domingo, 16 de abril de 2017

Gerardo Muñoz, "La paradoja del vacío en el fin de la hegemonía: sobre el libro de Maristella Svampa, «Debates Latinoamericanos» (2016).


La paradoja del vacío en el fin de la hegemonía: 
sobre el libro de Maristella Svampa, 
«Debates Latinoamericanos: Indianismo, desarrollo, dependencia, y populismo».
Notas de la presentación y el taller en la Universidad de Pennsylvania.

Por Gerardo Muñoz

El libro más reciente de Maristella Svampa, «Debates Latinoamericanos: Indianismo, desarollo, dependencia y populismo» (Ed. Edhasa, Buenos Aires, 2016), es verdaderamente un libro significativo. Es el resultado de más de una década de investigación archivística y elaboración teórica, con profundas implicaciones en la investigación sociológica y política de la región. En un reciente taller realizado en la Universidad de Pennsylvania esta semana, la profesora Tulia Falletti se refirió a Svampa después de la publicación de «Debates Latinoamericanos» (2016) y «Maldesarrollo» (2014) como un “nuevo Guillermo O'Donnell”, dado el impacto duradero que su trabajo sistemático producirá para tantos campos de investigación tanto en los Estados Unidos como en América Latina. Estructurado por cuatro problemas analíticos interrelacionados –indigeneidad, desarrollo, teoría de la dependencia y tradición populista latinoamericana–, «Debates Latinoamericanos» aborda y evalúa los límites de la reflexión política en la región en el último medio siglo. Además, el libro es útil tanto para los especialistas como para los estudiantes, ya que cubre una gran parte de los debates historiográficos de manera polémica. Y digo polémico aquí no sólo en términos de su heterodoxia, sino también en términos de un relevo del polemos que mueve al pensamiento, invitando a ir adelante con la reflexión y la contestación de su trabajo.

En el espacio de un breve comentario sobre el libro no puedo intentar lo imposible y ofrecer un resumen sustancial de un libro tan masivo. En lugar de ello, quiero aprovechar esta oportunidad para avanzar algunas de las preguntas que pusimos en juego hace unos días cuando presenté este libro en un taller. También quiero tener en mente el brillante discurso de Maristella Svampa sobre el populismo y el fin del ciclo progresista latinoamericano, que ella presentó al día siguiente y que estaba vinculado a problemas relevantes elaborados en el libro [1].

Svampa escribe «Debates Latinoamericanos» de cara al ruinoso espacio de lo político en la tradición latinoamericana. Pero, ¿qué es y dónde está el origen de esta catástrofe? ¿En qué medida podemos ofrecer una explicación contra-imperial de la dominación imperial contra una localidad marginada del sistema-mundo del capitalismo moderno? Svampa no dice que la posición contraria al imperialismo sea insuficiente como modelo para explicar la expropiación interna y el continuo déficit democrático, sino que realiza una exploración a través de los cuatro diferentes paradigmas que arrojan luz sobre la que es, ciertamente, la cuestión más sustanciosa de la razón política latinoamericana: ¿por qué no ha habido legitimidad democrática en la región durante los últimos doscientos años? Quiero detenerme brevemente en un pasaje que parece proveer un buen punto de partida para la conversación y que pienso que deberíamos citar aquí en extenso:

En ambos países [Argentina y Chile] el espacio ocupado por los indígenas fue visto como “desierto”, “espacio vacío”, o para usar libremente la imagen de David Viñas, como la “contradicción de lo vacío que debe ser llenado” (Viñas, 1981: 73). En Argentina, la metáfora del desierto creaba así una idea determinada de la nación, que tanto había obsesionado a la Generación del 37: más que una nación para el desierto, se trata de construir un desierto que justifica la expansión de la nación. En Argentina, la expansión del capitalismo agrario y la consolidación del Estado nacional (mediante la estrategia de control territorial y la afirmación de la frontera con Chile), se realizan a través de la violencia generada contra las poblaciones originarias en diferentes campañas militares, en la Patagonia y en el norte del país, entre 1870 y 1885. Dicha violencia tuvo un efecto demoledor sobre los diferentes pueblos indígenas. (Svampa, «Debates Latinoamericanos», p. 43).

A primera vista, bien podría ser que este pasaje fuera sólo una glosa estricta de «Un nación para el desierto argentino» (1989) de Tulio Halperin Donghi yuxtapuesto con «Indios, Ejercito y Frontera» (1983) de David Viñas. Pero quiero sugerir que Svampa está haciendo algo más aquí también. Mientras que para Halperin Donghi la Campaña del Desierto comandada por el General Roca fue la consolidación y coronación del Estado nacional, para Svampa marca el vacío en el centro y origen de lo político en Argentina. El exterminio de la población indígena como una forma de acumulación originaria en curso, para decirlo con John Kranaiuskas, es lo que es común al despliegue histórico en los tiempos neoliberales. Pero tampoco creo que Svampa esté de acuerdo con la tesis de David Viñas. Según la narración de Viñas, la derrota militar de la comunidad indígena es equivalente, una mera repetición, a los desaparecidos de la dictadura militar durante 1976-1983. Esta repetición apunta a una violencia originaria y simétrica que debe ser superada por la revolución. Como he estudiado en mi trabajo sobre Viñas, esta crítica del historicismo del Estado argentino permanece dentro del horizonte de la violencia revolucionaria como exceso trascendental de liberación [2].

Svampa parece decirnos que esta paradoja o contradicción en el vacío nos hace estar advertidos de un problema diferente, pero también de un razonamiento alternativo más allá de la consolidación nacional y de la liberación militante subjetiva. Unas cuantas páginas después del pasaje citado, Svampa escribe:

Cierto es que la “invisibilización no los borró por completo, sino que los transformó en una presencia no-visible latente y culturalmente constitutiva de formas hegemónicas de la nacionalidad”. Tan hegemónico ha sido el dispositivo fundamental en la representación de la Argentina como nación que muchos argentinos que se lamentaron de la brutalidad de la Campaña del Desierto, incorporaron el dispositivo invisibilizador, contribuyendo a reproducir la idea de que lo indígena ya no es parte de la nación. (Svampa, «Debates Latinoamericanos», p. 45).

Esto es revelador por varias razones. Pero principalmente quiero sugerir que la paradoja del vacío es parte integral del trabajo de hegemonía, tanto como un aparato de exclusión, como también en su función de transporte espectral y residual.

Mientras tanto Halperin como Viñas –uno del lado del liberalismo y otro del marxismo sartreano– suscriben un cierre hegemónico de la historia, la paradoja del vacío de Svampa tiene que ver con la articulación misma de la hegemonía, instalada como problema central al momento de dar cuenta del déficit democrático de la región, así como de la excepcional y fisurada legitimidad de la soberanía. Es en este sentido que documentos tan importantes como el principio axiomático de Alberdi de “gobernar es poblar”, la “Carta Abierta a la Junta Militar” de Rodolfo Walsh, o incluso la teoría de Ernesto Laclau sobre el significante vacío de la teoría populista, son sólo diferentes variaciones del mismo problema; es decir, vías heterogéneas de llegar a un acuerdo con la paradoja del vacío, pero sólo para legislar el tiempo de su ruina. ¿Qué es la teoría de la hegemonía de Laclau si no la asunción de que hay un vacío, pero sólo en la medida en que debemos encontrar un contenido equivalencial para constreñir la cavidad que es constitutiva de su origen? Tomemos, por ejemplo, lo que Laclau dice en un pasaje de su libro póstumo «The Rhetorical Foundations of Society» (2014):

(…) la relación precisa entre significantes “vacíos” y “flotantes” –dos términos que han tenido una circulación considerable en la literatura semiótica y post-estructuralista contemporánea. En el caso del significante flotante, tendríamos aparentemente un exceso de sentido, mientras que el significante vacío sería, por el contrario, un significante sin significado. (…). Todo esto conduce a una conclusión inevitable: entender las operaciones de lo ideológico dentro del campo de las representaciones colectivas es sinónimo de entender esta lógica de simplificación del campo social que hemos denominado “equivalencia” [3].

En su discurso sobre el fin del ciclo progresista latinoamericano, Svampa mencionó tres modelos analíticos del populismo. En primer lugar está la versión débil asociada al análisis de Loris Zanatta, que obstinadamente –y en mi opinión erróneamente– confunde el populismo con el irracionalismo teológico. Esto permite comparaciones abusivas, como la de Eva Perón con Marie Le Pen, o incluso la de Juan Domingo Perón con Donald Trump o el fascismo de Europa Oriental. En segundo lugar está el modelo de Laclau, tal como fue elaborado por primera vez en su libro temprano «Politics and Ideology in Marxist Theory» (1977) y más tarde en su «On Populist Reason» (2002), que trató de avanzar en una elaboración paralela de la teoría de la hegemonía vis-à-vis con la teoría del discurso y las topologías lacanianas. Y en tercer lugar está la sociología del populismo, en la que Svampa se inscribe a sí misma, en particular elaborada en su libro «La plaza vacía: las transformaciones del peronismo» (1997). Este modelo también es compartido por cientistas políticos como Margarita López Maya, Carlos de la Torre, y de manera diferente con Benjamín Arditi. Esta tercera opción es lo que Svampa ofreció como modelo de “populismo ambivalente”, de un populismo que está en constante lucha con el problema de la democracia. Pero tal como sugiere la etiqueta, el populismo ambivalente sigue siendo sólo eso: ambivalente, lo que equivale a un callejón sin salida y un límite. ¿Podemos ir más allá?

Yo leo «Debates Latinoamericanos» como una oportunidad para plantear este problema, y seguir ​​pensando. En respuesta a mi pregunta sobre la posibilidad de un populismo democrático sin cierre hegemónico y liderazgo carismático, Svampa mencionó que en América Latina sólo ha habido populismos de hegemonía y nada más. También está claro que, en la reflexión latinoamericanista, la narración ha sido enteramente populista, sólo que disfrazada de “estudios culturales”, como ya argumentó a fines de los noventa Jon Beasley-Murray. Es hora de ir más allá de la teoría de la hegemonía, en particular si ha demostrado ser catastrófica a corto y largo plazo en todo el espectro político. El populismo con hegemonía no puede volar muy alto, y no hay necesidad de llevar pesadas cargas de un tiempo que ya se ha ido [4]. Es hora de abandonarlo. Si los tiempos han cambiado y la composición del Estado nacional popular o integral ya no es más la principal restricción de la política en las redes globales externas o incluso en la expansión interna del derecho administrativo, sólo tiene sentido que nos movamos hacia un populismo demótico para tiempos posthegemónicos.

Este desplazamiento marcará una diferencia crucial entre, por un lado, un experimento populista posthegemónico, y, por otro, un populismo reaccionario. Mientras que los líderes carismáticos derechistas como Le Pen o Petry prometen un nacionalismo popular, lo hacen bajo la premisa (falsa) de que algo más que la globalización factual sigue siendo posible y mejor. Lo mismo se podría argumentar en términos del estado de derecho. De acuerdo a Bruce Ackerman, hay momentos de expansión popular de las demandas sociales insatisfechas, y hay momentos de reacción constitucional que restringen o traicionan estos logros (tomar el caso del condado de Shelby v/s Holder en 2013, decidido por la Corte Roberts contra la constitucionalidad de dos disposiciones claves de la Ley de Derechos de Voto de 1965) [5]. Ni la desvinculación de la economía global ni un remoto pasado imperial es deseable como destino político para millones de ciudadanos y comunidades sociales de Occidente. Tal demanda sólo podría ser parte de una fantasía neo-imperial decolonial. Podríamos pensar aquí en el importante programa político de Errejón “Recuparar la Ilusión”: aquí tenemos una gran propuesta populista que no se basa ni en el presidencialismo carismático ni en la desvinculación de la eurozona. Errejón esboza abiertamente un programa basado en la transversalidad democrática y la integración europea. De hecho, la derrota de Errejón en el Segundo Congreso celebrado en Vistalegre a principios de este año fue una catástrofe política para aquellos que esperaban un resurgimiento democrático en la zona europea.

Pero también podemos mirar hacia la llamada emergencia de la derecha en América Latina. Svampa apunta correctamente a que el gobierno de Mauricio Macri no ha desmantelado los principales programas sociales del Estado implementados durante el kirchnerismo. Esto es consistente con la hipótesis de Pablo Stefanoni un par de años antes del colapso del ciclo progresista, que sugirió que después de una década fuera del poder, la derecha podría haber aprendido a moverse alrededor de las estructuras del Estado en ensamble con multinacionales globales, evitando la condiciones de posibilidad que a principios del milenio condujeron al derrocamiento de varios presidentes en Argentina y al ascenso político de Hugo Chávez en Venezuela [6]. De una manera extraña, la derecha sabe mejor que nadie que la situación ya no es la de los años 30 o 40 (¡o incluso la de los 90!) y que para fomentar formas nuevas y furtivas de dominación hay necesidad de un constante acomodo. Es hora de que la izquierda también aprenda de sus errores si quiere evitar el movimiento pendular que abastece el desmantelamiento de las conquistas sociales del Estado regulador en una época de administraciones descentralizadas. Por lo tanto, no es exagerado o falto de modestia decir que sólo afirmando una política posthegemónica un nuevo proyecto progresista tiene la capacidad de una reinvención democrática en América Latina, y a través de Europa donde el futuro es aún más sombrío.

Traducción del inglés al español por Gonzalo Díaz Letelier.


NOTAS

[1] Maristella Svampa, “Latin American Populisms at the End of the Progressive Cycle”, charla impartida en la Universidad de Pennsylvania, 5 de abril de 2017; link: https://www.sas.upenn.edu/lals/event/lalses-seminar-2
[2] Ver mi «Gloria y revolución en David Viñas: sobre “Sábado de Gloria en la Capital (Socialista) de América Latina”», en La Habana Elegante, Mayo de 2012; link: http://www.habanaelegante.com/Archivo_Revolucion/Revolucion_Munoz.html.
Ver también John Kraniauskas, «Gobernar es repoblar: sobre la acumulación originaria neoliberal» (2003).
[3] Ernesto Laclau, “The Death and Resurrection of the Theory of Ideology”, en «The Rhetorical Foundations of Society», Ed. Verso, Londres, 2014, pp. 20-21.
[4] La idea de la hegemonía como carga pesada que conduce al desastre ha sido planteada recientemente por Moreiras leyendo a Podemos en España; ver Alberto Moreiras, “El debate populista en España después del 20-D”; link: https://infrapolitica.wordpress.com/2017/01/02/the-populist-debate-in-spain-after-20-d-draft-paper-for-mla-2017-by-alberto-moreiras/
[5] Bruce Ackerman, «Reactionary Constitutional Moments: Further Thoughts on The Civil Rights Revolution», en Jerusalem Review of Legal Studies (2016), 13: 47-58.
[6] Pablo Stefanoni, “La lulización de la izquierda latinoamericana”; link: http://www.eldiplo.org/notas-web/la-lulizacion-de-la-izquierda-latinoamericana

* Este es un comentario en relación a una discusión de dos días con Maristella Svampa que tuvo lugar en la Universidad de Pennsylvania, del 4 al 5 de abril de 2017.

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