Filosofía, teología y economía. Entrevista
con Roberto Esposito, por Anthony Lucci, a propósito de su último libro: "Dos.
La máquina de la teología política y el lugar del pensamiento".
En: Rivista di
Filosofia Lo Sguardo, nº 13 (III, “Los instrumentos del poder. Del príncipe al
arqueólogo”), Roma, 2013, pp. 299-302.
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ENTREVISTA
Su último texto, «Dos. La máquina de la teología política y el lugar del pensamiento»
(2013, Einaudi Editore) se inserta de manera significativa en el debate
filosófico sobre la teología política y la teología económica, que parece
revivir en los últimos años no sólo en Italia, sino también en el resto del
mundo cultural europeo, con una nueva juventud. Prácticamente de modo
simultáneo a la salida de su texto, Massimo Cacciari da a la imprenta su libro «El poder que frena. Sobre el concepto de
“katechon”» (2013, Adelphi Edizioni). En 2012 lanzan el texto de Simon
Critchley «La fe de los infieles»
(2012, Verso Books) y el de Electra Stimilli «La deuda del viviente» (2012, Quodlibet). En 2011 se da a conocer en
traducción italiana (por la editora Mimesis), con el título «El capitalismo divino», una importante
conversación que tuvo lugar hace cuatro años en Karlsruhe entre algunos de los
pensadores alemanes vivos más importantes, entre ellos Peter Sloterdijk, Thomas
Macho, Boris Groys, Peter Weibel. ¿Cómo interpretar este resurgimiento del
interés por el tema de la teología política? ¿Cuáles, según usted, son las
causas?
En realidad
este interés verdaderamente nunca se ha interrumpido. Incluso si se tiene
presente sólo el debate filosófico italiano, una gran parte de los libros significativos
–desde «Poder y secularización» de Marramao hasta «El reino y la gloria» de Agamben, los libros sobre fe y saber de
Vattimo y varias intervenciones de Tronti–, todos vuelven, más o menos
explícitamente, sobre la cuestión de la teología política. Hoy en día, el
resurgimiento del tema cada vez más fuerte se vio favorecido por el recrudecimiento
del terrorismo islámico y la nueva explosión de las guerras religiosas. Pues
hoy no hay nada verdaderamente importante –como por ejemplo la relación entre América
y Europa o la relación entre el monoteísmo y el sentido general de la
globalización– que no esté relacionado con la cuestión de la teología política.
Naturalmente, cuando nos referimos a este concepto, siempre es preciso especificar
lo que queremos decir: la legitimación religiosa del poder, la fuerza política
de la religión, el influjo de lo teológico sobre lo político, ya sea de acuerdo
con la tesis de Schmitt o la interpretación de Assmann, para no hablar de las
diversas teologías de la liberación latinoamericanas. Personalmente he dado al
paradigma de la teología política un significado que, sin ignorar a los otros, presupone
una interpretación diferente de la categoría.
Este último trabajo suyo viene después de
un texto como «Pensamiento viviente»,
dedicado a lo que se está asumiendo con contornos cada vez más definidos bajo
la etiqueta de “Italian theory” –a la cual parece, sin embargo, poco conectada–,
y casi diez años después del último volumen de la trilogía «Communitas. Immunitas. Bios». A pesar de la distancia temporal, las
últimas líneas de «Dos» parecen actualizar
la propuesta comunitaria (con su contraparte inmunológica). ¿Cómo se sitúa su
último libro al interior de su deriva filosófica?
«Pensamiento viviente» no se sitúa al
interior de mi producción como un segmento de la misma línea. No constituye un pasaje
interno a mi argumento general. Ha sido más bien un paso lateral, un retorno a
mis primeros autores –en particular Maquiavelo y Vico. Y también la
identificación de una suerte de “canon” de nuestra tradición filosófica
italiana, que tiene como objetivo explicar el interés que algunos autores
italianos contemporáneos están despertando recientemente en el extranjero. «Dos» ciertamente se conecta con la
dialéctica entre «Communitas» e «Immunitas», pero sobre todo con el
volumen titulado «Tercera persona», donde
empiezo a elaborar la deconstrucción de la categoría de persona desde una perspectiva impersonal que he proseguido en este
último libro. El paso adicional que hago en este sentido, respecto a «Tercera persona», es que no busco lo
impersonal en el exterior del pensamiento, esto es, en las aguas subterráneas
de la vida inconciente, sino en el mismo pensamiento, según una línea
interpretativa que se construye desde la exégesis árabe de Aristóteles por Averroes
y prosigue en Bruno y Spinoza, hasta llegar a Nietzsche, Bergson y Deleuze.
Para éstos, lo impersonal no es sólo lo que precede al pensamiento, sino, en varios
modos, es el pensamiento mismo.
En su texto –que versa sobre teología
política, ciertamente– ocupa gran espacio el problema de la teología económica,
a la que usted no pone en contraposición con la primera, sino que las considera
siendo consustanciales. Sin embargo, las partes dedicadas a la teología
económica son minoritarias respecto de aquellas dedicadas a la teología
política (aunque sólo sea nominalmente, por su designación como excursus). ¿Podría aclarar cuál es la
relación –en el horizonte de su pensamiento– entre la teología política y la teología
económica?
Al respecto
hay que decir que, como siempre sucede, en la composición de los libros y en la
relación entre los argumentos incide también la competencia del autor. Y yo no conozco
tanto las doctrinas económicas como las políticas. Pero el punto en el que me
he concentrado es el de la coincidencia, dentro de ciertos límites, entre las
dos teologías. O por lo menos su relación constante. Esto vale tanto en el
plano histórico-léxico –a partir de la categoría a la vez teológica y política de
oikonomia– como en términos de los
efectos históricos: un cierto tipo de organización del trabajo o la relación
entre las clases tienen un sentido económico, pero también, evidentemente,
político. Una referencia decisiva sobre la cuestión de la economía teológica es
naturalmente el texto de Benjamin sobre el capitalismo. En él se dice no sólo
que el capitalismo se ha convertido en nuestra religión, sino también que es
una religión que, en vez de purificar, culpabiliza. Prueba de ello es la
relación semánticamente vinculante entre la deuda y la culpa, términos que en
alemán se traducen ambos por Schuld.
Una vez fijado este paralelismo, o más bien esta interrelación constante entre
teología económica y teología política, hay que decir que en los tiempos modernos
y contemporáneos tal nexo se inclinará cada vez más hacia la economía. El
primado actual de la economía es significativo de esta tendencia. Incluso en
este primado de la economía, como siempre todo pasa por una opción política, explícita
o implícita. También la despolitización es en el fondo una opción política.
El apéndice conclusivo de su libro está
dedicado al problema de la deuda. En evidente conjunción con la crisis
económica internacional en los últimos años han proliferado los análisis del
trasfondo filosófico de este tema: desde la ya mencionada Stimilli hasta
Maurizio Lazzarato por lo que respecta a los italianos, y los nombres
destacados de Marcel Hénaff, David Graeber y Thomas Macho, a título de ejemplo por
lo que respecta al panorama internacional. Usted parece proponer la tesis de
que la “deuda soberana” es el último resultado de la “maquinación” teológico-política
que estructura desde el interior al pensamiento occidental, y de que es
necesario un giro hacia un pensamiento “de lo impersonal” y de la “communitas” para poder superar el impasse
frente al cual la actual crisis económica nos pone. ¿Podría indicarnos cuál
podría ser, según usted, la consecuencia política de un repensamiento en clave
“impersonal” del problema de la deuda?
Mira, es siempre difícil, y más allá de cierto punto incluso arbitrario, querer indicar las consecuencias políticas de un texto de filosofía. Filosofía y política viajan por caminos paralelos que se influencian, pero no en el corto plazo. La filosofía tiene la posibilidad de retrovertirse al pasado en términos de genealogía o de atisbar el futuro en términos de prefiguración. La política está concernida por el presente, con unos límites estrechos que la filosofía no tiene. Por tanto es difícil responder a lo que me pregunta. Sobre todo en relación a la categoría de impersonal. Tal categoría surge del tratamiento en clave crítico-deconstructiva del paradigma de la persona que está en el centro de todas las referencias apologéticas contemporáneas, pero ligada a una historia semántica y conceptual de la cual casi siempre se ignora, en rigor, el significado. El punto de vista del impersonal es el del rechazo de los umbrales de exclusión, ya sea al interior del género humano o al interior del individuo singular –que se expresa como cesura entre una parte plenamente personal, superior, y una inferior de carácter animal. En cuanto al problema de la deuda, su extensión global nos abre prácticamente a todos nosotros una posibilidad de reacción, de rechazo y de vuelco de las relaciones de fuerza entre los muchos endeudados y los poquísimos prestamistas.
La primera parte de su texto está dedicado
a una profunda reflexión sobre Heidegger. En particular sobre los temas del Gestell y de la maquinación, que han
devenido fundamentales en la economía de su trabajo. En 2007, Giorgio Agamben publica
en Italia «El reino y la gloria», una
obra que busca volver al origen teológico del problema de la economía, donde
también avanza la posibilidad de interpretar el dispositivo económico en los
términos del Gestell heideggeriano.
Entre finales de 2011 e inicios de 2012 aparecieron, del mismo Agamben, dos
textos como «Altísima pobreza» y «Opus Dei», que pusieron en el centro de
su argumentación los problemas de la comunidad, de la economía y su relación
con el orden de lo teológico. A pesar de éstas y muchas otras temáticas en
común entre estos textos y su última obra, parece que su caminos y el de
Agamben pueden ser caracterizados con la expresión “divergencias paralelas”:
van por caminos paralelos, pero no se tocan. ¿Cuál es su opinión acerca de la
posición de Giorgio Agamben sobre la teología económica?
Tengo gran estima
por el trabajo filosófico de Agamben. Particularmente en «Pensamiento viviente» reconstruyo el itinerario conceptual de «El reino y la gloria». Sin embargo, mi
punto de vista es diferente del suyo. Él se encuentra dentro de la tradición teológico-política
que yo busco deconstruir. Incluso la categoría de “profanación” que él usa
presupone la referencia al concepto de lo sagrado, aunque sea en sentido negativo.
Traducción del
italiano: Gonzalo Díaz Letelier.