Poiein kata physin. Sobre Reiner Schürman.
Alberto Moreiras
Hacia el final de «Le principe d'anarchie:
Heidegger et la question de l'agir» (1982),[1]
Reiner Schürmann despliega cuatro “consecuencias para la dirección de la vida”.
En lo que sigue quiero comentar, sin pretender ser exhaustivo, algunas
consecuencias inmediatas de su propuesta con el fin de establecer condiciones
de posibilidad y productividad reflexiva para el pensamiento infrapolítico.
1.- Schürmann alude a una función “heurística”
en relación con el hecho de que «Ser y Tiempo» se concentre en las
“actividades cotidianas” en vistas de establecer una “ontología fundamental”:
Pero hay otra prioridad de la praxis en Heidegger, que
aparece tempranamente en «Ser y Tiempo» y permanece
operativa a lo largo de su obra. Para replantear la pregunta por el ser desde
el punto de vista del tiempo, se requiere un cierto modo de vida. Para entender
la autenticidad de la temporalidad es necesario “existir auténticamente”; para
pensar el ser como dejar-ser uno debe “dejar ser todas las cosas”; para seguir
el juego sin porqué de la presenciación es necesario “vivir sin porqué”. Aquí
la prioridad de la praxis deja de ser heurística (…). Según la tradición
metafísica convencional, la acción le sigue al pensamiento. Para Heidegger, sin
embargo, una particular forma de acción aparece como condición para entender el
ser como tiempo. Aquí la praxis determina el pensar. En los escritos
posteriores a «Ser y Tiempo», se sugiere que esta praxis es necesariamente
política en su naturaleza.[2]
Esta segunda prioridad –no-heurística– de
la praxis es fundamental para la constelación infrapolítica, que la enfatiza y
la llama prioridad “existencial” de la praxis. Una praxis de existencia –no una
política, ni una ética, y ciertamente tampoco una disciplina ni una institucionalización
de la existencia– abre el camino hacia la reflexión infrapolítica en la medida
en que el pensamiento infrapolítico no puede estar condicionado por otra cosa
que no sea una específica relación con la existencia. Si Heidegger indicó o no
la posible relevancia política de esta comprensión existencial de la praxis es
probablemente irrelevante para la infrapolítica, aunque no así para la
determinación interpretativa que avanza Schürmann. Cuando se le atribuye al
Heidegger tardío una deriva política (reluctantemente) “anárquica”, se asume
algo que yo necesariamente no compartiría: que los cambios en el pensamiento
para poder ser relevantes son necesariamente epocales (aunque, en cierto punto,
bajo la hipótesis de la clausura de la metafísica, su postura epocal marcaría,
según el propio Schürmann, el fin de la epocalidad misma y de la historia
epocal), y que, en tanto epocales, tales cambios en el pensamiento alcanzarían,
afectarían y darían forma a la totalidad de la colectividad política como tal.
Para Schürmann la “anarquía” no es una apuesta singular de pensamiento, sino el
resultado de una economía contemporánea de la presenciación [Anwesung] a la cual el pensador –contemporáneo–
tiene que corresponder. En este sentido, la anarquía sería un “nomos” en el fin
de la época (metafísica) principial. “El nomos
o interpelación-mandato [injunction, Entsprechung] determina siempre y por
doquier el oikos, la morada del
hombre”.[3]
Pero hay una cierta incoherencia en afirmar simultáneamente que el pensamiento
presupone un particular exercitium que pertenece a la existencia
singular del pensador, y que el pensamiento sólo vive si está en sintonía con una
presenciación nómica y temporal inescapable.
2.- Schürmann:
El Ser puede ser entendido como tiempo sólo a través de
su diferencia desde la historia. La investigación sobre épocas concretas y sus
respectivas regulaciones es lo que constituye para el Heidegger tardío la
fenomenología de la experiencia. Pero como esto no se trata de una experiencia
individual, el problema de la fenomenología resulta ser político en un sentido
amplio. Una economía de la presencia es la forma por la cual, en cada época, la
totalidad de lo que deviene fenómeno se organiza en mutuas relaciones. Cada
economía es, por lo tanto, un asunto necesariamente público.[4]
La politicidad de las épocas tiene que
ver con el hecho de que las épocas fuerzan un orden de lo visible –de las
cosas, las palabras, las acciones– hacia un orden de la dominación. Las épocas
principiales garantizan la dominación de los principios como dominación
hegemónica –en la modernidad el subjetivismo domina hegemónicamente todas las
esferas de la existencia: domina políticamente, filosóficamente,
artísticamente, etc. Pero la distinción de Schürmann entre historia y tiempo prepara
su afirmación del fin de la historia epocal, fin que abre la visibilidad de la
presenciación como no-dominación. Hacia el final del ciclo de la epocalidad
principial, donde hipotéticamente estamos inscritos en la actualidad (esto es,
en la clausura de la metafísica), el pensador puede poner en movimiento o
preparar el camino para la anarquía como no-dominación. Pero la politicidad del
pensador es entonces o bien profética o tiene el carácter de una vanguardia
histórica. En ambos casos aparece como una figura mesiánica, en la medida en
que incorpora y habilita una promesa (la correspondencia temprana del pensador,
como respuesta al desocultamiento de la presencia, es un compromiso y un
anuncio de una dispensa general por venir). La infrapolítica prefiere
considerar la poshegemonía como desconstrucción de toda legitimidad política,
incluyendo la legitimidad preparatoria, anticipatoria o transicional de una
economía post-histórica de la presenciación de alcance universal. La infrapolítica
da por vencido este pensamiento preparatorio (profético, vanguardista), puesto
que el pensamiento infrapolítico rechaza la distinción entre historia y tiempo.
3.- Schürmann:
La hipótesis de la clausura resulta del desdoblamiento que
articula la “voluntad de voluntad”, desdoblamiento que viene a sustituir a la
diferencia entre “ser y entes”. La im-posición [Ge-stell] no es como
cualquier otro principio. Es la trascendencia abolida. La maquinación y
administración total son sólo los aspectos más visibles de esta abolición y desdoblamiento,
de esta pérdida de todo principio epocal; una pérdida que, como sugiere
Heidegger, está pasando ante nuestros propios ojos. [5]
Para Schürmann, la época técnica sería
la “época sin más allá”[6]
que terminaría el ciclo epocal o historia de ser. Según Schürmann, hacia el
final de las épocas, el “tiempo originario” resurge en una presenciación ya no
más entendida como presencia metafísica. Respondiendo a este tiempo originario
–la mundaneidad del mundo, la cosidad de la cosa– el pensador hoy puede
anunciar: “pensar es seguir al acontecimiento de la presenciación, sin recurrir
a representaciones principiales”.[7]
Pero la ruina de las épocas no necesita ser pensada como la bienvenida de una
dispensación an-epocal, de la cual no sabemos nada y de la que no podemos tener
experiencia alguna que no sea la que otros hayan tenido, conocido y
experienciado en cualquiera de las tiempos transicionales anteriores. La
infrapolítica es una afirmación intraepocal de un “simple habitar” en el aquí y
ahora, y no un “paso hacia el azul”[8] abismal
del fin de la historia de ser.
4.- Schürmann:
Poiein kata physin… El pensar está
esencialmente concernido con el flujo del venir-a-presencia, con las
constelaciones que se hacen y deshacen. Pensar es seguir el acontecimiento de
apropiación [Ereignis], seguir el phyein.[9]
Schürmann propone dos términos maestros
para esta forma de estar concernido: desasimiento [non-attachment, Nichtverhaftetheit]
y serenidad (Gelassenheit), ambos tomados
de Heidegger en referencia la obra de Meister Eckhart. Ciertamente hay una
diferencia entre entregarse al ordenamiento de los principios y “actuar de
acuerdo la presenciación”, en correspondencia con la mundaneidad del mundo y la
cosidad de la cosa. ¿Pero quién garantiza la correspondencia pública,
colectiva, y universal bajo la guisa del principio (transicional) de que no hay
principios? Hay aquí un segundo orden hegemónico, en este caso presumiblemente
garantizado por los filósofos y los poetas venideros, orden que no es mejor que
la pedestre economía principial. La infrapolítica prefiere la suspensión de tal
obediencia, y no por sospecha alguna ante el privilegio de la cuaternidad [Geviert], sino desde una básica
sospecha de sus intérpretes. El dejar-ser ha de ser infrapolíticamente pensado
como serenidad existencial que busca afirmar una adscripción radical a la libre
singularidad de la existencia.
* Traducción del inglés al español –del texto de Moreiras
y las citas de Schürmann– por Gerardo Muñoz y Gonzalo Díaz Letelier.
[1] Schürmann, Reiner, «Le principe
d'anarchie: Heidegger et la question de l'agir», Éditions du Seuil, París, 1982, pp. 286-289.
[9] Ibídem, 289 [N. de los T.: el phyein es el “brotar” o “acontecer” del ser, natalidad que a través
de la “historia del ser”, en su imperar, ha quedado asida en cada constelación
epocal al suelo-horizonte de sentido que abre el Ereignis o “acontecimiento apropiador”].
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