SEMINARIO
LA DESARTICULACIÓN.
Epocalidad, hegemonía e historicidad
en el pensamiento contemporáneo.
Dr. Sergio Villalobos-Ruminott (University of Michigan)
Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación
Departamento de Filosofía
Santiago de Chile, del 10 al 17 de Julio de 2017
Este seminario intenta un recorrido a través del pensamiento contemporáneo concernido por la herencia heideggeriana y la destrucción de la onto-teología. Más allá del escándalo asociado con las recientes publicaciones de los Cuadernos negros, intentamos acá una consideración de las formas y énfasis que dicha destrucción ha adquirido en algunos pensadores contemporáneos. Sin intentar agotar el infinito archivo filosófico relativo al pensamiento post-heideggeriano, lo que articula a las diferentes sesiones de este seminario es la pregunta por el agotamiento de la relación moderna de teoría y práctica, y, por tanto, de la relación entre filosofía e historia, cuestión que trabajaremos a partir de la problemática de la historicidad, de la politicidad y de la infrapolítica.
Sesiones:
1) Lunes 10 de Julio: "La desarticulación".
2) Martes 11 de Julio: "Hegemonía y anarquía".
3) Miércoles 12 de Julio: "Deconstrucción e historicidad".
4) Jueves 13 de Julio: "Onto-teo-política".
5) Viernes 14 de Julio: "Infrapolítica y post-hegemonía".
* * *
Comentarios al seminario La desarticulación
Por Luna Follegati
1. La Transición y la crítica desde presente:
Hace
casi 20 años, Sergio Villalobos-Ruminott escribía un texto sugerente. No sólo
por la escena política que se debatía en ese entonces –el arresto de Pinochet
en Londres–, sino que también por el constante gesto de interpelación política
que se debate en sus propuestas. Intención que inicia una posición inacabada:
la búsqueda constante desde una pregunta por el presente.
Mi
condición de intrusa en la filosofía, de huésped incómodo que enarbola ciertas
preguntas en torno a la misma condición actual, no hace sino revisitar estos
textos con una pertinencia inaudita. Preguntas que inauguran este seminario.
Gesto al presente –o desde el
presente– que se transforma en una gestualidad intermitente, incómoda,
inacabada y a contrapelo que reverbera en sus textos, en sus libros.
Es
esta insatisfacción la que origina el primer comentario, primera escena que
estrena la obra que nos convocó durante la semana: aquella pregunta que apela a
la insatisfacción de las categorías contemporáneas para pensar el presente.
Categorías que parecen desvanecerse en el hilo que entreteje el autor, pero a
la vez deshilvanando la construcción onto-política moderna. En el texto de
1999, Sergio establecía un primer cruce en torno a las políticas transicionales
tensionadas desde le problema de la excepcionalidad:
El mérito de nuestra continuidad jurídica –nos señala Villalobos-Ruminott– es que
permite reponer, en el imaginario cívico de una república en forma, el
horizonte utópico de una recuperación de la tradición democrática que cifró,
desde siempre para Chile independiente, la específica relación entre lo
político y lo social.[1]
La
Transición como fenómeno que operacionaliza la desvinculación de lo político y
lo social. Primer eje que nos interesa resaltar, como mecanismo que vertebra la
relación excepción-dictadura-transición. No es casual que tanto ese texto
inicial al cual hacía referencia, como también los primeras capítulos de Soberanías en suspenso, coincidan con la
sesión inaugural que nos convocó. La pregunta por la Transición –interpelación
más bien– es un hiato que en su condición permanente, anquilosada y quizás
suspendida, advierte esa señal que aboga por la desarticulación de los discursos
que la cimentaron en la dictadura.
El
juego se establece entonces, para Villalobos-Ruminott, en la relación que se
conjuga entre ya mencionadas relaciones, a saber: soberanía y vida, violencia y
ley, dictadura y transición. Comprender la derrota inaugurada por las
dictaduras del cono sur, por el 64’ brasileño, el 73’ chileno o argentino 76’,
requiere entonces del gesto reflexivo que advierte el rasgo excepcional de la
derrota de los proyectos latinoamericanos del complejo siglo XX. El lugar del
intelectual –nos decía hace una semana– requiere referirse a la catástrofe.
Desocultamiento de la operación que requirió las voces de los transitólogos,
expertos en la lectura paralítica de la historia de Chile subsumida en una
negación de esa catástrofe.
El
golpe y la transición comprendieron una modulación en la temporalidad
histórica, dónde la dictadura inaugura no sólo la crisis del republicanismo,
sino que también una crisis radical del formato que la contenía,[2]
transmutando la construcción soberana nacional al paradigma global. Los
discursos transitológicos viabilizaron este tránsito. Tránsito entonces a
partir de la misma transición. Tránsito que condiciona una práctica intelectual
que cumple una misión santificadora, como nos menciona Sergio, de la facticidad
neoliberal contemporánea.[3]
Si
consideramos la relación co-constitutiva entre dictadura y democracia, pensando
a la Transición como su obra, es posible plantearse entonces, que toda
narrativa excepcional, particularmente en el contexto de los golpes
históricamente situados en la América latina tumultuosa, son también una forma de
vehiculización de los mecanismos de legitimación que habían imperado en el XX
latinoamericano. En otras palabras, lo que ha estado en juego en esta lectura
no es sólo la condición institucionalizante de los regímenes autoritarios, como
señalaran O’Donnell y Garretón, sino que, para que esta institucionalización
opere se efectuaron diversos movimientos que cimentaron la condición de
posibilidad de una transición pactada, neoliberal y despolitizante, de la mano
de las ciencias sociales en tanto espacios que legitimaron un nuevo-viejo orden.
En este sentido, ¿es posible pensar en una gubernamentalidad transicional, que
emerge bajo la dictadura pero que se operacionaliza en la ‘democracia’?
2. Guerra, Dictadura y Globalización.
“La
relación entre guerra, dictadura, transición y globalización –apunta Villalobos-Ruminott
en Soberanías en suspenso– más que
augurarnos una bienvenida a la esquiva modernidad regional, revela la
reorganización geopolítica del mundo”.[4]
El interregno sería esa forma de
desocultamiento que nos muestra las incongruencias constitutivas de una
filosofía de la historia del capital.
Sin
embargo, aquí nos asalta una inquietud. La transmutación a lo global que
implicó la incorporación en los circuitos transnacionales del capital se
realizó desde el mismo Estado. Las dictaduras, las transiciones, ya sea en sus
facetas productivas desde el contenido constitucional, hasta su desactivación
en tanto hegemonía de los mercados, operan desde ese espacio. Desde una
teleología definida, republicana, modernista y modernizadora, desarrollista,
bajo sus distintas facetas, contempla ese momento ‘crítico’ que pone en tela de
juicio la direccionalidad de las acciones políticas desde el Estado. A ratos,
en la condición global, parece que ese espacio de inacción estatal frente a la
hegemonía del capital fuese una retirada. Sin embargo, leemos en ello una
reafirmación radical a partir de su indeterminación.
Políticas
transicionales. Políticas que juegan con una falsa indeterminación y que
auguran un conocimiento tecnocrático escondiendo la verdad ideológica que la
posibilita. Indeterminación transfigurada “en la medida de lo posible”. Dictum correctivo que se grabó a fuego
en la clase política nacional.
Cabría
preguntarse entonces, esa densidad histórica que comporta el Estado
contemporáneo. Y es el mismo Sergio quién nos responde:
Quizás esta sea la secreta continuidad de la
filosofía de la historia del capital, su capacidad para re-inseminar sus
imperativos acumulativos, sacrificiales y normativos en cada nueva instancia
histórica, manifestándose en la actualidad ya no como civilización o
modernización, desarrollismo o integración, sino como híper-explotación de
recursos en cuanto condición para una ‘nueva’ y definitiva democracia.[5]
Entonces,
nos preguntamos con Sergio: ¿es posible otra
democracia, que transgreda los designios de la acumulación? ¿No es sino el
Estado el que se ha metamorfoseado en relación a las adecuaciones que se subsumen
bajo la hegemonía del capital? ¿Por qué entonces plantear esa distancia
respecto a su ocupación, a su implosión desde dentro, si es justamente esa
forma jurídica la que condiciona en parte la producción de legitimidad que
solventa su halo republicano?
Inevitable
es entonces, remitirnos a la experiencia política contemporánea, contingente,
desde la conformación actual de la política chilena.
3. Transición y Frente Amplio:
El
efecto normalizador de la antropología política, bajo la hipótesis hobbesiana
del orden social, articula la relación entre construcción social bajo el pacto
y la formulación normativa. El imaginario de la transición opera en ese orden,
el de contener una activación bajo una forma normativa que busca relegar la
movilización contingente, a partir de las enseñanzas sobre y desde el pasado.
Añadimos
que esto se ha vuelto el dispositivo político de la transición, aquella forma
que se ha vuelto una subjetividad política idónea, explicitado de manera
persistente en los espacios políticos contemporáneos.
La
pregunta por el orden sigue siendo contingente. Lo era para Lechner el 85’. Lo
es para nosotros. Tensión entre democracia y orden como posibilidad de
desactivación del dispositivo político de la transición. Nos preguntamos: ¿Podríamos
desde la izquierda, desde la multiplicidad frenteamplista, desbaratar esa concatenación
teleológica que anuda orden y democracia, orden por cierto entendido desde la
hipótesis hobbesiana?
El
gesto de inscripción de las protestas de los 80’, en la política del pacto, se configuran
como parte del dispositivo político de la transición. Cómo entonces revertir la
relación, si, por una parte, advertimos el entronque entre soberanía y
acumulación, y por otra, del dispositivo político de la transición en términos
de desactivación social. ¿Cómo pensar una política no sacrificial? ¿Una
política no teleológica en el sentido de proyecto y destino de la comunidad?
En
Heterografías de la violencia, Sergio
apunta:
Mientras la izquierda siga pensando su rol sin
cuestionar las limitaciones terminales del régimen político de representación
moderno, seguirá subsumida a la hegemonía dirigencial de la derecha neoliberal
contemporánea, y seguirá reduciendo la complejidad de las prácticas sociales de
desacuerdo a una relación clientelar con el Estado y con las luchas por el
reconocimiento, cuestión que supone una violencia fundamental: la de reducir
toda manifestación social al modelo dicotómico de Estado y sociedad, partido y
movimiento, calle y parlamento.[6]
El populismo
salvaje, del cual nos hablaba en la última ocasión del presente seminario, da
cuenta de esta inquietud. Como una afirmación radical de los antagonismos,
múltiples, devariados, no territorializados, pero que debe, sin embargo, no reducirlos
al conflicto central. ¿Cómo se advierte entonces esa relación con el pueblo,
bajo el entendido de la necesaria historización de la forma y fondo que ha
adquirido el Estado latinoamericano? ¿Es posible articular esa desarticulación
radical desde una política contingente? ¿Cómo se juega la democracia en este contexto, en
tanto que se enfrenta a la escena de representación? ¿Cómo se dialoga con la
democracia, devenida sacrificialmente?
La necesidad de
pensar una noción de post-hegemonía en juego con propuestas actuales del Frente
Amplio, advierte un gesto crítico actual que plantea la permanente tensión a
contrapelo en los escritos de Villalobos-Ruminott.
Diremos en este ámbito, que una política radical y crítica es aquella que pueda
poner en tela de juicio la relación con el capital. Para ello, se hace preciso
advertir la contradicción constitutiva de un espacio que se piensa como
electoral.
Es quizás una
tarea coyuntural, más no por ello menos contingente, la necesidad de pensar una
desubjetivación de la política transicional. ¿Cómo respondería la constelación
infrapolítica a este entuerto? En último término, la relación de un populismo
salvaje advierte esa contradicción, la apelación a la “masa” y el anticapitalismo,
en tanto mecanismos de contención a las lógicas de acumulación.
Así nos
preguntamos: ¿cómo
desarticular los muros transitológicos impregnados en la escena política
tradicional, pero también presente en el sentido teleológico que busca el eje
en el heliocentrismo estatal? Sabiendo, por cierto, que esa indeterminación del
Estado actual, advierte una gubernamentalidad propia que vehiculiza de manera
exitosa la modulación del capitalismo contemporáneo.
Más que una
respuesta, rescatamos este gesto crítico, actual, radical y contemporáneo que
nos abre Villalobos-Ruminott. Posibilidades
de pensamiento que desocultan la clausura contenida en un discurso que nos
advierte, bajo nuevas claves analíticas, el desafío de articular nuevamente la
politización, poniendo en jaque a su vez el utilitarismo del consenso
transicional.
[1] Villalobos-Ruminott, “El escándalo de
Pinochet como síntoma de un país atribulado. Revista Crítica Cultural nº 18,
1999”, en Richard, Nelly (ed.), Debates
críticos en América Latina 3, Ed. Arcis, Santiago de Chile, 2009, p. 75.
[2] Villalobos-Ruminott,
Soberanías en suspenso. Imaginación y violencia
en América Latina, Ed. La Cebra, Buenos Aires, 2013, p. 14.
[3] Ibidem,
p. 69.
[4] Ibídem.
[5] Villalobos-Ruminott, Heterografías de
la violencia. Historia Nihilismo Destrucción,
Ed. La Cebra, Buenos Aires, 2016, p. 117.
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