La paradoja del
vacío en el fin de la hegemonía:
sobre el libro de Maristella Svampa,
«Debates Latinoamericanos: Indianismo, desarrollo, dependencia, y populismo».
sobre el libro de Maristella Svampa,
«Debates Latinoamericanos: Indianismo, desarrollo, dependencia, y populismo».
Notas de la
presentación y el taller en la Universidad de Pennsylvania.
Por Gerardo Muñoz
El
libro más reciente de Maristella Svampa, «Debates
Latinoamericanos: Indianismo, desarollo, dependencia y populismo» (Ed. Edhasa,
Buenos Aires, 2016), es verdaderamente un libro significativo. Es el resultado
de más de una década de investigación archivística y elaboración teórica, con
profundas implicaciones en la investigación sociológica y política de la región.
En un reciente taller realizado en la Universidad de Pennsylvania esta semana, la
profesora Tulia Falletti se refirió a Svampa después de la publicación de «Debates Latinoamericanos» (2016) y «Maldesarrollo» (2014) como un “nuevo
Guillermo O'Donnell”, dado el impacto duradero que su trabajo sistemático producirá
para tantos campos de investigación tanto en los Estados Unidos como en América
Latina. Estructurado por cuatro problemas analíticos interrelacionados –indigeneidad,
desarrollo, teoría de la dependencia y tradición populista latinoamericana–, «Debates Latinoamericanos» aborda y
evalúa los límites de la reflexión política en la región en el último medio siglo.
Además, el libro es útil tanto para los especialistas como para los
estudiantes, ya que cubre una gran parte de los debates historiográficos de
manera polémica. Y digo polémico aquí no sólo en términos de su heterodoxia,
sino también en términos de un relevo del polemos
que mueve al pensamiento, invitando a ir adelante con la reflexión y la
contestación de su trabajo.
En el espacio de un breve comentario
sobre el libro no puedo intentar lo imposible y ofrecer un resumen sustancial de
un libro tan masivo. En lugar de ello, quiero aprovechar esta oportunidad para
avanzar algunas de las preguntas que pusimos en juego hace unos días cuando
presenté este libro en un taller. También quiero tener en mente el brillante
discurso de Maristella Svampa sobre el populismo y el fin del ciclo progresista latinoamericano, que
ella presentó al día siguiente y que estaba vinculado a problemas relevantes
elaborados en el libro [1].
Svampa escribe «Debates Latinoamericanos» de cara al ruinoso espacio de lo
político en la tradición latinoamericana. Pero, ¿qué es y dónde está el origen
de esta catástrofe? ¿En qué medida podemos ofrecer una explicación contra-imperial
de la dominación imperial contra una localidad marginada del sistema-mundo del
capitalismo moderno? Svampa no dice que la posición contraria al imperialismo
sea insuficiente como modelo para explicar la expropiación interna y el
continuo déficit democrático, sino que realiza una exploración a través de los cuatro
diferentes paradigmas que arrojan luz sobre la que es, ciertamente, la cuestión
más sustanciosa de la razón política latinoamericana: ¿por qué no ha habido
legitimidad democrática en la región durante los últimos doscientos años?
Quiero detenerme brevemente en un pasaje que parece proveer un buen punto de
partida para la conversación y que pienso que deberíamos citar aquí en extenso:
En
ambos países [Argentina y Chile] el espacio ocupado por los indígenas fue visto
como “desierto”, “espacio vacío”, o para usar libremente la imagen de David
Viñas, como la “contradicción de lo vacío que debe ser llenado” (Viñas, 1981:
73). En Argentina, la metáfora del desierto creaba así una idea determinada de
la nación, que tanto había obsesionado a la Generación del 37: más que una
nación para el desierto, se trata de construir un desierto que justifica la
expansión de la nación. En Argentina, la expansión del capitalismo agrario y la
consolidación del Estado nacional (mediante la estrategia de control
territorial y la afirmación de la frontera con Chile), se realizan a través de
la violencia generada contra las poblaciones originarias en diferentes campañas
militares, en la Patagonia y en el norte del país, entre 1870 y 1885. Dicha
violencia tuvo un efecto demoledor sobre los diferentes pueblos indígenas. (Svampa, «Debates Latinoamericanos», p. 43).
A primera vista, bien podría ser que
este pasaje fuera sólo una glosa estricta de «Un nación para el desierto argentino» (1989) de Tulio Halperin
Donghi yuxtapuesto con «Indios, Ejercito
y Frontera» (1983) de David Viñas. Pero quiero sugerir que Svampa está
haciendo algo más aquí también. Mientras que para Halperin Donghi la Campaña del Desierto comandada por el
General Roca fue la consolidación y coronación del Estado nacional, para Svampa
marca el vacío en el centro y origen de lo político en Argentina. El exterminio
de la población indígena como una forma de acumulación originaria en curso,
para decirlo con John Kranaiuskas, es lo que es común al despliegue histórico
en los tiempos neoliberales. Pero tampoco creo que Svampa esté de acuerdo con
la tesis de David Viñas. Según la narración de Viñas, la derrota militar de la
comunidad indígena es equivalente, una mera repetición, a los desaparecidos de
la dictadura militar durante 1976-1983. Esta repetición apunta a una violencia
originaria y simétrica que debe ser superada por la revolución. Como he
estudiado en mi trabajo sobre Viñas, esta crítica del historicismo del Estado
argentino permanece dentro del horizonte de la violencia revolucionaria como
exceso trascendental de liberación [2].
Svampa parece decirnos que esta paradoja
o contradicción en el vacío nos hace estar advertidos de un problema diferente,
pero también de un razonamiento alternativo más allá de la consolidación
nacional y de la liberación militante subjetiva. Unas cuantas páginas después
del pasaje citado, Svampa escribe:
Cierto
es que la “invisibilización no los borró por completo, sino que los transformó
en una presencia no-visible latente y culturalmente constitutiva de formas
hegemónicas de la nacionalidad”. Tan hegemónico ha sido el dispositivo
fundamental en la representación de la Argentina como nación que muchos
argentinos que se lamentaron de la brutalidad de la Campaña del Desierto,
incorporaron el dispositivo invisibilizador, contribuyendo a reproducir la idea
de que lo indígena ya no es parte de la nación. (Svampa, «Debates Latinoamericanos», p. 45).
Esto es revelador por varias razones.
Pero principalmente quiero sugerir que la paradoja del vacío es parte integral
del trabajo de hegemonía, tanto como un aparato de exclusión, como también en
su función de transporte espectral y residual.
Mientras tanto Halperin como Viñas –uno
del lado del liberalismo y otro del marxismo sartreano– suscriben un cierre
hegemónico de la historia, la paradoja del vacío de Svampa tiene que ver con la
articulación misma de la hegemonía, instalada como problema central al momento de
dar cuenta del déficit democrático de la región, así como de la excepcional y
fisurada legitimidad de la soberanía. Es en este sentido que documentos tan
importantes como el principio axiomático de Alberdi de “gobernar es poblar”, la
“Carta Abierta a la Junta Militar” de
Rodolfo Walsh, o incluso la teoría de Ernesto Laclau sobre el significante vacío
de la teoría populista, son sólo diferentes variaciones del mismo problema; es
decir, vías heterogéneas de llegar a un acuerdo con la paradoja del vacío, pero
sólo para legislar el tiempo de su ruina. ¿Qué es la teoría de la hegemonía de
Laclau si no la asunción de que hay un vacío, pero sólo en la medida en que
debemos encontrar un contenido equivalencial para constreñir la cavidad que es
constitutiva de su origen? Tomemos, por ejemplo, lo que Laclau dice en un pasaje
de su libro póstumo «The Rhetorical
Foundations of Society» (2014):
(…)
la relación precisa entre significantes “vacíos” y “flotantes” –dos términos
que han tenido una circulación considerable en la literatura semiótica y
post-estructuralista contemporánea. En el caso del significante flotante, tendríamos
aparentemente un exceso de sentido, mientras que el significante vacío sería,
por el contrario, un significante sin significado. (…). Todo esto conduce a una
conclusión inevitable: entender las operaciones de lo ideológico dentro del
campo de las representaciones colectivas es sinónimo de entender esta lógica de
simplificación del campo social que hemos denominado “equivalencia” [3].
En su discurso sobre el fin del ciclo
progresista latinoamericano, Svampa mencionó tres modelos analíticos del populismo.
En primer lugar está la versión débil asociada al análisis de Loris Zanatta,
que obstinadamente –y en mi opinión erróneamente– confunde el populismo con el
irracionalismo teológico. Esto permite comparaciones abusivas, como la de Eva
Perón con Marie Le Pen, o incluso la de Juan Domingo Perón con Donald Trump o
el fascismo de Europa Oriental. En segundo lugar está el modelo de Laclau, tal
como fue elaborado por primera vez en su libro temprano «Politics and Ideology in Marxist Theory» (1977) y más tarde en su «On Populist Reason» (2002), que trató
de avanzar en una elaboración paralela de la teoría de la hegemonía vis-à-vis con la teoría del discurso y las
topologías lacanianas. Y en tercer lugar está la sociología del populismo, en
la que Svampa se inscribe a sí misma, en particular elaborada en su libro «La plaza vacía: las transformaciones del
peronismo» (1997). Este modelo también es compartido por cientistas políticos
como Margarita López Maya, Carlos de la Torre, y de manera diferente con Benjamín
Arditi. Esta tercera opción es lo que Svampa ofreció como modelo de “populismo
ambivalente”, de un populismo que está en constante lucha con el problema de la
democracia. Pero tal como sugiere la etiqueta, el populismo ambivalente sigue
siendo sólo eso: ambivalente, lo que equivale a un callejón sin salida y un
límite. ¿Podemos ir más allá?
Yo leo «Debates Latinoamericanos» como una oportunidad para plantear este
problema, y seguir pensando. En respuesta a mi pregunta sobre la posibilidad
de un populismo democrático sin cierre hegemónico y liderazgo carismático,
Svampa mencionó que en América Latina sólo ha habido populismos de hegemonía y
nada más. También está claro que, en la reflexión latinoamericanista, la
narración ha sido enteramente populista, sólo que disfrazada de “estudios
culturales”, como ya argumentó a fines de los noventa Jon Beasley-Murray. Es
hora de ir más allá de la teoría de la hegemonía, en particular si ha
demostrado ser catastrófica a corto y largo plazo en todo el espectro político.
El populismo con hegemonía no puede volar muy alto, y no hay necesidad de llevar
pesadas cargas de un tiempo que ya se ha ido [4]. Es hora de
abandonarlo. Si los tiempos han cambiado y la composición del Estado nacional
popular o integral ya no es más la principal restricción de la política en las
redes globales externas o incluso en la expansión interna del derecho
administrativo, sólo tiene sentido que nos movamos hacia un populismo demótico para
tiempos posthegemónicos.
Este desplazamiento marcará una
diferencia crucial entre, por un lado, un experimento populista posthegemónico,
y, por otro, un populismo reaccionario. Mientras que los líderes carismáticos
derechistas como Le Pen o Petry prometen un nacionalismo popular, lo hacen bajo
la premisa (falsa) de que algo más que la globalización factual sigue siendo
posible y mejor. Lo mismo se podría argumentar en términos del estado de
derecho. De acuerdo a Bruce Ackerman, hay momentos de expansión popular de las
demandas sociales insatisfechas, y hay momentos de reacción constitucional que
restringen o traicionan estos logros (tomar el caso del condado de Shelby v/s
Holder en 2013, decidido por la Corte Roberts contra la constitucionalidad de
dos disposiciones claves de la Ley de Derechos de Voto de 1965) [5]. Ni la
desvinculación de la economía global ni un remoto pasado imperial es deseable
como destino político para millones de ciudadanos y comunidades sociales de
Occidente. Tal demanda sólo podría ser parte de una fantasía neo-imperial
decolonial. Podríamos pensar aquí en el importante programa político de Errejón
“Recuparar la Ilusión”: aquí tenemos una gran propuesta populista que no se
basa ni en el presidencialismo carismático ni en la desvinculación de la
eurozona. Errejón esboza abiertamente un programa basado en la transversalidad
democrática y la integración europea. De hecho, la derrota de Errejón en el
Segundo Congreso celebrado en Vistalegre a principios de este año fue una
catástrofe política para aquellos que esperaban un resurgimiento democrático en
la zona europea.
Pero también podemos mirar hacia la
llamada emergencia de la derecha en América Latina. Svampa apunta correctamente
a que el gobierno de Mauricio Macri no ha desmantelado los principales
programas sociales del Estado implementados durante el kirchnerismo. Esto es
consistente con la hipótesis de Pablo Stefanoni un par de años antes del
colapso del ciclo progresista, que sugirió que después de una década fuera del
poder, la derecha podría haber aprendido a moverse alrededor de las estructuras
del Estado en ensamble con multinacionales globales, evitando la condiciones de
posibilidad que a principios del milenio condujeron al derrocamiento de varios
presidentes en Argentina y al ascenso político de Hugo Chávez en Venezuela [6].
De una manera extraña, la derecha sabe mejor que nadie que la situación ya no
es la de los años 30 o 40 (¡o incluso la de los 90!) y que para fomentar formas
nuevas y furtivas de dominación hay necesidad de un constante acomodo. Es hora
de que la izquierda también aprenda de sus errores si quiere evitar el
movimiento pendular que abastece el desmantelamiento de las conquistas sociales
del Estado regulador en una época de administraciones descentralizadas. Por lo
tanto, no es exagerado o falto de modestia decir que sólo afirmando una
política posthegemónica un nuevo proyecto progresista tiene la capacidad de una
reinvención democrática en América Latina, y a través de Europa donde el futuro
es aún más sombrío.
Traducción del inglés al español por Gonzalo Díaz Letelier.
NOTAS
[1]
Maristella Svampa, “Latin American
Populisms at the End of the Progressive Cycle”, charla impartida en la
Universidad de Pennsylvania, 5 de abril de 2017; link: https://www.sas.upenn.edu/lals/event/lalses-seminar-2
[2]
Ver mi «Gloria y revolución en David
Viñas: sobre “Sábado de Gloria en la Capital (Socialista) de América Latina”»,
en La Habana Elegante, Mayo de 2012;
link: http://www.habanaelegante.com/Archivo_Revolucion/Revolucion_Munoz.html.
Ver
también John Kraniauskas, «Gobernar es
repoblar: sobre la acumulación originaria neoliberal» (2003).
[3] Ernesto
Laclau, “The Death and Resurrection of
the Theory of Ideology”, en «The
Rhetorical Foundations of Society», Ed. Verso, Londres, 2014, pp. 20-21.
[4]
La idea de la hegemonía como carga pesada que conduce al desastre ha sido
planteada recientemente por Moreiras leyendo a Podemos en España; ver Alberto
Moreiras, “El debate populista en España después del 20-D”; link: https://infrapolitica.wordpress.com/2017/01/02/the-populist-debate-in-spain-after-20-d-draft-paper-for-mla-2017-by-alberto-moreiras/
[5] Bruce
Ackerman, «Reactionary Constitutional
Moments: Further Thoughts on The Civil Rights Revolution», en Jerusalem
Review of Legal Studies (2016), 13: 47-58.
[6]
Pablo Stefanoni, “La lulización de la
izquierda latinoamericana”; link: http://www.eldiplo.org/notas-web/la-lulizacion-de-la-izquierda-latinoamericana
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