sábado, 29 de julio de 2017

Sergio Villalobos-Ruminott - La desarticulación (seminario en el Departamento de Filosofía UMCE, 10-17 de julio de 2017). Texto de Luna Follegati.


SEMINARIO

LA DESARTICULACIÓN. 
Epocalidad, hegemonía e historicidad 
en el pensamiento contemporáneo.

Dr. Sergio Villalobos-Ruminott (University of Michigan)

Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación
Departamento de Filosofía
Santiago de Chile, del 10 al 17 de Julio de 2017


Este seminario intenta un recorrido a través del pensamiento contemporáneo concernido por la herencia heideggeriana y la destrucción de la onto-teología. Más allá del escándalo asociado con las recientes publicaciones de los Cuadernos negros, intentamos acá una consideración de las formas y énfasis que dicha destrucción ha adquirido en algunos pensadores contemporáneos. Sin intentar agotar el infinito archivo filosófico relativo al pensamiento post-heideggeriano, lo que articula a las diferentes sesiones de este seminario es la pregunta por el agotamiento de la relación moderna de teoría y práctica, y, por tanto, de la relación entre filosofía e historia, cuestión que trabajaremos a partir de la problemática de la historicidad, de la politicidad y de la infrapolítica.

Sesiones:

1) Lunes 10 de Julio: "La desarticulación".

2) Martes 11 de Julio: "Hegemonía y anarquía".

3) Miércoles 12 de Julio: "Deconstrucción e historicidad".

4) Jueves 13 de Julio: "Onto-teo-política".

5) Viernes 14 de Julio: "Infrapolítica y post-hegemonía".


*   *   *

Comentarios al seminario La desarticulación

Por Luna Follegati


1. La Transición y la crítica desde presente:

Hace casi 20 años, Sergio Villalobos-Ruminott escribía un texto sugerente. No sólo por la escena política que se debatía en ese entonces –el arresto de Pinochet en Londres–, sino que también por el constante gesto de interpelación política que se debate en sus propuestas. Intención que inicia una posición inacabada: la búsqueda constante desde una pregunta por el presente.

Mi condición de intrusa en la filosofía, de huésped incómodo que enarbola ciertas preguntas en torno a la misma condición actual, no hace sino revisitar estos textos con una pertinencia inaudita. Preguntas que inauguran este seminario. Gesto al presente –o desde el presente– que se transforma en una gestualidad intermitente, incómoda, inacabada y a contrapelo que reverbera en sus textos, en sus libros.

Es esta insatisfacción la que origina el primer comentario, primera escena que estrena la obra que nos convocó durante la semana: aquella pregunta que apela a la insatisfacción de las categorías contemporáneas para pensar el presente. Categorías que parecen desvanecerse en el hilo que entreteje el autor, pero a la vez deshilvanando la construcción onto-política moderna. En el texto de 1999, Sergio establecía un primer cruce en torno a las políticas transicionales tensionadas desde le problema de la excepcionalidad:

El mérito de nuestra continuidad jurídica –nos señala Villalobos-Ruminott– es que permite reponer, en el imaginario cívico de una república en forma, el horizonte utópico de una recuperación de la tradición democrática que cifró, desde siempre para Chile independiente, la específica relación entre lo político y lo social.[1]

La Transición como fenómeno que operacionaliza la desvinculación de lo político y lo social. Primer eje que nos interesa resaltar, como mecanismo que vertebra la relación excepción-dictadura-transición. No es casual que tanto ese texto inicial al cual hacía referencia, como también los primeras capítulos de Soberanías en suspenso, coincidan con la sesión inaugural que nos convocó. La pregunta por la Transición –interpelación más bien– es un hiato que en su condición permanente, anquilosada y quizás suspendida, advierte esa señal que aboga por la desarticulación de los discursos que la cimentaron en la dictadura.

El juego se establece entonces, para Villalobos-Ruminott, en la relación que se conjuga entre ya mencionadas relaciones, a saber: soberanía y vida, violencia y ley, dictadura y transición. Comprender la derrota inaugurada por las dictaduras del cono sur, por el 64’ brasileño, el 73’ chileno o argentino 76’, requiere entonces del gesto reflexivo que advierte el rasgo excepcional de la derrota de los proyectos latinoamericanos del complejo siglo XX. El lugar del intelectual –nos decía hace una semana– requiere referirse a la catástrofe. Desocultamiento de la operación que requirió las voces de los transitólogos, expertos en la lectura paralítica de la historia de Chile subsumida en una negación de esa catástrofe.

El golpe y la transición comprendieron una modulación en la temporalidad histórica, dónde la dictadura inaugura no sólo la crisis del republicanismo, sino que también una crisis radical del formato que la contenía,[2] transmutando la construcción soberana nacional al paradigma global. Los discursos transitológicos viabilizaron este tránsito. Tránsito entonces a partir de la misma transición. Tránsito que condiciona una práctica intelectual que cumple una misión santificadora, como nos menciona Sergio, de la facticidad neoliberal contemporánea.[3] 

Si consideramos la relación co-constitutiva entre dictadura y democracia, pensando a la Transición como su obra, es posible plantearse entonces, que toda narrativa excepcional, particularmente en el contexto de los golpes históricamente situados en la América latina tumultuosa, son también una forma de vehiculización de los mecanismos de legitimación que habían imperado en el XX latinoamericano. En otras palabras, lo que ha estado en juego en esta lectura no es sólo la condición institucionalizante de los regímenes autoritarios, como señalaran O’Donnell y Garretón, sino que, para que esta institucionalización opere se efectuaron diversos movimientos que cimentaron la condición de posibilidad de una transición pactada, neoliberal y despolitizante, de la mano de las ciencias sociales en tanto espacios que legitimaron un nuevo-viejo orden. En este sentido, ¿es posible pensar en una gubernamentalidad transicional, que emerge bajo la dictadura pero que se operacionaliza en la ‘democracia’?

2. Guerra, Dictadura y Globalización.

“La relación entre guerra, dictadura, transición y globalización –apunta Villalobos-Ruminott en Soberanías en suspenso– más que augurarnos una bienvenida a la esquiva modernidad regional, revela la reorganización geopolítica del mundo”.[4] El interregno sería esa forma de desocultamiento que nos muestra las incongruencias constitutivas de una filosofía de la historia del capital.

Sin embargo, aquí nos asalta una inquietud. La transmutación a lo global que implicó la incorporación en los circuitos transnacionales del capital se realizó desde el mismo Estado. Las dictaduras, las transiciones, ya sea en sus facetas productivas desde el contenido constitucional, hasta su desactivación en tanto hegemonía de los mercados, operan desde ese espacio. Desde una teleología definida, republicana, modernista y modernizadora, desarrollista, bajo sus distintas facetas, contempla ese momento ‘crítico’ que pone en tela de juicio la direccionalidad de las acciones políticas desde el Estado. A ratos, en la condición global, parece que ese espacio de inacción estatal frente a la hegemonía del capital fuese una retirada. Sin embargo, leemos en ello una reafirmación radical a partir de su indeterminación.

Políticas transicionales. Políticas que juegan con una falsa indeterminación y que auguran un conocimiento tecnocrático escondiendo la verdad ideológica que la posibilita. Indeterminación transfigurada “en la medida de lo posible”. Dictum correctivo que se grabó a fuego en la clase política nacional.

Cabría preguntarse entonces, esa densidad histórica que comporta el Estado contemporáneo. Y es el mismo Sergio quién nos responde:

Quizás esta sea la secreta continuidad de la filosofía de la historia del capital, su capacidad para re-inseminar sus imperativos acumulativos, sacrificiales y normativos en cada nueva instancia histórica, manifestándose en la actualidad ya no como civilización o modernización, desarrollismo o integración, sino como híper-explotación de recursos en cuanto condición para una ‘nueva’ y definitiva democracia.[5]

Entonces, nos preguntamos con Sergio: ¿es posible otra democracia, que transgreda los designios de la acumulación? ¿No es sino el Estado el que se ha metamorfoseado en relación a las adecuaciones que se subsumen bajo la hegemonía del capital? ¿Por qué entonces plantear esa distancia respecto a su ocupación, a su implosión desde dentro, si es justamente esa forma jurídica la que condiciona en parte la producción de legitimidad que solventa su halo republicano?

Inevitable es entonces, remitirnos a la experiencia política contemporánea, contingente, desde la conformación actual de la política chilena.

3. Transición y Frente Amplio:

El efecto normalizador de la antropología política, bajo la hipótesis hobbesiana del orden social, articula la relación entre construcción social bajo el pacto y la formulación normativa. El imaginario de la transición opera en ese orden, el de contener una activación bajo una forma normativa que busca relegar la movilización contingente, a partir de las enseñanzas sobre y desde el pasado.

Añadimos que esto se ha vuelto el dispositivo político de la transición, aquella forma que se ha vuelto una subjetividad política idónea, explicitado de manera persistente en los espacios políticos contemporáneos.

La pregunta por el orden sigue siendo contingente. Lo era para Lechner el 85’. Lo es para nosotros. Tensión entre democracia y orden como posibilidad de desactivación del dispositivo político de la transición. Nos preguntamos: ¿Podríamos desde la izquierda, desde la multiplicidad frenteamplista, desbaratar esa concatenación teleológica que anuda orden y democracia, orden por cierto entendido desde la hipótesis hobbesiana?

El gesto de inscripción de las protestas de los 80’, en la política del pacto, se configuran como parte del dispositivo político de la transición. Cómo entonces revertir la relación, si, por una parte, advertimos el entronque entre soberanía y acumulación, y por otra, del dispositivo político de la transición en términos de desactivación social. ¿Cómo pensar una política no sacrificial? ¿Una política no teleológica en el sentido de proyecto y destino de la comunidad?

En Heterografías de la violencia, Sergio apunta:

Mientras la izquierda siga pensando su rol sin cuestionar las limitaciones terminales del régimen político de representación moderno, seguirá subsumida a la hegemonía dirigencial de la derecha neoliberal contemporánea, y seguirá reduciendo la complejidad de las prácticas sociales de desacuerdo a una relación clientelar con el Estado y con las luchas por el reconocimiento, cuestión que supone una violencia fundamental: la de reducir toda manifestación social al modelo dicotómico de Estado y sociedad, partido y movimiento, calle y parlamento.[6]

El populismo salvaje, del cual nos hablaba en la última ocasión del presente seminario, da cuenta de esta inquietud. Como una afirmación radical de los antagonismos, múltiples, devariados, no territorializados, pero que debe, sin embargo, no reducirlos al conflicto central. ¿Cómo se advierte entonces esa relación con el pueblo, bajo el entendido de la necesaria historización de la forma y fondo que ha adquirido el Estado latinoamericano? ¿Es posible articular esa desarticulación radical desde una política contingente? ¿Cómo se juega la democracia en este contexto, en tanto que se enfrenta a la escena de representación? ¿Cómo se dialoga con la democracia, devenida sacrificialmente?

La necesidad de pensar una noción de post-hegemonía en juego con propuestas actuales del Frente Amplio, advierte un gesto crítico actual que plantea la permanente tensión a contrapelo en los escritos de Villalobos-Ruminott. Diremos en este ámbito, que una política radical y crítica es aquella que pueda poner en tela de juicio la relación con el capital. Para ello, se hace preciso advertir la contradicción constitutiva de un espacio que se piensa como electoral.

Es quizás una tarea coyuntural, más no por ello menos contingente, la necesidad de pensar una desubjetivación de la política transicional. ¿Cómo respondería la constelación infrapolítica a este entuerto? En último término, la relación de un populismo salvaje advierte esa contradicción, la apelación a la “masa” y el anticapitalismo, en tanto mecanismos de contención a las lógicas de acumulación.

Así nos preguntamos: ¿cómo desarticular los muros transitológicos impregnados en la escena política tradicional, pero también presente en el sentido teleológico que busca el eje en el heliocentrismo estatal? Sabiendo, por cierto, que esa indeterminación del Estado actual, advierte una gubernamentalidad propia que vehiculiza de manera exitosa la modulación del capitalismo contemporáneo.

Más que una respuesta, rescatamos este gesto crítico, actual, radical y contemporáneo que nos abre Villalobos-Ruminott. Posibilidades de pensamiento que desocultan la clausura contenida en un discurso que nos advierte, bajo nuevas claves analíticas, el desafío de articular nuevamente la politización, poniendo en jaque a su vez el utilitarismo del consenso transicional. 



[1] Villalobos-Ruminott, “El escándalo de Pinochet como síntoma de un país atribulado. Revista Crítica Cultural nº 18, 1999”, en Richard, Nelly (ed.), Debates críticos en América Latina 3, Ed. Arcis, Santiago de Chile, 2009, p. 75.
[2] Villalobos-Ruminott, Soberanías en suspenso. Imaginación y violencia en América Latina, Ed. La Cebra, Buenos Aires, 2013, p. 14.
[3] Ibidem, p. 69.
[4] Ibídem.
[5] Villalobos-Ruminott, Heterografías de la violencia. Historia Nihilismo Destrucción, Ed. La Cebra, Buenos Aires, 2016, p. 117.
[6] Ibidem, p. 162.

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