lunes, 29 de febrero de 2016

Gerardo Muñoz, "Cinco hipótesis sobre Reiner Schürmann y el fin de la política principial".



Una primera versión de estas notas de Gerardo Muñoz fueron publicadas en el sitio Infrapolitical Deconstruction:


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Cinco hipótesis sobre Reiner Schürmann y el fin de la política principial.

Gerardo Muñoz
  

Caía la noche en el Revolution Cafe & Bar de Bryan, en Texas, cuando Sergio Villalobos-Ruminott sugirió que más importante que devenir “expertos” en materia filosófica, lo decisivo era producir en cada encuentro un desalojo de nuestras pieles. Dejar atrás nuestros pellejos, tal y como lo hacen lagartijas en el desierto, agregué yo. Es una imagen pertinente –la de devenir lagartijas en el desierto–, que de alguna manera fue sinécdoque de lo que tuvo lugar en el taller en torno al pensamiento de Reiner Schürmann en la Universidad de Texas A&M a comienzos del mes de Enero. Fue una conferencia necesaria en la medida en que puso una serie de debates en línea. Debates que algunos de nosotros hemos venido sosteniendo en los últimos años, y que no necesariamente se reducen al proyecto en curso de infrapolítica y deconstrucción.

El propósito del taller –si es que acaso se puede decir que tuvo “propósito”– nada tuvo que ver con el principio de goce narcisista académico, ni con una conversación sobre el nombre de pila “Schürmann” como nuevo “marco teórico” en el mercado de las mercancías de la Universidad contemporánea. Tampoco interesaba hacer de Schürmann una cuestión de “deber”, en cuanto a que “ahora debemos” discutir su pensamiento como moda teórica acotada al presente. Al contrario, lo que se solicitaba era instalar a Schürmann como una pieza más en una constelación de un cierto “saber nocturno” –según al propio autor en «Hégémonies Brisées»– capaz de producir momentos de encuentro y retiro, a saber, un pensamiento en los bordes de la estructuración epocal de la historia del ser y del agotamiento del pensamiento principial. Lo que aún sigue interesando de Schürmann –de sus obras, sus gestos, y su des-legado– es la capacidad de hacer pensable la relación entre la maximización fantasmática de la hegemonía, la articulación principial, y la pregunta por la finitud. El abandono de esto último es lo que él mismo llama “rechazo trágico”, cuya consecuencia es la producción del mal.

En cualquier caso, Schürmann contribuye de manera fundamental, tal y como lo expuso Alberto Moreiras, a un pensamiento infrapolítico como pliegue al interior de la Universidad y su maquinación reproductiva [1]. Sin lugar a dudas, “devenir lagartijas” es muy distinto de “devenir schürmaneanos”. Los primeros buscan retirarse del olvido de lo trágico afirmando la singularización que viene como espacio irreducible a una voluntad, lo cual es metonímico del recomienzo de un pensamiento sin principios. Los segundos son los filósofos profesionales comprometidos con la acumulación de saber, y por consiguiente, adalides contra el singular de la vida. Al hacer esta distinción no estoy afirmando un juicio normativo, sino estableciendo diferencias básicas para retener condiciones mínimas de debate. Tampoco se trata, en última instancia, de “sacrificar” el suelo del saber en nombre de la segunda opción.

El “saber nocturno” apunta a la deriva del pensamiento más allá de su inscripción en la locación o la herencia, en la lógica del nombre propio o en el archivo, en el saber experto o en la relación ética. Y sin embargo, todas estas inflexiones mantienen su relevancia, aun cuando no agoten la posibilidad de un pensamiento otro desligado de la proximidad al Amo constitutiva de ese “estar en deuda”. Es siempre una tarea imposible reconstruir un debate o intercambio cuyas consecuencias y “efectos” están siempre más allá de nuestro alcance. Los efectos se nos escapan, y justamente por esa razón es que son irreducibles. Lo que me gustaría hacer en el espacio restante de este texto es trazar un cuadro muy esquemático de las que me parecieron que fueron las “cinco hipótesis” centrales del debate en torno a Schürmann. Está demás decir que no son las únicas hipótesis. Para mí esta enumeración es tan sólo preparatoria para una investigación en curso en relación con el proyecto de infrapolítica.

1. La hipótesis “epocal”. Schürmann produce una auto-ruptura en su monumental «Hégémonies Brisées». A diferencia de «Le principe d'anarchie: Heidegger et la question de l'agir», el texto señalado instala una topología de la historia del ser como montaje heterocrónico que des-escribe la síntesis de la «Fenomenología del Espíritu» de Hegel –esta es la tesis es de Stefano Franchi. En cualquier caso, «Hégémonies Brisées» supone un desafío mayor a la estructuración de la filosofía de la historia y su capacidad de modernización compulsiva. La “separación” contra la “síntesis” genera nuevos parámetros para pensar el diferendo natalidad-mortalidad en un movimiento no-dialectico, pero no por esto menos político. Lo que está en juego no es menor, ya que más allá de llevar a la ruina la filosofía de la historia, Schürmann establece un pliegue contra el diferendo legitimidad-legalidad que nos obliga a repensar todas las categorías de la política moderna. En efecto, la noción de “epocalidad” o de “épocas” des-hace la metaforicidad de la historia en cuanto historia del olvido del ser que busca el retiro del “poema del desarrollo”. Quizás en este punto Schürmann se acerca como en ningún otro momento a la destrucción que Jacques Derrida propone en «Heidegger: la question de l'Être et l'Histoire» (Cours de l’ENS-Ulm 1964-1965). El nexo entre epocalidad y fin de la economía principial –y que es consistente con la anarquía de cara a la globalización tardía de nuestros tiempos– es una pregunta que permaneció abierta al debate. En su importante intervención sobre metafísica y anarquía, Sergio Villalobos-Ruminott yuxtapuso la crítica schurmaniana de la “textualidad deconstructiva” –un paréntesis entre filosofías–, tal y como se explicita al comienzo de «Hégémonies Brisées», y la apuesta de este último a ingresar al “entramado del texto” (the thicket of the text) en lugar de “jugar” desde sus bordes. Pero si esto es lo que está en juego en la epocalidad –de alguna forma en contra de la deconstrucción–, ¿no es la deconstrucción misma el trabajo de una retirada del sonambulismo que supone la “maximización hegemónica” hacia esos espacios que permanecen contaminados por una mínima labor de toda transgresión? El propio diferendo entre Derrida y Schürmann es un campo para una continua problematización. En otras palabras: ¿de qué manera pensar el postulado de la “finalidad post-hegemónica” que se anuncia hacia el final de «Hégémonies Brisées» junto a la difference deconstructiva? Quizás no haya que tomar una decisión fuerte en este diferendo.

2. La hipótesis de la “democracia”. No está desarrollada la manera en que Schürmann sitúa el problema de la “democracia” entre el fin del pensamiento principial y la maximización legislativa-transgresiva. ¿Hasta qué punto es la democracia a-principial? Y si esa es tal cual, ¿cómo explicar la topología transformativa que ocurre desde el “momento isonómico griego” (Martínez Marzoa, Vlastos), pasando por el “momento maquiavélico moderno” (Pocock), hasta llegar a la anomia democrática de nuestros tiempos? Si la reflexión infrapolítica es también la pregunta por la democracia, lo que se anuncia como tarea futura es indagar incisivamente sobre la potencia de la democracia más allá de las limitaciones arendtianas que informan la categoría de lo “político” en Schürmann [2]. Como ha sugerido Guillermo García Ureña, los límites en torno a la democracia en Schürmann pudieran complicarse si nos hacernos cargo de El concepto de lo civil, del filósofo español Felipe Martínez Marzoa, donde está en juego el cruce entre singularidad que viene en la medida en que se entrega a su destino trágico. La pregunta por la democracia tiene relevancia para el pensamiento sólo en la medida en que se pueda pensar por fuera de la estructuración comunitaria, entendida como maximización de la natalidad en detrimento de la condición trágica. Si entendemos a Arendt como el pensamiento que pone sobre la mesa la antinomia entre oikos y polis, quizás rechazamos de manera muy apresurada la pregunta por la stasis o guerra civil, en cuanto fantasma de toda democracia dominada por la categoría del “ciudadano” [3]. Al interior de la “guerra civil global” en curso, es también necesario pensar el principio de democracia a la par de la facticidad del neoliberalismo financiero. Este (des)encuentro fue el que señalaron, de diversas formas, los incisivos trabajos de Charles Hatfield y Patrick Dove en torno a la máxima de Silesio “la vida es sin porqué”, cuyo lado oscuro –quizás– coincide con la condición nihílica de la acumulación contemporánea, así como con sus ideologías del “fin de la Historia” (Huntington).

3. La hipótesis de la “vida”. Tanto Stefano Franchi como Alberto Moreiras sugirieron que «Hégémonies Brisées» se abre radicalmente a la pregunta por la “vida” –y la existencia. Esta apertura substancial contra la denegación trágica retoma la pregunta por la vida de otro modo. Es aquí donde es fundamental pensar la “pasión” y la “comedia”. Para Franchi la experiencia trágica rebota hacia la comicidad, mientras que para Moreiras esto supone un regreso a la analítica existencia heideggeriana en preparación para una posible “desistencia infrapolítica”. Pero si hemos referido lo “posible” es porque su condición supone lo “imposible”, tal y como recordó Ronald Mendoza en una lectura especifica de la potencia en «Ser y Tiempo». Este no es un asunto meramente exegético, puesto que al centro de la discusión encontramos la disputa por la economía de la potencia (energeia y dynamis) en la «Metafísica» de Aristóteles. Reabrir la pregunta por la potencia tiene como consecuencia un desapego radical de toda clausura biopolítica. La desistencia hacia el destino trágico nos redirige hacia la pregunta por la vida más allá de las antinomias que regulan la causalidad y la ontología distributiva que ha contribuido a la armazón de la máquina antropología occidental que divide humano y animal como principio general de sentido. Esta fue la tesis de Giorgio Agamben en «Lo aperto».

4. La hipótesis del “texto”. Sería injusto imputarle a Schürmann y a su topología un “olvido” de la pregunta por la narrativización y la economía literaria en específico. ¿Qué son los mitos sino una máquina textual, tal y como lo supone entender Furio Jesi, que organiza y excede la propia economía de los fantasmas? Sin embargo, hay mucho trabajo que echar adelante en cuanto a la relación entre topología del ser y la función de lo literario (imaginación). Fue en esta intersección donde Marco Dorfsman introdujo la pregunta por lo “poético”, y Humberto  Nuñez sobre lo “marrano”; dos figuras que cavilan la morada exílica en el registro de la lengua. La literatura debemos entenderla en función del exceso de esa economía textual de maximización y del mandamiento (archē) principial. De ahí que lo literario sea central para tematizar la pregunta por la vida –Franchi apuntó a la figura del “idiota”, mientras que Teresa Vilaros aludió la “errancia” del Quijote, y Moreiras al “pícaro” de la novela española. Yo introduciría también en este registro «La Divina Comedia» de Dante, donde la vida mundana apunta al tránsito de la natura hacia la epocalidad pasiva moderna [4].

5. La hipótesis sobre Lutero. La única figura que le arroja una sombra a la estructuración topológica en «Hégémonies Brisées» es la figura de Lutero. Al introducir al pionero de la Reforma en la topología de la historia de ser, Schürmann gana terreno en cuanto a poder reformular la pregunta del “sujeto” moderno a contrapelo del cogito cartesiano, el sujeto autónomo de Kant, o el deus sive natura spinozista. Lutero sobresale en la estructura de «Hégémonies Brisées», puesto que hace posible pensar los pliegues internos que organizan la propia topología sin síntesis. Y es que a través de Lutero reaparece la posibilidad, si bien sólo dada en “negativo”, de un des-fundamento del sujeto como vaciamiento del significante “Dios”, tal y como aparece en el retiro místico de los sermones de Eckhart. Fue así que Jaime Rodríguez Matos dio cuenta de que los argumentos sobre la existencia de Dios suelen operar como inseminación hacia la ruina de la categoría del sujeto.

¿Y qué ha sido la politicidad moderna, sino condición hiperbólica de subjetividad-subjetivación? A partir de la figura de Lutero, Schürmann da cuenta de la trascendencia pasiva, cuya deriva heterónoma marca el fin de sujeto de mando (archē) y del deber. Esto tiene repercusiones fundamentales para la reflexión latinoamericanista moderna, en cuanto a su constitución estatal, pero también en términos de su historia más reciente de endeudamiento soberano –fue aquí donde Samuel Steinberg presentó el caso del “Leviatán mexicano”. La militancia luterana ofrece otro paradigma para repensar la secularización epocal en Occidente que complementa el “decisionismo” schmittiano con la vocación pasiva a través de la “palabra” (logos). Pero es también con Lutero donde pudiéramos comenzar a discutir la narrativización de la historia del desarrollo estatal, constituida desde el diferendo y la repetición –tal y como sugirió José Valero. En otros términos, Michela Ruso discutió cómo la cuestión de la historia nos remite a la necesaria problematización del archivo y la herencia, del origen (archē) y de la historia de la filosofía, de la regulación entre conservación y ruptura, formas tampoco ajenas a la reflexión latinoamericanista.  

 Hay algo más. Siendo hispanistas o latinoamericanistas en la universidad contemporánea, uno ha de renunciar a todo indicio de “deber” asociado con “llevar adelante” el legado de Schürmann, o incluso, a promocionar su nombre de pila como nuevo horizonte académico-teórico. Lo fundamental es que la topología del ser schurmaniana pareciera ser mucho más relevante que la ofrecida por el propio Heidegger. Más ahora con la publicación de los «Cuadernos Negros» y los trabajos exegéticos de Peter Trawny. Y esta es razón suficiente para pensar junto a Schürmann, aún cuando persista la astucia de la metafísica. Si partimos de que un nuevo giro tendría que ser necesariamente alocacional y aprincipial, el repertorio de Reiner Schürmann ofrece la suspensión de los propios suelos desde los cuales se nutren nuestros saberes y juicios. 


Notas

[1] Alberto Moreiras, “Preliminary remarks on infrapolitical anarchy: the work of Reiner Schürmann”, accessible en:

[2] Reiner Schürmann, “Juicio y diferendo” (introducción a la colección «The Public Realm: essays on discursive types in political philosophy», SUNY, 1989); traducción por Gerardo Muñoz.

[3] Giorgio Agamben, «Stasis», traducción al castellano:

[4] Eric Auerbach, «Dante: poet of the secular world», University of Chicago Press, 1961.

jueves, 18 de febrero de 2016

Gonzalo Díaz Letelier, "Vida, metafísica y poder: ontoteología y potencia común".



Vida, metafísica y poder: ontoteología y potencia común.

Gonzalo Díaz Letelier

Esbozar algo así como una consideración materialista de las estructuras básicas de la imaginación política y económica que operan la articulación de las formas históricas de soberanía y gobierno en Occidente. Se trataría de investigar en una dirección no espiritualista ciertos espectros que tienen una fuerza configuradora efectiva de lo social, fetiches imaginales cuya fuerza organiza aspectos básicos de sus horizontes de sentido más sedimentados, es decir, de sus prácticas discursivas e institucionales. Aquí una crítica de la imaginación político-económica occidental consistiría en la exposición de su fetiche estructural más arraigado, a saber, el arcano metafísico-performativo de una estructura crucial cuyos polos aquí localizamos bajo las rúbricas de soberanía y equivalencia. Lejos de la monumentalización de las estructuras metafísicas tradicionales, decíamos que este trabajo quiere ser una pequeña contribución a la potencia del pensamiento común para la interrupción de los efectos de captura de la vida bajo la égida de una tradición metafísica teo-onto-antropo-lógica como la que está aquí en cuestión. Se trata de una tradición metafísica cuya fatalidad es preciso desactivar puesto que, autoafirmando su vigor en una incuestionada y transparente obviedad –performada mediante violencia física y simbólica–, ella define radicalmente las posibilidades y los límites de nuestra facticidad. Se trata de hacer visibles las estructuras imaginales –metafísico-performativas– que organizan y apropian la potencia común de la imaginación, deviniendo así el fundamento de la potestad principial que captura la proyección orientativa de lo colectivo en formaciones de dispositivo soberano-gubernamentales que, a la par de productivizar la vida proyectándola y promoviéndola en un “sentido ascendente”, espiritualizan y operativizan la catástrofe contemporánea de la vida en su dimensión sacrificial y sacrificable.

            Si los dispositivos señalados se articulan en su funcionamiento y rinden definiendo nuestra facticidad a partir de un estar en el mundo con otros determinado por la espectralidad de una comprensión principial y hegemónica de ser y tiempo –y por consiguiente del poder, la acción y la historia–, nuestra inquietud puede devenir una pregunta por la relación entre facticidad e imaginación, pregunta que interroga tanto por la imaginación que define el archivo y la potestad de la memoria, como por la imaginación como potencia común anárquica. Apuntando al libro de Reiner Schürmann, «Le principe d’anarchie: Heidegger et la question de l’agir» (1982),[1] Gerardo Muñoz[2] ha puesto de relieve cómo, leyendo en reversa a Heidegger –de la topológica del ser a la analítica existencial–, Schürmann apunta a que el imperar occidental se ha autofirmado en una serie de “constelaciones de presenciación (Anwesung)” –la topológica de la historia de la metafísica– dominadas por principios epocales de comprensión de ser y tiempo, y que los hitos de esta deriva han sido el “giro socrático” y el “giro tecnológico”: la metafísica idealista y su consumación técnica –que de alguna manera, observamos preliminarmente, coinciden con las matrices metafísico-políticas de soberanía y gobierno en su deriva de filiación y progresivo ensamble. Pero a su vez Schürmann apunta a que ya en «Sein und Zeit» se anuncia una destrucción fenomenológica (Abbau, phänomenologische Destruktion) de la historia de la ontología occidental –Schürmann habla de una fenomenología de los principios epocales. Es decir, en lugar de pensar meramente la existencia fáctica en su condición de inscrita y sólo inscrita en la economía epocal principial que define la productivización de su ser en el seno del dispositivo, Schürmann pregunta asimismo por la práctica del estar en el mundo con otros bajo la rúbrica de un “pensamiento atento al ser como tiempo en una posibilidad an-árquica”, o por la “posibilidad (Moglichkeit) de una economía an-árquica en el fin de la metafísica occidental”.[3] Así, habrá que preguntar más adelante por la función ontológica de la economía en la máquina soberano-gubernamental. Pero por ahora convendrá subrayar que esta tensión entre la imperialidad principial histórico-epocal y la potencia de la existencia en común que acabamos de considerar se exhibe hoy como irrupción de un pensamiento anárquico –interruptivo de la tecnología gubernamental– en plena consumación de la época técnica –gubernamental. En el máximo peligro crece lo que salva, decía el viejo Heidegger, aunque aquí lo consideramos desde la lectura de Schürmann,[4] que pone en conexión esta potencia de un pensamiento anárquico con la figura de la “serenidad” (Gelassenheit) de Heidegger, en cuanto forma de vida que en su uso ha dejado de ser capturada por los aparatos hegemónicos de la tecnificación. Vida que se escapa del dispositivo soberano-gubernamental.   

            Antes señalábamos que el “giro socrático” (metafísica del sujeto y la presencia) y el “giro tecnológico” (consumación técnica de la metafísica) de alguna manera coinciden con las viejas matrices metafísico-políticas de soberanía (teología política) y gobierno (gubernamentalidad económica) en su deriva de filiación y progresivo ensamble operativo en el dispositivo occidental contemporáneo que se autoafirma como tal. Al respecto hay una advertencia que hay que tomar en cuenta, al hilo de una crítica de Agamben a Schürmann recogida por Gerardo Muñoz en el texto citado:

א  El término arche significa en griego tanto “origen” como “comando”. A este doble significado del término corresponde el hecho de que, tanto en nuestra tradición filosófica como en la religiosa, el origen es lo que desde el inicio expone en el ser, y no solamente como un exordio que comparece y deja de actuar en aquello a lo que ha dado vida, sino también como lo que comanda y gobierna su crecimiento, desarrollo, circulación y transmisión –en una palabra, la historia. En un libro importante, «II principio d’anarchia» (1982), Reiner Schürmann ha tratado de deconstruir este dispositivo, a partir de una interpretación del pensamiento de Heidegger. Él distingue en el último Heidegger el ser como puro venir a la presencia y el ser como principio de la economía histórico-epocal. A diferencia de Proudhon y de Bakunin, que no han hecho más que “mover el origen” sustituyendo al principio de autoridad por un principio racional, Heidegger habría pensado un principio anárquico, en el cual el origen como venir a presencia se emancipa de la máquina de las economías epocales y no gobierna más el devenir histórico. El límite de la interpretación de Schürmann aparece con evidencia en el mismo sintagma, queridamente paradojal, que da el título al libro: el “principio de anarquía”. No basta separar origen y comando, principium y princeps: come habíamos mostrado en «II Regno e la Gloria», un Rey que reina pero no gobierna no es más que uno de los polos del dispositivo gubernamental, y volver un polo contra otro no es suficiente para detener su funcionamiento. La anarquía no puede estar en la afirmación de principio: ella sólo puede liberarse como un contacto, ahí donde tanto el arche en tanto origen como el arche en tanto comando son expuestos en su no-relación y neutralizados.[5]

Es preciso poner en cuestión la lógica soberano-principial si se va a poner en cuestión la lógica económica de los aparatos hegemónicos de tecnificación y productivización de la vida. Lo que hay que pensar en la ocasión que nos toca no es una gubernamentalidad económica que ha desplazado a la soberanía política, sino más bien la nueva modalización como se articulan tales arcanos en la forma de la subsunción contemporánea de la política en la economía. En este pasaje clave, Agamben remite a los sentidos consagrados del término griego arché (ajrch): origen (principium) y comando (princeps) –sentidos “consagrados” por una tradición filosófica y religiosa europea que opera como dimensión arqueológica desde la que se autofirma la política occidental. El origen (principium) y el comando (princeps) nombran así los dos polos del dispositivo occidental: soberanía y gobierno, política y economía (Agamben: “un Rey que reina pero no gobierna no es más que uno de los polos del dispositivo”). En su deriva de inmanentización pastoral-gubernamental, la forma soberanía funciona dejando y haciendo vivir –y haciendo y dejando morir– gobernando el ser y el tiempo del viviente: la potencia de su cuerpo, su movilidad e imaginación. De manera que la soberanía política productiviza una economía de lo viviente y así gobierna su tiempo orientando el avance de la “Historia”.

Precisamente atendemos en este trabajo a esa copertenencia de los polos, en cuanto funcionalidad de la máquina soberano-gubernamental articulada por la lógica y los imaginarios de la estructura crucial theos/arché. Como llegado el momento mostraremos, ya en la metafísica griega antigua –desde Platón, ejemplarmente–, la duplicidad de sentido del término arché (ajrchv) conecta íntimamente a este término con otro: theos (qeov~). Tal arcano metafísico se expresa en el canon de la filosofía primera que lo explicita en la discursividad dúplice de teología y ontología. Lo fundante (origen, principium) que inicia el movimiento a la presencia y el fundamento (comando, princeps) que se pone en obra gobernando la presenciación y movilidad de los entes. Tal es la estructura “ontoteológica” de la metafísica expuesta por Heidegger, en su aspecto más general: verticalmente una teología de lo fundante (qeov~, poder fundante y causa sui); horizontalmente una ontología del fundamento (ajrchv, fundamento constitutivo y teleológico común a todo lo ente). Tal metafísica anida un pensamiento simple sobre poder y ser: piensa lo que da la medida del venir a presencia. Lo que da la medida (soberanía) y lo que viene a presencia en una determinada medida (gobierno) se copertenecen. El poder comprendido como potestad productivizante sobre el ser (Deus) en la temporalidad de la progresiva “puesta en obra” (opus).

La necesidad de pensar los dos polos de la maquina soberano-gubernamental y sus modalizaciones en la escena material de la historia obedece a una constatación preliminar: no es posible realizar un “vuelco” radical en la economía si no se pone en cuestión la estructura ontoteológica que articula metafísicamente a la política occidental que se autoafirma como tal. Desde aquí se puede atisbar en un sentido esencial la advertencia de Agamben, que formularíamos aquí como sigue: la posibilidad de una economía anárquica que emancipe a la vida de su produtivizacion soberana implica deconstruir el ensamble entre los dos polos de la racionalidad económico-política occidental, camino que habría sido desbrozado por Heidegger al pensar “el origen como venir a presencia que se emancipa de la máquina de las economías epocales y no gobierna más el devenir histórico”.[6] En esta dirección se entiende, pues, la referencia crítica a Proudhon y Bakunin, que habrían sólo “movido el origen”, sustituyendo al principio de autoridad por un principio racional –como también lo hicieron Saint-Simon y Comte, apuntalando la deriva tecnocrática que expresa la subsunción tecno-económica de la política. La neutralización de la máquina soberano-gubernamental pasaría por la puesta en juego de un materialismo del encuentro entre singulares cuya libertad es potencia común y no empresa articulada por el diseño soberano de lo social en orden al funcionamiento del patrón de acumulación económico en todos sus aspectos.

Nuestra hipótesis provisional de trabajo es que la metafísica teo-onto-antropo-lógica se articula como una estructura crucial cuyos ejes son los arcanos político y económico –soberanía y equivalencia. Y que estos dos arcanos operarían juntos la estructura de un patrón de acumulación y una tecnología de crianza –el humanismo. De modo que una crítica de la ontoteología no haría sino desnudar a esta metafísica como la matriz imaginal del patrón de acumulación en todos sus aspectos materiales: en la crítica de los dos arcanos se tendría que hacer inteligible la posibilidad de una crítica del patrón de acumulación en sentido político, económico, estético, semántico y moral, aspectos que en su conjunto definirían la orientación productiva de “lo humano”. Si la estructura crucial de la ontoteología no es pensable sino sobre el fondo de la metafísica del sujeto (teología, política) y la metafísica de la presencia (ontología, economía de la presencia), lo que está en juego es precisamente el juego entre imaginación e imagen –políticas de la imaginación y economías de la imagen–, o dicho en otro registro, la relación entre autoridad y regimen de producción: se trata de otra forma de pensar el doble vinculo de la vida con el poder, el vínculo político y económico de la vida con el poder. Ante todo nos interesa aquí el vínculo de la vida con el poder con que se expresa la metafísica del sujeto en la performance de la soberanía: nuestro asunto primario es la ficción imaginal de la trascendencia del poder soberano y su proyección económico-gubernamental en la inmanencia como captura y modelamiento de la vida –tecnología de crianza humanista. Un intento como este no puede ser así sino un conato contra el humanismo, pues intenta desactivar sus fetiches en virtud de un gesto que, pareciendo acoger la diferencia que hace Kant entre imaginación empírica e imaginación trascendental, no recala en un sujeto trascendental, sino más bien en la materialidad de la potencia común de la imaginación y las configuraciones opresoras de su facticidad histórica –soberanía política y gubernamentalidad económica.

De modo que pensar el vínculo entre vida, metafísica y poder significa aquí pensar la potencia común de la vida en juego y su captura por la violencia formadora de sus propios espectros soberano-gubernamentales. Para pensar esto resulta interesante conectar nuestro intento con la crítica que hace Agamben a la relación metafísica que establece Aristóteles entre potencia y acto (duvnami~ kai; e[rgon) y, a su vez, con el problema de la relación entre imaginación e imagen –en la medida en que el acto determinado teleológicamente es análogo a la imagen organizada.[7] Lo que se juega en esta exposición del vínculo entre vida, metafísica y poder es, por consiguiente, una variedad de la crítica a la ontoteología fotológica que despunta y predomina desde Platón, entendiendo el sello fotológico como la clausura de la potencia de la imaginación en la facticidad de la imagen: el “ser verdadero”, la esencia, que históricamente ha devenido desde la forma idea hasta la forma espectáculo. Se trata de desarmar el “mito de la caverna” y la captura gubernamental de la infancia implicada en su “pedagogía” (paidagwgiva), mito fundamentalmente heliocéntrico en la medida en que la idealidad (imagen ontológica del mundo y su orden solar, teológicamente fundado) captura la potencia de los vivientes mediante la producción de una relación “mimética” entre el viviente y el ser ideal que da la medida de su deuda y la meta teleológica de su perfección. En un movimiento que va de la relación extática a la relación interiorizante del viviente con el ser-verdadero, la mímesis de la metafísica platónica sería un antecedente griego de lo que después será concebido cristianamente como encarnación y, modernamente, como subjetivación.  




[1] Schürmann, Reiner, «Le principe d’anarchie: Heidegger et la question de l’agir», Éditions du Seuil, París, 11982.
[2] Muñoz, Gerardo, «Das Leben ist ohne warum: una nota sobre Reiner Schürmann», en sitio electrónico Machina et Subversio Machinae (7 de febrero de 2016). Los enlaces de esta y todas la demás referencias electrónicas que siguen aparecen en la bibliografía.
[3] Muñoz, opus cit., s/p.
[4] Schürmann, en pleno giro tecnológico irrumpe un pensamiento que abre una ética y una politicidad anárquica, esto es, aprincipial: “(…) la genealogía de los principios mostrará cómo nació este linaje; cómo, con un cierto giro radical, el giro socrático, las constelaciones de presenciación comenzaron a ser dominadas por principios; cómo, por último, con otro giro no menos radical que se anuncia en el giro tecnológico, estas constelaciones pueden dejar de ser dominadas por principios. Pero este pensamiento de una posible extinción de los principios se fue articulando progresivamente en Heidegger. Ha quedado claro desde el comienzo que la pregunta: ‘¿Cuándo va a escribir usted una ética?’, pregunta que se le planteó tras la publicación de su obra «Sein und Zeit», surgió de un malentendido. Pero es sólo en los últimos escritos de Heidegger que la cuestión de la acción encuentra su contexto adecuado: la genealogía de una línea finita de principios epocales” (Schürmann, «Heidegger on Being and Acting: From Principles to Anarchy», traducido del francés al inglés por Christine Gros, Indiana University Press, Bloomington, 11986, p. 11; citado por Muñoz en opus cit, s/p, la traducción del inglés al español es mía).
[5] Agamben, Giorgio, «L’uso dei corpi», Neri Pozza Editori, Vicenza, 12014; citado por Muñoz en opus cit, s/p, la traducción del italiano al español es mía.
[6] Muñoz, opus cit., s/p.
[7] La cuestión de la imagen aparece en trabajos como los de Jacques Rancière o Georges Didi-Huberman, al hilo de la tensión entre “imagen pensativa” (que desconcierta o desorganiza la imaginación) e “imagen montaje” (que fetichiza u organiza la imaginación). Así lo ilustra Didi-Huberman: “(…) si lo que está mirando sólo le hace pensar en clichés lingüísticos, entonces está ante un cliché visual y no ante una experiencia fotográfica. Si, por el contrario, se encuentra ante una experiencia de este tipo, la legibilidad de las imágenes ya no está dada de antemano, puesto que se halla privada de sus clichés, de sus costumbres: primero supondrá suspenso, la mudez provisoria ante un objeto visual que le deja desconcertado, desposeído de su capacidad para darle sentido, incluso para describirlo; luego, impondrá la construcción de ese silencio en un trabajo de lenguaje capaz de operar una crítica de sus propios clichés. Una imagen bien mirada sería, entonces, una imagen que ha sabido desconcertar y después renovar nuestro lenguaje y por lo tanto nuestro pensamiento” (Didi-Huberman, Georges, «Cuando las imágenes tocan lo real», traducción del francés al español por Inés Bértolo, Ediciones Arte y Estética, Madrid, 12007, p. 31; citado por Villalobos-Ruminott, Sergio, en «Soberanías en suspenso. Imaginación y violencia en América Latina», Ediciones La Cebra, Buenos Aires, 12013, p. 16).

domingo, 7 de febrero de 2016

Gerardo Muñoz, "Das Leben ist ohne warum: una nota sobre Reiner Schürmann".





Presentamos un breve texto clave escrito por Gerardo Muñoz (Princeton University) a propósito de Reiner Schürmann y el "fin de la forma principial de dominación" en la época de la consumación del giro tecnológico –cuestión clave al momento de pensar la hipóstasis de la filosofía de la historia al hilo de la copertenencia entre metafísica del sujeto y metafísica de la presencia. Las traducciones al español de las citas de Schürmann y Agamben, del inglés y el italiano respectivamente, las he hecho a partir de las ediciones referidas por el autor: Reiner Schürmann, «Heidegger on Being and Acting: From Principles to Anarchy» (Indiana University Press, Bloomington, 1987), y Giorgio Agamben, «L’uso dei corpi» (Neri Pozza Editore, Vicenza, 2014).

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Das Leben ist ohne warum: una nota sobre Reiner Schürmann.

 

Gerardo Muñoz



Al comienzo de su libro «Le principe d’anarchie: Heidegger et la question de l’agir» (1982), Schürmann sugiere que lo fundamental en la filosofía –en la historia de la filosofía, así como en la arquitectónica de cada una de las maximizaciones epocales (algo que retomará explícitamente en su póstumo «Hégémonies brisées»)– no se encuentra en las condiciones enunciadas, sino más bien en eso que nunca aparece dicho, pero que a su vez hace posible la validación axiomática [1]. Este es, si se quiere, el punto de partida de Schürmann para desarrollar –quizás no exhaustivamente– la asociación entre “ser”, “acción”, y archē en el pensamiento de la destrucción de la metafísica de Heidegger leído en reverso; es decir, desde su última etapa topológica hacia la analítica existencial.

Lo que está en juego en el trabajo de Schürmann no es –conviene enfatizarlo desde ya– instalar a Heidegger en un programa regido por una nueva economía categorial del presente, ni mucho menos vincularlo al fundamento de la crítica ingenua que busca superar el nihilismo en cuanto a su consumación (léase aquí la tecnología en tanto Gestell). Al contrario, el interés de Schürmann es mostrar cómo la condición práctica misma, irreducible tanto al pensamiento como acción y a la acción como pensamiento, pudiera dar un giro fuera de todo antropocentrismo a partir de la capacidad de pensamiento atento al ser como tiempo en una posibilidad an-árquica que se abre a partir de lo que me gustaría traducir, vía Schürmann, como la “economía de economías”, esto es, la “posibilidad” (Moglichkeit) de una economía an-árquica en el fin de la metafísica occidental [2].

En otras palabras, a partir de una doble operación, la acción en Heidegger está desprovista de archē, ya que la propia condición del pensamiento deconstruye el principio [3]. Esta reducción fenomenológica carece de toda concepción teleocrática, aunque su única potencia (irreducible a mando o comienzo) es la libertad como fin de la forma principial de la dominación. La claridad de Schürmann no prohíbe la aparición de una serie de posicionamientos, claramente fundamentales e irrenunciables para lo que se ha venido pensando como la “deconstrucción infrapolítica” atenta a la co-pertenencia entre vida, ética, y política. Donde la obra de Schürmann anuncia la crisis de los “principios”, infrapolítica continúa la tarea hacia una relación de politicidad aprincipial. Pero en lugar de recaer en la imposible tarea de glosar «Le principe d’anarchie», quiero detenerme en un momento desde el cual, quizás, pudiéramos abrir uno de estos posibles caminos aporéticos en el interior de nuestra reflexión.

Hay uno de estos momentos “no dichos” en Schürmann que marca el texto de comienzo a fin, y que aparece justo en las primeras páginas y se vuelve a retomar hacia el final. Me refiero a un breve apunte de pasada en el cual Schürmann pregunta por el estatuto de la ética en Heidegger, cuya esencia hubiese sido decisiva si partimos de que la anarquía de la época aprincipial (la entrada a “esa noche del mundo”, en palabras de Hölderlin) habría dado el giro a la consumación epocal de la Gestell tecnológica. Conviene escuchar a Schürmann sobre este momento aporético:

(…) la genealogía de los principios mostrará cómo nació este linaje; cómo, con un cierto giro radical, el giro socrático, las constelaciones de presenciación comenzaron a ser dominadas por principios; cómo, por último, con otro giro no menos radical que se anuncia en el giro tecnológico, estas constelaciones pueden dejar de ser dominadas por principios. Pero este pensamiento de una posible extinción de los principios se fue articulando progresivamente en Heidegger. Ha quedado claro desde el comienzo que la pregunta: “¿Cuándo va a escribir una ética?”, pregunta que se le planteó tras la publicación de su obra «Sein und Zeit», surgió de un malentendido. Pero es sólo en los últimos escritos de Heidegger que la cuestión de la acción encuentra su contexto adecuado: la genealogía de una línea finita de principios epocales [4].

La aporía aquí es llevada a un punto máximo de explicitación: si por una parte en «Sein und Zeit» se anuncia una destrucción (Abbau) fenomenológica de la historia de la ontología occidental, el pliegue que se deja caer en tanto forma de acción a-principial deriva consecuentemente hacia la pregunta por una ética en la medida en que se subscriba la tarea de Schürmann de llevar adelante una fenomenología de los principios epocales –puesto que el ser se entreteje con el carácter común presencial de la Dichtung. Por otra parte, si aceptamos –dice Schürmann– la solicitación de una ética en el pensamiento de Heidegger, la demanda pudiera ser entendida como generativa de elementos transformados en normas o reformulados en categorías prescriptivas o descriptivas. Lo cierto es que el Heidegger de Schürmann no avanza más allá de esta aporía central en cuanto a la radicalización de la pregunta por el Ser (ti to on) en la crisis an-árquica epocal [5]. En este punto es donde cobra sentido la conocida anécdota que cuenta Heidegger en “Carta sobre el humanismo” en cuanto a la exigencia de un amigo por un “tratado sobre la ética” en la consumación de la era tecnológica [6]. La pregunta por la ética en el fin de la destrucción de la metafísica por lo tanto queda en suspenso.

Curiosamente quizás ésta sea la misma aporía que ha llevado a Giorgio Agamben en su más reciente «L’uso dei corpi» (Neri Pozza, 2014), volumen que redondea el proyecto teórico-político bajo el nombre de «Homo Sacer», a confrontar abiertamente la interpretación de la ontología dual –más adelante explicaremos porqué– reconstruida por Schürmann. Escribe Agamben en la penúltima glosa de “Per una teoria della potenza destituente”:

א  El término arche significa en griego tanto “origen” como “comando”. A este doble significado del término corresponde el hecho de que, tanto en nuestra tradición filosófica como en la religiosa, el origen es lo que desde el inicio expone en el ser, y no solamente como un exordio que comparece y deja de actuar en aquello a lo que ha dado vida, sino también como lo que comanda y gobierna su crecimiento, desarrollo, circulación y transmisión –en una palabra, la historia. En un libro importante, «II principio d’anarchia» (1982), Reiner Schürmann ha tratado de deconstruir este dispositivo, a partir de una interpretación del pensamiento de Heidegger. Él distingue en el último Heidegger el ser como puro venir a la presencia y el ser como principio de la economía histórico-epocal. A diferencia de Proudhon y de Bakunin, que no han hecho más que “mover el origen” sustituyendo al principio de autoridad por un principio racional, Heidegger habría pensado un principio anárquico, en el cual el origen como venir a presencia se emancipa de la máquina de las economías epocales y no gobierna más el devenir histórico. El límite de la interpretación de Schürmann aparece con evidencia en el mismo sintagma, queridamente paradojal, que da el título al libro: el “principio de anarquía”. No basta separar origen y comando, principium y princeps: come habíamos mostrado en «II Regno e la Gloria», un Rey que reina pero no gobierna no es más que uno de los polos del dispositivo gubernamental, y volver un polo contra otro no es suficiente para detener su funcionamiento. La anarquía no puede estar en la afirmación de principio: ella sólo puede liberarse como un contacto, ahí donde tanto el arche en tanto origen como el arche en tanto comando son expuestos en su no-relación y neutralizados [7].

Lo que subyace en esta crítica de Agamben –debatible y probablemente injusta en cuanto a la “totalidad del corpus Schürmann”, aunque acertada– sólo se puede entender a partir de una lectura detenida de su libro «Opus Dei». En este libro se deconstruyen las “dos ontologías dominantes de Occidente”: el comando y el deber, el “ser” y el “deber-ser”, la “teoría” y la “práctica”, ancladas anfibológicamente en la esfera del derecho y la filosofía, introducidas en la ética moderna (Kant), así como en la invención del normativismo legal (Kelsen) [8]. No conviene en este momento hacer una lectura detenida de «Opus Dei» –aunque es fundamental hacerla para la comprensión de «Le principe d’anarchie» (1982), en cuanto a la pregunta por la ética luego de la liquidación de las ontologías hegemónicas del deber (principio y comando).

Por ahora, quizás sólo debemos decir que para Agamben, la cesura que establece Schürmann entre “comando” y “principio” no es suficiente para establecer una relación an-árquica (en efecto, al citar al Benjamin de la anarquía del poder, Agamben malinterpreta totalmente la distinción crucial en Schürmann entre la “anarquía económica epocal” y la “anarquía del poder” en el pensamiento de Heidegger), sin poder establecer una ontología co-sustancial con el momento destructivo epocal. (Esto Agamben lo resuelve de diversas formas en su obra. Pero digamos que el vórtice de elaboración aparece, a mi modo de ver, en la ‘ontología modal’ así como en el concepto paulino de la katargesis en preparación para la desactivación de toda operatividad) [9].

Me gustaría sugerir, sin embargo, al menos un lugar donde ocurre algo así como una doble interrupción entre ambas lecturas; la de Schürmann sobre Heidegger y la de Agamben sobre Schürmann. La clave estaría ceñida en el concepto de Gelassenheit (serenidad), obviada por Agamben, y apenas tematizada por Schürmann en el libro sobre Heidegger [9]. Es allí donde el momento epocal es afrontado por una facticidad unívoca de la atención ante la Ge-stell vía una forma que en su uso de vida ya ha dejado de ser capturada, al decir del propio Schürmann, por los aparatos hegemónicos de la tecnificación. (Debo decir, desde luego, que con esto no quiero sugerir que el principio epocal, explicitado con tanta elocuencia por Schürmann en este libro, quede superado en la obra de Agamben).

Es a partir de la Gelassenheit que la pregunta por la ontología no sólo cobra un lugar importante de articulación, sino que además ya no encuentra razón de ser en un normativismo prescriptivo ni un principio en disposición del ser, sino que sólo aparece ligada a la vida como facticidad, o bien en palabras de Heidegger retomando al místico Ángelus Silesius: “En el oscuro fondo de su ser, el hombre verdaderamente siendo coincide en su forma como es; sin porqué”. (La figura de Silesius es simétrica con la ‘vida sin porqué’ de Eckhart, o ‘el niño que juega’ de Heráclito).

Es importante que Heidegger no diga meramente que el hombre es sin porqué, sino que es sin porqué en la medida en que su ser ya se piensa siendo. ¿Puede ese momento de inflexión inscrito a partir de la Gelassenheit pensarse sobre los bordes de una “infrapolítica del vencimiento”, tal y como le ha llamado Alberto Moreiras en un reciente apunte programático? Por el momento sólo podemos responder con las mismas palabras de Moreiras: “si esto es un programa, la letra aun no está escrita” [10].


Notas

[1] Reiner Schürmann, «Heidegger on Being and Acting: From Principles to Anarchy», Indiana University Press, 1987.

[2] Ibídem, p. 302: “The theoretical turn away from anthropocentrism is only one condition for the possible thinking (being as time) of a possibility (anarchic economy)”.

[3] Ibídem, p. 7: “Heidegger makes action deprived of arche the condition of thought which deconstructs the arche (…) always appears as the a priori for the ‘thought of being’”.

[4] Ibídem, p. 11. Traducción del inglés al español por Gonzalo Díaz Letelier.

[5] Ibídem, p. 293: “It is necessary to exist without why in order to understand presencing as itself without arche, or telos, ‘without why’”.

[6] “Poco después de aparecer «Ser y tiempo» me preguntó un joven amigo: ‘¿Cuándo escribe usted una ética?’”. Heidegger en “Carta sobre el humanismo” (trad. Arturo Leyte, Alianza Editorial, Madrid, 2000).

[7] Giorgio Agamben, «L’uso dei corpi», Neri Pozza Editore, 2014. Traducción del italiano al español por Gonzalo Díaz Letelier.

[8] Giorgio Agamben, «Opus Dei. Archeologia dell’ufficio», Bollati Boringhieri, 2012.

[9] Esta distinción establecida por Schürmann es fundamental para contener la crítica de Agamben. (Si bien hay que tener en mente que el Agamben de «Il Regno e la Gloria», también glosando a Schürmann, atiende al “principio económico” para sustraerlo a la oikonomia del poder. Todo esto para decir, quizás, que para Agamben el poder y la oikonomia convergen en la forma gubernamental de la soberanía que expresa la principialidad de ‘el Rey gobierna pero no manda’). Reiner Schürmann, opus cit., p. 290: “Economic anarchy is not anarchy of power. What I called the hypothesis of closure makes it impossible to conceive of public affairs according to the model of reference to the one, that is, according to the principial model that founds the delegation of functions and the investment of power in ad hoc representative or titular. Economic anarchy is opposite to the anarchy of power as lawfulness is to lawlessness, as thinking is to the irrational, and as liberty is to oppression”.

[9] La noción de gelassenheit es estudiada con atención por Schürmann en sus glosas sobre los sermones de Meister Eckhart. Ver su «Maître Eckhart ou la joie errante: sermons allemands traduits et commentés», Editions Planète, 1972.

[10] Alberto Moreiras. “La presuposición del vencimiento y su consecuencia. Nota mimético-preliminar a Schürmann, Beistegui, Malabou, Sheehan, Leyte, Martínez Marzoa”: https://infrapolitica.wordpress.com/2015/02/03/la-presuposicion-del-vencimiento-y-su-consecuencia-nota-mimetico-preliminar-a-schurmann-beistegui-malabou-sheehan-leyte-martinez-marzoa-alberto-moreiras/



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