Rodrigo Karmy (Chile, 1977), académico del Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, recientemente ha publicado en Argentina su libro "Políticas de la excarnación. Para una genealogía teológica de la
biopolítica" (Editorial de la Universidad Pedagógica, Buenos Aires, 2014).
Se trata de una investigación acerca de la confluencia de dos formas de poder que configuran la estructura del poder occidental, soberanía y gobierno, siguiendo de cerca la vía
abierta por la filosofía posfoucaulteana --en especial por Agamben, Esposito y
Nancy. En este libro Karmy ve tal confluencia posibilitada por el paradigma teológico de la "encarnación", al hilo de la doctrina de la consustancialidad entre la soberanía (Padre) y el
gobierno (Hijo) que articula la captura de la vida en la forma-cuerpo. Además, como dice Karmy, "la consumación de dicho paradigma en los límites de la modernidad
habría dejado entrever las políticas de la excarnación que, en vez de capturar
la vida en un cuerpo, la abren a la inquietante y múltiple potencia de la
carne".
A continuación reproducimos la entrevista que Ivanna Soto, de la Revista Ñ, realiza a Rodrigo Karmy en Buenos Aires y que aparece publicada el 15 de mayo de 2014. El enlace para acceder a la entrevista en su edición digital:
ENTREVISTA.
"La vida no se
reduce a un cuerpo, sino que es fundamentalmente el desvío incesante de la carne.
No es sólo lo que se equilibra sino lo que excede de sí misma", explica el
filósofo chileno Rodrigo Karmy Bolton. Lo dice en relación a la biopolítica,
que alude a la manera en que el control político y social se ejerce
directamente sobre la vida de los individuos. El filósofo Michel Foucault usó
el término biopolítica por primera vez en 1974 para referirse a las nuevas
formas que cobraron las relaciones de poder desde fines del siglo XVIII. Hoy en
día, pese a los cambios en las condiciones de producción, el concepto fue
reapropiado por pensadores como Roberto Esposito, Giorgio Agamben y Jean-Luc
Nancy. En "Políticas de la excarnación. Para una genealogía teológica de la
biopolítica" (Editorial de la Universidad Pedagógica de la Provincia de
Buenos Aires, 2014 — UNIPE), Karmy Bolton discute con la filosofía posfocaulteana y,
bajo una luz teológica, acuña el llamativo neologismo “teo-carno-política”, que
refleja un nuevo modo de pensar las relaciones entre la soberanía y el gobierno
en nuestro presente. Para llegar a ese concepto novedoso, el filósofo chileno
elabora una genealogía teológica de la gubernamentalidad en base a la
disciplina que estudia los ángeles, de raíz islámica medieval, y propone la
figura de la "encarnación" –propia del modelo cristiano–, como el paradigma que
articula las estructuras de poder occidentales. De esta forma, el horizonte
último de su trabajo tiene que ver con pensar una nueva forma de vivir juntos
que ya no pase por la matriz de la soberanía, que en el libro aparece bajo la
forma del cuerpo. El cuerpo, en este sentido, es una vida que se clausura sobre
sí misma. Y lo que hacen las políticas de la "excarnación" que propone Karmy
Bolton, entonces, es desviar esa matriz cuerpo para abrir el campo de la carne
y dar pie a otra vida política.
–Al final de
“Políticas de la excarnación” menciona a la vida contemplativa como una forma
de acceder a la potencia de la carne. ¿Cómo se ejerce esa fisura?
–La contemplación de la cual hablo es aquella donde aparece el filósofo contemplando el mundo y asumiendo esta sustancia transindividual que lo atraviesa, que es la potencia del pensamiento. Toda la tradición filosófica dice que pensar es lo que caracteriza al humano, pero lo que estamos diciendo nosotros desde la tradición que parte de Averroes --el gran filósofo y médico andalusí del siglo XII-- es que pensar es un movimiento de "excarnación", lo cual significa abrirse a lo animal que nos constituye. Lo decisivo es que pensamiento y carne están siempre en común y por lo tanto, están fisurando las distintas modalidades que tiene el cuerpo, por eso es que en ese punto no hay distinción entre filosofía como aparato teórico y resistencia política.
–¿Las
revueltas en los últimos años en distintas partes del mundo son una forma de
desviar ese gran cuerpo, que hoy se asume como cuerpo financiero?
–La palabra árabe "intifada" puede ser interesante para pensarlo. La intifada no es una revolución en sentido clásico del cuerpo pero tampoco es una simple resistencia, sino que es un punto de interrupción donde lo que se juega es un poder destituyente. Y ese poder destituyente es lo que me parece que ha abierto nuevamente el reducto de la carne. Frente a la unicidad del capital financiero contemporáneo, se abre la multiplicidad de las revueltas a nivel global. En el fondo, los movimientos sociales y las revueltas actuales, dejan entrever las políticas radicalmente excarnadas.
–¿Esta es la
política que llega en el futuro próximo?
–Sí, yo diría que la política que viene es la política de la excarnación. Hoy en día contemplamos las fisuras gigantescas que hay entre los grandes cuerpos financieros y la multiplicidad de la carne de las revueltas, y me parece que es un período muy interesante porque en esas fisuras es posible imaginar otra vez todo de nuevo, imaginar cosas que un cierto discurso de la modernidad asumía como ya preconstituidas. Lo que se ha puesto en juego es la diferencia entre la potencia común de la carne versus la unicidad del poder del cuerpo financiero, que es la última forma de la soberanía. Nuestra época se enfrenta a la fisura excarnativa y la imposibilidad de la máquina encarnativa para volver a reconstituir cuerpos.
–¿Podemos
hablar, entonces, de una crisis en el cuerpo financiero y, por lo tanto, en el
paradigma de la encarnación?
–Es posible que sí. Hay una crisis en el paradigma de la encarnación, y quizás el momento clave que visibiliza esa fisura entre la excarnación y la encarnación haya sido el año pasado cuando Ratzinger –el Papa Benedicto XVI– renunció al Vaticano. La renuncia puede leerse como una hipérbole de la imposibilidad de sutura que hubo en los últimos 40 años entre catolicismo y neoliberalismo. Hoy el neoliberalismo ya no necesita de la legitimación de la religión católica y puede desplegarse fácticamente. Y como se despliega de manera fáctica, se visibiliza la falta de mediación en función de una potencia de la carne que lo interpela permanentemente y le dice: “Tú, cuando dices que hay progreso, en realidad estás ejerciendo la propia catástrofe”.
–Lo mismo
pasa con los Estados...
–Claro, en el sentido de que los Estados ya no son capaces de establecer decisiones. La política estatal comienza a funcionar de manera cada vez más policial porque hubo una transmutación de la soberanía político-estatal a una soberanía económico-gestional. Y en ese sentido, lo que tenemos hoy en día ya no es el optimismo de la época neoliberal que decía “vamos a emprender”, sino que es el pesimismo de este momento en el que estamos todos endeudados. Personas, familias y Estados, todos endeudados y, por lo tanto, capturados. Nunca hay que olvidar que la deuda, en este sentido, es el ejercicio político del capital financiero; el modo en que el capital financiero ejerce sus tecnologías del poder. Y el hecho de que la deuda sea tan decisiva demuestra el modo encarnativo que tiene el capital financiero en nuestra época. El nomos (en griego: ley como forma de justicia que distribuye o retribuye) financiero puede armar cuerpos biopolíticos permanentemente, pero tampoco hay que ser fatalista en el sentido de pensar que ya está predeterminado, que va a capturar a la carne definitivamente y la va a transformar en cuerpo, porque la carne se sustrae permanentemente de él y es una potencia viva.
–Su libro en
sí mismo puede ser leído como una fisura…
–En la radicalidad de la crisis sobre la cual vivimos es muy decisivo volcarnos sobre esa excarnación. La excarnación es esa sustancia impersonal que está en la calle y que la filosofía siempre apartó. Necesitamos dejar de lado el personalismo filosófico y entrar en la sustancia común que nos constituye, en ese terreno que la filosofía, siempre reivindicando su dimensión aristocrática, nunca quiso sino condenar, porque la potencia de la carne está exenta de telos (fin) y eso es lo que la vuelve tan inquietante. La carne viene a encochinar todo aquello que la forma cuerpo querría mantener sagrado, incólume, intacto. Es la excrecencia en su sentido radical. Dicho de manera muy argentina y muy chilena: es la misma mierda del cuerpo. La política de la excarnación es la mierda y hay que pensarla en base a ello.