miércoles, 25 de agosto de 2021

Estar escuchando: una entrevista con Jean-Luc Nancy

Entrevista de Jean-Luc Nancy con Kamran Baradaran, el 30 de marzo de 2021, publicada originalmente en inglés en el sitio electrónico Philosophy World Democracy (https://www.philosophy-world-democracy.org/) bajo el título «To Be Listening: Interview with Jean-Luc Nancy»:

https://www.philosophy-world-democracy.org/to-be-listening

Siendo una de sus últimas entrevistas, se trata de una conversación sobre la catástrofe y un lenguaje otro (un lenguaje de “la escucha”) para el sentido del mundo –10 años después del desastre de Fukushima y en plena pandemia de Coronavirus.


Estar escuchando: una entrevista con Jean-Luc Nancy.

 

KAMRAN BARADARAN: La palabra “catástrofe” proviene del griego κατά (abajo) y στροφή (giro, vuelco). En el libro «L’Équivalence des catastrophes. Après Fukushima» (Galilée, Paris 2012), usted ha dicho que “Estamos siendo expuestos a una catástrofe del significado” (p. 8). ¿Cómo deberíamos entender la relación, o deberíamos decir “equivalencia”, entre catástrofes particulares como Fukushima –e Hiroshima, en cuya rima con Fukushima has observado un peculiar sentido poético– y esta catástrofe del significado que parece nombrar una aflicción más general?

JEAN-LUC NANCY: Los desastres de Hiroshima y Fukushima, así como los de Chernobyl y otros, y el que ahora está surgiendo como consecuencia de los ensayos nucleares franceses en el Pacífico, y muchos otros desastres no nucleares sino químicos o económicos (como la reciente explosión en Beirut) y, más ampliamente, la destrucción masiva, el genocidio, las armas cada vez más mortíferas que golpean a los civiles (es decir, de manera general, la catástrofe que es la abolición de la distinción entre guerra, guerra de guerrillas, gestión, explotación…) y todas las amenazas ecológicas –que son equivalentes a pesar de las muy grandes diferencias que las distinguen, porque son siempre los efectos de un control tecno-económico que no tiene más amo que la extensión de sus medios, lo que a su vez conduce a una disolución de lo que nos gustaría llamar el sentido del mundo.

Usted ha dicho que “la catástrofe nuclear –considerando todas las diferencias entre las militares y las civiles– sigue siendo una catástrofe potencialmente irremediable, cuyos efectos se propagan a través de generaciones, a través de las capas de la tierra”. Años después del desastre de Fukushima, no sólo no ha desaparecido la amenaza, sino también ha aumentado en el contexto de diversas tensiones geopolíticas. ¿Cómo vamos a superar heridas irremediables como las de Fukushima para prevenir calamidades similares?

Quizás seamos impotentes ante nuestro poder excesivo. Los peligros asociados con las plantas de energía atómica están vinculados a la necesidad de electricidad, que a su vez está vinculada a todo “progreso” técnico –militar, médico, computacional, espacial, etc. No es cuestión de “prevenir calamidades”: es cuestión de cambiar nuestra humanidad.

La catástrofe y la posibilidad del apocalipsis plantean muchas preguntas en términos de categorías como la del final. En consecuencia, la catástrofe puede ser el punto final de la repetición de un proceso, tal como la crisis financiera, en muchos aspectos, fue el punto final del proceso ininterrumpido del capitalismo financiero. ¿Es posible esperar algún tipo de positividad negativa en medio de una crisis?

El proceso del capitalismo financiero ha cambiado, pero persiste. No sé si el exceso asesino de tecnologías puede afectar el proceso técnico –que no es para nada técnico en el sentido maquínico, sino que es un espíritu general… Si hubiera un resultado político, lo sabríamos. Si hubiera un resultado ético, lo sabríamos. Realmente se trata de la civilización en su conjunto…

En las últimas décadas hemos sido testigos de muchos cruces de este tipo: desastres nucleares y climáticos, el colapso de las instituciones financieras, las derrotas de protestas generalizadas, crisis de refugiados, la pandemia viral, el cambio climático. Parece que ha escrito pensando en las catástrofes pasadas y futuras cuando solicita “un comunismo no equivalencial”. El año pasado escribiste sobre el Covid19 que “el virus nos comunica”. Podemos entender esto como un llamado a la solidaridad y la responsabilidad, lo que es particularmente importante. ¿Se puede considerar la ocurrencia de una crisis como una chance singular de volver a la acción colectiva?

Los llamados no tienen respuestas y las “chances” no necesariamente se toman. Hay tantos silencios como llamados, tantos riesgos como chances. No sigamos tratando de tranquilizarnos.

La imposibilidad de sobrevivir después de una catástrofe universal es una cuestión muy seria, que también fue planteada de manera memorable por Jacques Derrida en «No Apocalypse, Not Now». También fue planteada en el campo de la filosofía de la literatura y el arte, desde la famosa declaración de Adorno sobre el acto “bárbaro” de “escribir poesía después de Auschwitz” hasta las obras de arte basadas en el espectáculo de la abyección, o lo que Paul Virilio llama “literatura de snuff”. Después del Apocalipsis, ¿qué formas de arte se necesitan para superar la “ilusión del fin” sin un optimismo banal? En «Après Fukushima» observaste que “(…) es por eso que los nombres de Auschwitz e Hiroshima se han convertido en nombres en el margen más externo de los nombres, nombres que nombran sólo una especie de de-nominación –de desfiguración, descomposición”. ¿Qué relación con el significado y el lenguaje podemos esperar tener después de haber llegado repetidas veces a este margen de los nombres?

La dominación –de la que habla Derrida en el texto que mencionas– arruina la nominación: impide el trabajo de los lenguajes que consiste en desplazar o cuestionar siempre los efectos de la dominación. Por ejemplo, el dominio de la palabra “progreso”… mientras que el significado de esta palabra, de este nombre, de todos los valores que se combinan con ella, sólo puede desplazar la idea misma de progreso como una progresión de mejora –que involucra inmediatamente la cuestión de lo “mejor” y, por tanto, de lo “bueno” y, por tanto, de lo “malo”. Por eso necesitamos otro lenguaje, es decir, no palabras nuevas, sino otra capacidad de escucha, otra sensibilidad al sentido mismo… ¡si es que es posible! Pero lo posible es siempre demasiado estrecho. Es lo imposible lo que está en juego: lo que no es posible, la escucha de una resonancia inaudita…

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Traducción del inglés al español por Gonzalo Díaz-Letelier.