miércoles, 1 de mayo de 2013

Entrevista a Pier Paolo Pasolini (27-07-1971): "La civilización del consumo es la verdadera revolución de la burguesía".

 La siguiente es una entrevista en la televisión italiana (RAI) hecha a Pier Paolo Pasolini por el periodista Enzo Biagi, el 27 de julio de 1971. La entrevista no se emitió, pues fue cancelada a causa de la denuncia por “instigación a la desobediencia” y “propaganda antinacional” presentada contra Pasolini en su calidad de director responsable de Lotta Continua, el medio escrito de difusión del Partito Radicale de Italia. La traducción del italiano al español es de Esteban Nicotra.



ENTREVISTA

Usted ha escrito: “En el plano existencial yo soy un contestador global. Mi desesperada desconfianza de todas las sociedades históricas me lleva a una forma de anarquía apocalíptica”. ¿Qué mundo sueña?

Durante un cierto tiempo, siendo joven, he creído en la revolución como creen ahora los jóvenes. Hoy empiezo a creer un poco menos. En este momento, soy apocalíptico. Veo frente a mí un mundo doloroso, cada vez más horrendo. No tengo esperanzas. Por lo tanto no me bosquejo ni siquiera un mundo futuro.

Me parece que usted no cree más en los partidos.

No. Si usted me dice que no creo más en los partidos me está considerando como uno que reniega de la política, pero yo no lo hago. Más bien tiendo hacia una forma anarquista, que hacia la elección ideológica de algún partido, pero no es que no crea en los partidos.

¿Por qué sostiene usted que la burguesía está triunfando?

La burguesía está triunfando en cuanto la sociedad neocapitalista es la verdadera revolución de la burguesía. La civilización del consumo es la verdadera revolución de la burguesía. Y no veo otras alternativas, porque también en el mundo soviético, en realidad, la característica del hombre no es tanto la de haber hecho la revolución y de vivirla, sino la de ser un consumista. La revolución industrial nivela todo el mundo.

Usted se bate contra la hipocresía, siempre. ¿Cuáles son los tabúes que usted destruiría: los prejuicios sobre el sexo, la evasión de las realidades más crudas, la falta de sinceridad en las relaciones sociales?

Y bien, esto lo he dicho hace diez años. Ahora no digo más estas cosas porque no las creo. La palabra “esperanza” está borrada en mi vocabulario. Por lo tanto continúo luchando por verdades parciales, momento a momento, hora a hora, mes a mes, pero no me propongo programas de larga duración, porque no creo más.

¿Usted no tiene esperanzas?

No.

Esta sociedad que usted no ama, en el fondo le ha dado el éxito, la notoriedad…

El éxito no es nada. El éxito es la otra cara de la persecución. Y, además, el éxito es siempre una cosa fea para un hombre. Puede exaltar, en un determinado momento, puede dar pequeñas satisfacciones o contentar ciertas vanidades, pero en realidad, apenas obtenido, se comprende que es una cosa fea. Por ejemplo, el hecho de haber encontrado a mis amigos aquí, en la televisión, no es bello. Por suerte hemos logrado ir más allá de los micrófonos y de las cámaras y reconstruir algo en cierto sentido real y sincero: pero como situación es fea, es falsa.

¿Por qué? ¿Qué le encuentra de anormal?

Porque la televisión es un medium de masas, que no puede dejar de alienarnos.

Pero más allá de la publicidad y el resto, este medio lleva a los hogares también ahora sus palabras. Nosotros estamos discutiendo todos con gran libertad, sin ninguna inhibición.

No, no es verdad.

Sí, es verdad. Usted puede decir todo lo que quiera.

No, no puedo decir todo lo que quiero.

Dígalo.

No, no podría, porque sería acusado de vilipendio por el códice fascista italiano. En realidad no puedo decir todo. Y además, objetivamente, frente a la ingenuidad o la falta de precaución de ciertos espectadores, yo mismo no querría decir ciertas cosas. Pero aparte de esto, es el medium de masas en sí: en el momento en el que alguien nos escucha desde la pantalla tiene hacia nosotros una relación de inferior a superior, que es una relación espantosamente antidemocrática.

Yo pienso que en ciertos casos es una relación a la par: ¿por qué no podría serlo?

Algunos espectadores, por privilegio social, pueden ser culturalmente pares… Pero en general las palabras que descienden desde la pantalla descienden desde lo alto, incluso las más democráticas, incluso las más sinceras. El conjunto de la “cosa vista” en la pantalla adquiere siempre un aire autoritario, fatalmente, porque viene dada como desde una cátedra. El habla desde la pantalla es siempre un habla ex cathedra, incluso cuando está enmascarado de democracia.

Usted ha sido, muchos años atrás, a causa de “Ragazzi di vita(Muchachos de la calle), uno de los primeros escritores italianos que compareció frente a un tribunal bajo la acusación de obscenidad: a distancia del tiempo, ¿cómo juzga a ciertos escritores eróticos de hoy y esta inundación del erotismo en el cine, en las librerías y en los kioscos?

Para mí el erotismo en la vida es una cosa bellísima, y también en el arte: es un elemento que tiene derecho de estar en una obra como cualquier otro. Lo importante es que no sea vulgar. Pero por vulgaridad no entiendo eso que se entiende generalmente, sino una disposición racista en el modo de observar el objeto del eros. Por ejemplo, la mujer en los films y en las historietas eróticas es vista de un modo racista, como un ser inferior... por lo tanto, es vista de un modo racista. Por lo tanto, en este caso, el eros es puramente una cosa comercial, vulgar.

¿Cómo es posible que un marxista como usted tome inspiración para sus obras de discursos que provienen del Evangelio o de los testimonios de los discípulos de Cristo?

Evidentemente mi mirada hacia las cosas del mundo, hacia los objetos, es una mirada no natural, no laica: tomo las cosas un poco como milagrosas. Cada objeto para mí es milagroso: tengo una visión --de manera siempre informe, digamos así-- no confesional, en cierto modo religiosa, del mundo. Es por esto que impregno de este modo de ver las cosas también en mis obras.

¿El Evangelio lo consuela?

Bah, no busco consolaciones. Busco humanamente, cada tanto, alguna pequeña alegría, alguna pequeña satisfacción, pero las consolaciones son siempre retóricas, insinceras, irreales… ¿Usted dice el Evangelio de Cristo? No, en este caso excluyo totalmente la palabra “consolación”. Para mí el Evangelio es una grandísima obra intelectual, una grandísima obra de pensamiento que no consuela: que llena, que integra, que regenera… pero la consolación, ¿qué hago con la consolación? “Consolación” es una palabra como “esperanza”.

Según usted los intelectuales italianos caen en demasiados conformismos: nómbreme algunos, citemos algunos casos…

El conformismo se puede resumir en un solo punto: el de aceptar en un modo acrítico --porque si fuera crítico se podría incluso admitir, más aún creo que sería inevitable-- la integración.

¿No lo acepta también usted?

Sí, pero de un modo crítico (como ve, me he preparado). Es decir, por cierto no puedo no aceptarlo: debo ser un consumista necesariamente, porque yo también me debo vestir, debo vivir; no sólo eso, debo escribir o hacer films y, por lo tanto, debo tener editores, productores…

Por lo tanto también usted produce para el consumo.

Mi producción consiste en criticar la sociedad que en cierto sentido me permite, al menos por ahora, producir de algún modo.

La sociedad ha tremendamente amado siempre a quien producía diciendo que no la amaba.

Sí, es verdad: puede darse que las señoras de la buena burguesía amen, en cierto sentido, ser sacudidas. La sociedad busca asimilar, integrar, sin duda: es una operación que debe hacer para defenderse. Pero no siempre lo logra, a veces existen operaciones de rechazo. Además, tan es así que no podemos hablar de poesía como una mercancía: yo produzco, pero produzco una mercancía que en realidad no se puede consumir y, por lo tanto, existe una relación extraña entre los consumidores y yo. Imagine que en un cierto punto, en Lombardía, llega uno que inventa un cierto tipo de zapatos que no se gastarán más, y que un industrial milanés fabrique estos zapatos: piense qué revolución se produciría en la llanura Padana, al menos en los sectores del calzado. Yo produzco una mercancía, la poesía, que no se puede consumir: moriré yo, morirá mi editor, moriremos todos nosotros, morirá toda nuestra sociedad, morirá el capitalismo, pero la poesía permanecerá inconsumible.

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Fuente:

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Un video de Pasolini en que se refiere a la cuestión de la "civilización del consumo":