertes civiles et de conduite d’une guerre avec des perspectives de paix future » (même si on laisse de côté la logique police-civilisationnelle de « pacification » en jeu ici, il est naïf de penser que l’actuel massacre laissera « la paix » comme solde pour les décennies à venir). Dans cette rhétorique, le déplacement vers des questions formelles de principe est précisément ce qui rend invisible la souffrance historique et l’extermination des corps palestiniens (logique de disparition, machine à effacer). Comme cela se produit dans l’esthétique fasciste qui, à partir de sa (ré)invention du corps (sujets, corps sociaux), regorge de formes et de symboles, tout en effaçant le sacrifice de la chair.

En ce sens, nous assistons à la conversion de la « sphère publique » en un espace de propagande dans un contexte de guerre permanente : le libéralisme devient néofascisme – dans sa figure de fascisme néolibéral – et « l’agir communicationnel» coïncide avec la propagande de la « démocratie » comme dispositif représentationnel occupé par la machine de guerre néolibérale – qui s’affirme comme « l’Occident » et a l’un de ses fers de lance dans le projet raciste et théologique-nécropolitique de l’État sioniste d’Israël.[13] Dans ce sens également, par rapport à l’apparente perplexité produite en l’attitude de la « communauté internationale » face à ce qui se passe à Gaza – silence actif, négligence diligente –,[14] rappelons, entre autres épisodes, Rwanda 1994 et Srebrenica 1995. Et le racisme et le fascisme ne sont pas des choses qui arrive à « l’Occident démocratique et libéral » comme de simples accidents historiques, mais plutôt inhérents à la logique dans laquelle une entité géopolitique et culturelle s’affirme comme telle : le racisme et le fascisme sont impliqués dans leur propre logique humaniste et civilisationnelle, puisque le racisme comme revers sacrificiel de l’humanisme, et la fermeture policière du monde qu’est le fascisme, sont inhérents à la téléologie du progrès civilisationnel (la « démocratie occidentale » et la « démocratie pour les juifs », sur différentes échelles, se co-appartiennent en tant que logiques d’inclusion/exclusion et de vocation hégémonique).[15]

Le scénario est donc inquiétant. Une partie décisive de la communauté internationale soutient « en principe » clairement et abondamment le génocide, que ce soit par action ou par omission. Ceux qui sont bienpensants et humanistes envoient des quantités discrètes de caisses « d’aide humanitaire » et d’argent à la Palestine et prônent la paix dans les forums politiques internationaux, en même temps qu’ils ne cessent d’approvisionner la machine de guerre d’extermination en maintenant la validité ou en promouvant d’énormes contrats technologiques-militaires avec Israël – l’humanisme fournit la catastrophe, et les humanistes se limitent à faire le contrôles des dommages accompagnés d’aide humanitaire, sans remettre en question leur propre imagination et leur écologie politique. Les contrats technologiques-militaires ne sont pas suspendus « pour des raisons de sécurité », affirme-t-on. Mais aujourd’hui plus que jamais, il est évident que nous vivons dans un monde où plus la « sécurité » est grande, plus la terreur est grande. Nous devons donc témoigner d’un des génocides les plus terrifiants de l’histoire, soutenu par « l’Occident de la démocratie et de la liberté » – une fois que le dispositif de représentation de la démocratie hégémonique a été occupé par la machine de guerre néolibérale (qui était autrefois l’extrême droite, et occupe maintenant le « centre » politique, dans le langage des « batailles culturelles »).

L’armée israélienne intensifie les bombardements, les chars sont entrés dans Gaza et il y a une coupure totale d’Internet et de communication. Le monde est témoin d’un génocide colonial – qui s’intensifie aujourd’hui, mais qui n’a cessé de se produire depuis des décennies – absolument naturalisé. La soi-disant « communauté internationale » (c’est-à-dire l’oligarchie internationale occidentale dirigée par la machine gouvernementale « américaine ») non seulement est témoin, mais soutient l’État d’Israël dans son carnage. L’Europe, réduite à un parc à thème, à la traîne de tout et en train de s’autodétruire, ne fait que tomber et tomber encore. Ainsi, le XXIe siècle commence à connaître les profondeurs de son ignominie. « Liberté », « démocratie », « civilisation », tous les concepts modernes qui soutiennent l’imaginaire politique « occidental » ne sont aujourd’hui plus que des coquilles catégorielles qui brûlent sur la barricade de l’histoire – de cette temporalité dont la figure est le « progrès » (l’avance de l’évangélisation sur le paganisme, l'avance de la civilisation sur la barbarie, l'avance de la démocratie néolibérale sur la tyrannie et le sous-développement) se révèle aujourd’hui comme un dispositif de hiérarchisation sacrificielle de la vie, comme dévastation inconditionnée, comme la nakba.

Santiago du Chili / Californie, États-Unis, 29 novembre 2023.

 

 

* Initialement publié en espagnol : « Palestina, democracia humanista y genocidio », dans El Ciudadano (2 décembre 2023) et dans Machina et Subversio Machinae (10 décembre 2023). Republié en anglais : « Palestine, humanist democracy and genocide » (27 mars 2024). María Emilia Tijoux est docteure en sociologie de l’Université de Paris et professeur au Département de Sociologie de l’Université du Chili. Gonzalo Díaz-Letelier est ©docteur en langue et littérature hispaniques et instructeur associé au Département d’Espagnol de l’Université de Californie Riverside. Traduction de l’espagnol vers le français par Gonzalo Díaz-Letelier ; révisée par Baptistine Guevart.

En espagnol :

https://www.elciudadano.com/columnas/palestina-democracia-humanista-y-genocidio/12/02/

https://contemporaneafilosofia.blogspot.com/2023/12/gonzalo-diaz-letelier-maria-emilia.html

En anglais :

https://contemporaneafilosofia.blogspot.com/2024/03/gonzalo-diaz-letelier-maria-emilia.html

 


[1] En tenant compte du fait qu’une des violences symboliques en jeu est la réduction de la Nakba palestinienne à des chiffres décharnés, nous ne pouvons manquer de les enregistrer. Le 24 novembre (49 jours après le début de l’invasion israélienne), selon Euro-Med Human Rights Monitor, le bilan s’élève à 20 031 assassinés (16 460 civils : 8 176 enfants, 4 112 femmes), 36 350 blessés, 1 730 000 déplacés et un vaste rasement d’infrastructures urbaines, destruction d’installations industrielles, attaques contre des hôpitaux, des écoles et des médias.

[2] Pablo Larraín (dir.), « Tony Manero », Fábula Prodigital Producciones, Chile, 2008.

[3] Edward Said, « Representations of the Intellectual. The 1993 Reith Lectures », Vintage Books, New York, 1996, p. 100-101.

[4] Foucault thématise la question de la parrhesía au cours des années 1981-1982, « « L’herméneutique du sujet » (1981-1983), comme une question éthique liée aux pratiques de direction de la conscience et aux techniques de soin de soi ; plus tard, il l’a abordé comme une question politique liée à la naissance de la démocratie, dans les deux derniers cours du Collège de France, « Le gouvernement de soi et des autres » (1982-1983) et « Le courage de la vérité » (1984), ainsi que lors d’un séminaire qu’il a donné à Berkeley, publié sous le titre « Discurso y verdad » (1983).

[5] Élisabeth de Fontenay, « Le silence des bêtes. La philosophie à l’épreuve de l’animalité », Fayard, Paris, 1998, p. 209.

[6] Claudio Aguayo, « El odio a los palestinos: Slavoj Zizek, el orientalismo y la masacre », dans Ficción de la Razón, 3 novembre 2023 (https://ficciondelarazon.org/2023/11/03/claudio-aguayo-borquez-el-odio-a-los-palestinos-slavoj-zizek-el-orientalismo-y-la-masacre/)

[7]  Edward Said, « Orientalism », Penguin Modern Classics, London / New York, 2003, p. xv-xvi.

[8] Cfr. Ilan Pappé, « La limpieza étnica de Palestina », traduction de l’anglais vers l’espagnol par Luis Noriega, Editorial Crítica, Barcelona, 12008.

[9] Dans la nuit du 28 octobre, après trois semaines de campagne contre Gaza, le Premier ministre du régime israélien, Benjamin Netanyahu, a tenté sans pudeur de justifier l’horreur en qualifiant le Mouvement de Résistance Islamique Palestinien (HAMAS) de répétition d’Amalek, la tribu biblique que, selon les livres saints, Dieu ordonna d’anéantir. Les versets cités par Netanyahu (du Deutéronome et de Samuel, livres de la Torah juive et de l’Ancien Testament chrétien) sont parmi les plus violents et ont une longue histoire d’instrumentalisation par les sionistes pour justifier le massacre des Palestiniens. Cf. Deutéronome, 25, 17 : « Tu dois te souvenir de ce qu’Amalek t’a fait (…), nous devons nous souvenir » ; « Tu effaceras de dessous le ciel la mémoire d’Amalek. Tu n’oublieras pas »; et Samuel 15 :13, un passage dans lequel Dieu ordonne au roi Saül de tuer tous les habitants d’Amalek, une nation rivale des anciens Juifs, et de détruire complètement tout ce qui leur appartient : « Maintenant, va attaquer Amalek et détruis complètement tout ce qu’ils possèdent, et ne leur pardonnez pas. Mais tuez l’homme et la femme, l’enfant et le nourrisson, le bœuf et le mouton, le chameau et l’âne ».

[10] Voir Didier Fassin, « Le spectre d’un génocide à Gaza », dans le site électronique AOC, 1 novembre 2023 (https://aoc.media/opinion/2023/10/31/le-spectre-dun-genocide-a-gaza/); et Eva Illouz, « Genocide in Gaza? Eva Illouz replies to Didier Fassin », dans le site électronique K., 16 novembre 2023 (https://k-larevue.com/en/genocide-in-gaza-eva-illouz-replies-to-didier-fassin/).  

[11] Nicole Deitelhoff, Rainer Forst, Klaus Günther & Jürgen Habermas, « Grundsätze der Solidarität. Eine Stellungnahme », dans Research Center “Normative Orders” at the Goethe University Frankfurt, 13 novembre 2023 (https://www.normativeorders.net/2023/grundsatze-der-solidaritat/).

[12] Mauricio Amar, « El antisemitismo de Israel », dans Revista Disenso, Santiago de Chile, 31 octobre 2023 (https://revistadisenso.com/el-antisemitismo-de-israel/).

[13] León Rozitchner, « ’Plomo fundido’ sobre la conciencia judía », dans Página 12, 4 janvier 2009 (https://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/subnotas/117692-37474-2009-01-04.html).

[14] Même si, fréquemment, à côté de ce silence actif ou de cette inaction active, il y a aussi un dédoublement dans le comportement des « dirigeants » des pays inscrits dans une telle « communauté internationale » : ils affichent une performance déclarative humaniste et bien-pensante qui condamne le bombardement indiscriminé de civils par partie de l’armée israélienne (ou qui encourt l’équivalence de toute violence, en les condamnant « touts », comme l’a fait le président chilien Gabriel Boric), propose des solutions audacieuses et envoie « de l’aide humanitaire » ; mais, en même temps, dans la pratique substantielle, ils maintiennent des contrats valides avec Israël pour l’achat d’armes dûment « testées sur le champ de bataille »… contre la population palestinienne. Ces jours-ci, le cas de l’Espagne s’est révélé ; quelque chose de similaire se produit au Chili, qui achète également ces armes pour assiéger colonialement le peuple mapuche à Wallmapu.

[15] Alberto Toscano, « The War on Gaza and Israel’s Fascism Debate », dans Verso Books Blog, 19 octobre 2023 (https://www.versobooks.com/blogs/news/the-war-on-gaza-and-israel-s-fascism-debate); et Frédéric Lordon, « Totalitarian Catalysis », dans Verso Books Blog, 2 novembre 2023 (https://www.versobooks.com/blogs/news/totalitarian-catalysis).