Publicada primero en alemán, „Achille Mbembe im Gespräch mit
Thomas Blaser: Afrika, der Kontinent der Zukunft“, en el sitio http://www.swissfuture.ch/de/afrika-0313-abstracts/; luego disponible en una versión en inglés en el sitio http://africasacountry.com/africa-and-the-future-an-interview-with-achille-mbembe/.
Esta última versión es la que hemos traducido y ofrecemos a continuación.
Achille Mbembe
(1957, Camerún francés) es un historiador, pensador postcolonial y cientista
político; estudió en Francia en la década de 1980 y luego ha enseñado en África
(Sudáfrica, Senegal) y Estados Unidos. Ha publicado Les Jeunes et l'ordre politique en Afrique noire (1985), La naissance du maquis dans le
Sud-Cameroun. 1920-1960: histoire des usages de la raison en colonie
(1996), De la Postcolonie, essai sur l'imagination politique dans l'Afrique
contemporaine (2000), Du gouvernement prive indirect (2000), Sortir
de la grande nuit – Essai sur l'Afrique décolonisée (2010).
En la
siguiente entrevista, Achille Mbembe se explaya sobre
la situación del pensamiento crítico en Sudáfrica tras el desmantelamiento del
"apartheid", la cuestión de la temporalidad en un contexto de
hegemonía neoliberal, y el nexo entre imaginación y política.
ENTREVISTA
Desde 2008, cuando iniciaste el Taller de Teoría y Crítica de Johannesburgo
(TTCJ), has estado muy preocupado de pensar en el futuro. ¿Por qué pensar el
futuro y por qué ahora? ¿Hay algo en nuestra época actual que nos exige pensar
en el futuro?
Había dos razones. La primera era que la categoría de futuro era muy central para la lucha por la liberación, aunque sólo sea en el sentido de que aquellos que estuvieron involucrados en ella se proyectaban hacia un tiempo que sería diferente del que ellos estaban atravesando, de lo que estaban experimentando. Así que la política, en ese sentido, tenía que ver con entablar batalla constantemente contra las fuerzas del presente que excluían la posibilidad de la libertad, lo que implica una política íntimamente asociada a la idea de futuridad. Y lo que parece haber sucedido después de 1994[1] es el retroceso del futuro como un horizonte temporal de la política y de la cultura en general, y su sustitución por una especie de presente que es infinito, un aterrizaje infinito. Este retroceso del futuro y su sustitución por un aterrizaje en el presente [landing present] también se ve favorecida por el tipo de dogma económico con el que vivimos; para decirlo cortamente: neoliberalismo. El tiempo del mercado, especialmente bajo las condiciones capitalistas actuales, es un tiempo que está muy fragmentado; el tiempo del consumo es realmente un tiempo del instante. Así que queríamos recuperar esa categoría de futuro y ver en qué medida ésta podría ser removilizada en el intento de criticar el presente, reabriendo así un espacio no sólo para la imaginación, sino también para la política de la posibilidad.
En un coloquio reciente en Avignon dijiste
que, en orden a tener un futuro abierto, ser emancipado significó en el pasado
separar al objeto del sujeto. ¿Por qué esto ya no es posible y podríamos
imaginar otra ruta a la emancipación cuando esta avenida parece ya no estar
disponible para nosotros?
Es cierto que
en la tradición de Occidente, específicamente en la teoría crítica, la
emancipación consiste, fundamentalmente, en la elaboración de una clara
distinción entre el sujeto humano y el objeto, por una parte, y entre el humano
y el animal, por otra. La idea es que el sujeto humano es el señor, tanto de sí
mismo como del mundo natural y animal. A los mundos natural y animal los somete
a su uso. Esa libertad es en definitiva el resultado de aquella capacidad de
dominarse a uno mismo y de dominar el universo, de actuar racionalmente. Así
que el argumento que yo estaba elaborando se refería a que hoy estamos en una
época en que el capitalismo se ha convertido en algo así como una religión –una
religión de los objetos, una religión que cree en objetos devenidos animados, de
cuyas almas participamos a través de las operaciones de consumo, lo que
significa que el capitalismo se ha convertido en una forma de animismo. En una
época tal, la vieja división entre sujeto y objeto ya no es tan clara como
solía ser y, de hecho, si observamos cuidadosamente las operaciones de consumo actuales
en todo el mundo, podemos incluso observar que mucha gente quiere convertirse
en objetos, o ser tratados como tales, aunque sólo sea por convertirse en un
objeto que podría terminar siendo mejor tratado que como un humano. Todo esto
crea una crisis terrible en las teorías fundamentales de la emancipación en las
que solíamos confiar a fin de promover un tipo de política de apertura e
igualdad. Así que ese fue el punto que estaba elaborando y mis pensamientos
sobre este tema todavía no han ido más lejos.
Pasemos más directamente al continente
africano. Desde 2008, también a causa de la crisis económica en Occidente, se
habla mucho acerca del “África emergente” [“Africa
rising”]. Ahora la gente habla de todas las posibilidades que hay en el
continente. ¿Pasa esto por un capitalismo global en busca de más lugares para
explotar? ¿Está el capitalismo intentando avanzar hacia lugares que no han sido
plenamente penetrados con anterioridad? ¿Es esto lo que está sucediendo ahora,
o hay quizás algo más positivo que está saliendo de este reciente giro del
capitalismo global sobre África?
Es cierto que
hay un gran cambio en el discurso global sobre África –un cambio del discurso
desde aquel de crisis y emergencia que dominó el último cuarto del siglo XX hacia
una suerte de optimismo que se basa en ciertos hechos concretos. Por ejemplo, las
mayores tasas de crecimiento económico que hemos presenciado en los últimos
diez años en África; o que el continente está al borde de grandes
transformaciones demográficas; o que el continente está experimentando mayores
tasas de rendimiento de las inversiones y, por tanto, está atrayendo la
atención de los inversores extranjeros a una velocidad que no habíamos visto
antes; y que la clase media que había sido diezmada durante la aplicación de
los Programas de Ajuste Estructural está resurgiendo como una fuerza económica.
Así que hay todo un conjunto de indicadores que parecen sugerir que algo está
pasando que es diferente de lo que solíamos ser testigos en el pasado. Pero el
hecho es también que un gran número de las inversiones que se realizan se están
haciendo en los sectores extractivos de la economía y, por tanto, están sujetas
al tipo de volatilidades y giros que caracteriza no sólo al ciclo económico en
general, sino especialmente a ese sector. Así que hay un boom de la minería cuya
extensión es bastante importante, pero de cuya duración no estamos muy seguros.
Y es claro que hay gente que se está enriqueciendo, tanto entre los locales
como entre aquellos que vienen a invertir al continente. Pero el resultado –o
la paradoja– de este tipo de crecimiento, como sabemos, es que no está creando
muchos más puestos de trabajo e implica un proceso de profundización de las
desigualdades sociales. Por lo demás, África aún enfrenta enormes desafíos en
términos de inversión en infraestructura básica, caminos, comunicaciones,
aeropuertos, carreteras y ferrocarriles. Más encima, el continente está todavía
siendo amenazado por la inestabilidad política, ya sea en la forma de guerras
locales o en la forma de desorden social. Mientras que la imagen panorámica del
mundo tiende a equilibrarse en la hegemonía del capitalismo, me parece que África
ciertamente representa la última frontera del mismo. La cuestión es en qué
condiciones serán conducidas estas
nuevas formas de explotación, por quién y en beneficio de quién.
África es conocida por los violentos conflictos
que arrastra el continente. ¿Piensas posible que los africanos sean capaces de
superar este tipo de violencia política?
No sé. Puede
ser que tengamos que vivir con la violencia. Así como hemos visto a otras
comunidades políticas que viven con eso por un muy, muy largo tiempo. Colombia
ha estado en guerra consigo misma durante un muy largo período de tiempo hasta
ahora. En México es más o menos la misma cosa; la violencia en México está
tomando diferentes formas. En lugares como Brasil, India o Pakistán hay un
nivel de violencia social que es bastante alto y que va de la mano con las
instituciones de la política civil, si se quiere utilizar esa denominación. Por
lo tanto, si lo ves desde un punto de vista histórico, nunca habrá un momento
en que estemos en paz con nosotros mismos y con nuestros vecinos. Las formaciones
sociales, económicas y políticas que están surgiendo en el continente y en
otros lugares también, siempre serán una mezcla de paz civil y violencia. Dicho
esto, me parece que uno de los principales desafíos del continente tiene que
ver con la desmilitarización de la política. El proyecto de la
desmilitarización de la política es una condición previa para un régimen de
crecimiento económico que pueda beneficiar al mayor número de hombres. Por el
momento, la combinación de militarismo y mercantilismo –en lugares como el
Congo y más aún en regímenes plutocráticos como Nigeria– sólo está beneficiando
a las elites depredadoras y a las multinacionales.
También has sido crítico del rol que ha
jugado Europa y de las relaciones coloniales que se mantienen constantes. Al
mismo tiempo, Europa está casi cerrándose sobre sí misma y, como tú lo has
expresado, incluso provincializándose. ¿Está esta Europa, otra vez en
emergencia, en marcado contraste con África y otros países en desarrollo que van
viento en popa, avanzando económica, social y políticamente, creando así su
propio mundo?
En relación
con el continente, Europa ha desarrollado durante aproximadamente los últimos
25 años una actitud de contención, en el sentido de que la mayor preocupación
ha sido la de asegurarse de que los africanos se queden donde están. La
fijación con la cuestión de la inmigración ha puesto en peligro en gran medida
el desarrollo de relaciones más dinámicas entre África y Europa. La obsesión
por las fronteras y las visas, el surgimiento del racismo en la mayor parte de
Europa, el fortalecimiento de los partidos de derecha en el contexto de una
crisis económica que es bastante obvio –todo ello ha ido en detrimento del
desarrollo de relaciones productivas y mutuamente benéficas entre África y
Europa. Europa ha tendido a replegarse sobre sí misma mientras sigue jugando un
papel importante en la política mundial, sobre todo cuando se trata de hacer
guerras imperialistas. Mientras tanto, hemos visto en que medida nuevos actores
como China, India, Turquía, Brasil y algunos otros han tratado de jugar un papel
en la reconfiguración geopolítica en curso. El último desafío, sin embargo, es
que África se convierta en su propio centro. Para que África se convierta en su
propio centro será necesario, como he dicho antes, la desmilitarización de su
política como precondición para la democratización de su economía. El
continente tendrá que llegar a ser un vasto espacio regional de circulación, lo
que significa que tendrá que desmantelar sus propios límites internos, abrirse
a las nuevas formas de migración, tanto internas como externas, tal como vemos
que sucede en cierta medida en Mozambique, y en Angola, donde algunos
portugueses están regresando. A medida que Europa cierra sus fronteras, África
tendrá que abrir sus fronteras. Así que me parece que es sólo convirtiéndose en
ese vasto espacio de circulación que África podría beneficiarse positivamente de
la actual reconfiguración geopolítica del mundo que está en curso.
Dentro de esa reconfiguración, lo que
quizás todavía está reteniendo a África es la imagen estereotipada que los
europeos y los estadounidenses tienen de África y su gente. Recientemente,
cuando el sociólogo Jean Ziegler lanzó su libro sobre la crisis global de
hambre, un periodista suizo le preguntó si la baja productividad de la
agricultura en África era a causa de la pereza de los agricultores africanos.
Se trata de una proposición muy estereotipada, sino racista, pero me parece que
tal perjuicio es común entre los europeos. ¿Deberían estar preocupados los
africanos por esta imagen o deberían simplemente ignorarla?
Creo que deberíamos dejar esto a los europeos, que ellos hagan frente a sus propias estupideces, porque tenemos tareas y proyectos mucho más urgentes que atender. No podemos permitirnos desperdiciar nuestras preciosas energías lidiando con el tipo de enfermedad mental que Europa ha causado en África y en otros lugares. Así que Europa tendrá que hacer frente a sus propias enfermedades mentales, siendo el racismo la primera de ellas. Lo que estaba diciendo es que la agenda de África en el mundo que se está perfilando frente a nosotros –un mundo en el que China está emergiendo como un jugador muy relevante, un mundo en el que la única propuesta que viene del moribundo imperio estadounidense es más militarismo, un mundo en el que la única idea que viene de Europa es la de un repliegue y la construcción de una fortaleza en torno a sí misma– es perseguir el convertirse en su propio centro y poner a su gente a trabajar para ello. Como iba diciendo, re-imaginar una nueva política de movilidad que implique migraciones internas, la formación de nuevas diásporas, la ligazón de las antiguas y una reorientación de las energías en orden a generar sinergias con otros lugares del mundo tales como Brasil, India y China. Todo eso me parece más excitante que el viejo y fallido intento de acercar a Europa para vernos a nosotros mismos siendo más que una mera provincia de un planeta más amplio.
¿Cuál es entonces la contribución de África
a un mundo futuro? Especialmente teniendo en mente la idea de que nos alejamos
de un mundo en el que África es dependiente de otros, ¿qué modos diferentes de hacer
las cosas –tú mencionaste los modos existentes de circulación– puede ofrecer
África al mundo? ¿Qué papel jugarían en este movimiento las concepciones
indígenas de la humanidad, tales como el Ubuntu?
Desde una perspectiva teórica, hay una serie de posibilidades. Cuando observamos la historia cultural del continente, me parece que se caracteriza por al menos tres atributos que pueden ser considerados conceptualmente creativos. La primera es la idea de multiplicidad. Puedes observar cualquier cosa en el continente y siempre viene bajo el signo de lo múltiple: la idea de un solo Dios es totalmente ajena al continente, siempre han habido muchos dioses; las formas de matrimonio; las formas de las divisas; las mismas formas sociales siempre vienen bajo el signo de la multiplicidad. Una de las tragedias del colonialismo ha sido la eliminación de ese elemento de multiplicidad, que era un recurso para el desarrollo social en África pre-colonial y que fue reemplazado por el paradigma de “lo uno”, el tipo de paradigma monoteísta. Entonces, ¿cómo retomamos la idea de la multiplicidad como un recurso preciso para la realización del continente, para su reconstrucción, pero también para la construcción del mundo? Otro concepto importante que no hemos explorado mucho, pero que viene de la experiencia histórico-cultural africana, es el de los modos de circulación y movilidad, es decir, de movimiento. No era para nada cierto lo que Hegel y sus seguidores daban a entender, a saber, que África era un continente cerrado. Siempre fue un continente que estaba en movimiento de circulación. Así que el concepto de circulación es algo que también puede ser movilizado para mostrar qué es lo que puede venir de esta experiencia. Hablé primero sobre la multiplicidad, en segundo lugar sobre la circulación, y el tercer concepto es el de composición. Todo es composicional –en la forma en que la economía se vive de manera cotidiana. Tú mencionaste el Ubuntu, es decir, el proceso de llegar a ser un hombre, una cierta proposición no acerca de la identidad como una categoría metafísica u ontológica –como en la tradición occidental–, sino como un proceso de llegar a ser en el modo de una relación, una relación en la que el “yo”, es decir, el sujeto, es comprendido como siendo hecho y rehecho a través de la interacción ética con lo que no es él o con quien no es él. De hecho, la idea es que el otro es otro yo, el otro es el otro sólo en la medida en que él o ella es otro yo. Que el otro no está fuera de mí mismo, que yo soy mi propio otro, hasta cierto punto. Así que hay todo un conjunto de áreas en las que la contribución de África al mundo de las ideas y de la praxis puede ser destacada en beneficio del resto del mundo, con implicaciones para toda suerte de cosas: las teorías de intercambio, las teorías de la democracia, las teorías de los derechos humanos y los de las otras especies –en esta era de crisis ecológica. Es un trabajo que no ha sido hecho, pero ya es tiempo de que lo hagamos.
Traducción del inglés: Gonzalo Díaz Letelier y Patricio Silva Loyola.
NOTAS
[1] Entre
el 27 y el 29 de abril de 1994 se realizaron las primeras elecciones
democráticas después del apartheid en Sudáfrica, elecciones en las que resultó
elegido Nelson Mandela como presidente por una amplia mayoría.
Interesante el modo en que Mbembe refiere a la cuestión de la temporalidad en un contexto de hegemonía neoliberal. Si se puede hacer una analogía entre el proceso de Sudáfrica y el proceso de Chile, mutatis mutandis, resulta interesante notar que tras las primeras elecciones democráticas en Sudáfrica, en 1994 después del "apartheid" (elecciones en las que resultó elegido Nelson Mandela como presidente), el horizonte temporal del futuro fue sustituido, según Mbembe, "por una especie de presente que es infinito, un aterrizaje infinito", que es un tipo de experiencia del tiempo que caracteriza al neoliberalismo: la escatología del tiempo del mercado, el eterno presente de una facticidad que excluye toda crítica del presente y, con ello, toda potencia política de la imaginación. Esta facticidad sin diferendo temporal respecto de su actualidad, en su estructura formal, ¿no corresponde a lo que pasó en Chile después de 1990, tras la dictadura cívico-militar, esto es, la instalación del presente sin diferendo de una facticidad neoliberal que se identificó con el arcoiris de una alegría infinitamente venidera? Una temporalidad "transicional", un presente infinito cuyo sello es la despolitización, la des-potenciación de la imaginación.
ResponderEliminarTambién cabe destacar la remisión de Mbembe al vínculo entre capitalismo y religión, en el sentido del tópico acerca del capitalismo como religión secular. En un diálogo no explícito con el primer libro de “El capital” de Marx, Mbembe argumenta que “estamos en una época en que el capitalismo se ha convertido en algo así como una religión –una religión de los objetos, una religión que cree en objetos devenidos animados, de cuyas almas participamos a través de las operaciones de consumo, lo que significa que el capitalismo se ha convertido en una forma de animismo”. Mbembe plantea que este capitalismo y la subjetividad animista que produce implica una disolución de la dicotomía sujeto/objeto que no sólo articuló de un modo fundamental los comportamientos prácticos y declarativos modernos, sino particularmente también a las teorías de la emancipación. Por tanto, habría que repensar la cuestión de la emancipación más allá de las categorías de sujeto y objeto occidentales, que se juegan ante todo en el dispositivo de la racionalidad-soberanía de “lo humano” sobre sí mismo (¿la “persona”?), sobre los otros hombres (explotación, Europa-África, etc.), sobre los animales no-humanos y sobre la naturaleza circundante en general. Habría que repensar la emancipación, pero no en la clave de la tradición occidental, esto es, no identificando “libertad” con señorío o facultad de dominación de los entes en general. La misma cultura africana aportaría en este sentido una posibilidad interesante de acoger para el pensamiento y la acción: el “Ubuntu”, noción tradicional africana que apunta al movimiento del llegar-a-ser-hombre, a decir de Mbembe, no en el sentido “de la identidad como una categoría metafísica u ontológica –como en la tradición occidental–, sino como un proceso de llegar a ser en el modo de una relación, una relación en la que el ‘yo’, es decir, el sujeto, es comprendido como siendo hecho y rehecho a través de la interacción ética con lo que no es él o con quien no es él”. Frente a la violencia dominadora de la razón metafísica occidental, Mbembe apela a un pensamiento de la alteridad que alienta ya en la noción africana del “Ubuntu”. En conexión con ello, obviamente, el pensador africano tensiona el espectro colonial del paradigma monoteísta de “lo uno”, mediante la insistencia en la “multiplicidad” africana, respecto de la cual dice: “Puedes observar cualquier cosa en el continente y siempre viene bajo el signo de lo múltiple: la idea de un solo Dios es totalmente ajena al continente, siempre han habido muchos dioses; las formas de matrimonio; las formas de las divisas; las mismas formas sociales siempre vienen bajo el signo de la multiplicidad”.
EliminarSe trata de una especie de recodificación del “Ubuntu” en clave postcolonial. Frente a todo liberacionismo que apele esencialistamente a la “autenticidad” y la “conservación de lo originario” en un sentido substancial y cerrado en su substancialidad, Mbembe combate la colonialidad apelando a una cierta apertura a la alteridad y la multiplicidad, al movimiento de la vida en diferendo. Así, mientras Europa se cierra sobre sí misma y U.S.A. agoniza militarizándose, mientras los occidentales del primer mundo se derechizan y retornan al racismo en medio de sus crisis económicas y políticas, continuando con sus guerras imperialistas, África tendría que 1) abrirse a una sinergia con otros actores geopolíticos extraeuropeos y extranorteamericanos; 2) lograr una integración y libre circulación al interior del propio continente; y 3) lograr una “desmilitarización de su política como precondición para la democratización de su economía. (…) Por el momento, la combinación de militarismo y mercantilismo –en lugares como el Congo y más aún en regímenes plutocráticos como Nigeria– sólo está beneficiando a las elites depredadoras y a las multinacionales”. Esta última cuestión tiene su correspondencia en América Latina, en lo que dice relación con la situación de muchos escenarios regionales en que los bienes comunes terminan abasteciendo una política extractivista (neocolonialismo capitalista) --lo que toca incluso a la discusión sobre el proceso actual en Bolivia. Frente a un cierto “optimismo” de los africanos ante la llegada del capital transnacional a su continente, Mbembe dice: “Mientras que la imagen panorámica del mundo tiende a equilibrarse en la hegemonía del capitalismo, me parece que África ciertamente representa la última frontera del mismo. La cuestión es en qué condiciones serán conducidas estas nuevas formas de explotación, por quién y en beneficio de quién”.
Eliminar