lunes, 21 de marzo de 2016

Alberto Moreiras, "Poiein kata physin. Sobre Reiner Schürman".



Poiein kata physin. Sobre Reiner Schürman.

Alberto Moreiras


Hacia el final de «Le principe d'anarchie: Heidegger et la question de l'agir» (1982),[1] Reiner Schürmann despliega cuatro “consecuencias para la dirección de la vida”. En lo que sigue quiero comentar, sin pretender ser exhaustivo, algunas consecuencias inmediatas de su propuesta con el fin de establecer condiciones de posibilidad y productividad reflexiva para el pensamiento infrapolítico.

1.- Schürmann alude a una función “heurística” en relación con el hecho de que «Ser y Tiempo» se concentre en las “actividades cotidianas” en vistas de establecer una “ontología fundamental”:

Pero hay otra prioridad de la praxis en Heidegger, que aparece tempranamente en «Ser y Tiempo» y permanece operativa a lo largo de su obra. Para replantear la pregunta por el ser desde el punto de vista del tiempo, se requiere un cierto modo de vida. Para entender la autenticidad de la temporalidad es necesario “existir auténticamente”; para pensar el ser como dejar-ser uno debe “dejar ser todas las cosas”; para seguir el juego sin porqué de la presenciación es necesario “vivir sin porqué”. Aquí la prioridad de la praxis deja de ser heurística (…). Según la tradición metafísica convencional, la acción le sigue al pensamiento. Para Heidegger, sin embargo, una particular forma de acción aparece como condición para entender el ser como tiempo. Aquí la praxis determina el pensar. En los escritos posteriores a «Ser y Tiempo», se sugiere que esta praxis es necesariamente política en su naturaleza.[2]

Esta segunda prioridad –no-heurística– de la praxis es fundamental para la constelación infrapolítica, que la enfatiza y la llama prioridad “existencial” de la praxis. Una praxis de existencia –no una política, ni una ética, y ciertamente tampoco una disciplina ni una institucionalización de la existencia– abre el camino hacia la reflexión infrapolítica en la medida en que el pensamiento infrapolítico no puede estar condicionado por otra cosa que no sea una específica relación con la existencia. Si Heidegger indicó o no la posible relevancia política de esta comprensión existencial de la praxis es probablemente irrelevante para la infrapolítica, aunque no así para la determinación interpretativa que avanza Schürmann. Cuando se le atribuye al Heidegger tardío una deriva política (reluctantemente) “anárquica”, se asume algo que yo necesariamente no compartiría: que los cambios en el pensamiento para poder ser relevantes son necesariamente epocales (aunque, en cierto punto, bajo la hipótesis de la clausura de la metafísica, su postura epocal marcaría, según el propio Schürmann, el fin de la epocalidad misma y de la historia epocal), y que, en tanto epocales, tales cambios en el pensamiento alcanzarían, afectarían y darían forma a la totalidad de la colectividad política como tal. Para Schürmann la “anarquía” no es una apuesta singular de pensamiento, sino el resultado de una economía contemporánea de la presenciación [Anwesung] a la cual el pensador –contemporáneo– tiene que corresponder. En este sentido, la anarquía sería un “nomos” en el fin de la época (metafísica) principial. “El nomos o interpelación-mandato [injunction, Entsprechung] determina siempre y por doquier el oikos, la morada del hombre”.[3] Pero hay una cierta incoherencia en afirmar simultáneamente que el pensamiento presupone un particular exercitium que pertenece a la existencia singular del pensador, y que el pensamiento sólo vive si está en sintonía con una presenciación nómica y temporal inescapable.

2.- Schürmann:

El Ser puede ser entendido como tiempo sólo a través de su diferencia desde la historia. La investigación sobre épocas concretas y sus respectivas regulaciones es lo que constituye para el Heidegger tardío la fenomenología de la experiencia. Pero como esto no se trata de una experiencia individual, el problema de la fenomenología resulta ser político en un sentido amplio. Una economía de la presencia es la forma por la cual, en cada época, la totalidad de lo que deviene fenómeno se organiza en mutuas relaciones. Cada economía es, por lo tanto, un asunto necesariamente público.[4]

La politicidad de las épocas tiene que ver con el hecho de que las épocas fuerzan un orden de lo visible –de las cosas, las palabras, las acciones– hacia un orden de la dominación. Las épocas principiales garantizan la dominación de los principios como dominación hegemónica –en la modernidad el subjetivismo domina hegemónicamente todas las esferas de la existencia: domina políticamente, filosóficamente, artísticamente, etc. Pero la distinción de Schürmann entre historia y tiempo prepara su afirmación del fin de la historia epocal, fin que abre la visibilidad de la presenciación como no-dominación. Hacia el final del ciclo de la epocalidad principial, donde hipotéticamente estamos inscritos en la actualidad (esto es, en la clausura de la metafísica), el pensador puede poner en movimiento o preparar el camino para la anarquía como no-dominación. Pero la politicidad del pensador es entonces o bien profética o tiene el carácter de una vanguardia histórica. En ambos casos aparece como una figura mesiánica, en la medida en que incorpora y habilita una promesa (la correspondencia temprana del pensador, como respuesta al desocultamiento de la presencia, es un compromiso y un anuncio de una dispensa general por venir). La infrapolítica prefiere considerar la poshegemonía como desconstrucción de toda legitimidad política, incluyendo la legitimidad preparatoria, anticipatoria o transicional de una economía post-histórica de la presenciación de alcance universal. La infrapolítica da por vencido este pensamiento preparatorio (profético, vanguardista), puesto que el pensamiento infrapolítico rechaza la distinción entre historia y tiempo.

3.- Schürmann:

La hipótesis de la clausura resulta del desdoblamiento que articula la “voluntad de voluntad”, desdoblamiento que viene a sustituir a la diferencia entre “ser y entes”. La im-posición [Ge-stell] no es como cualquier otro principio. Es la trascendencia abolida. La maquinación y administración total son sólo los aspectos más visibles de esta abolición y desdoblamiento, de esta pérdida de todo principio epocal; una pérdida que, como sugiere Heidegger, está pasando ante nuestros propios ojos. [5]

Para Schürmann, la época técnica sería la “época sin más allá”[6] que terminaría el ciclo epocal o historia de ser. Según Schürmann, hacia el final de las épocas, el “tiempo originario” resurge en una presenciación ya no más entendida como presencia metafísica. Respondiendo a este tiempo originario –la mundaneidad del mundo, la cosidad de la cosa– el pensador hoy puede anunciar: “pensar es seguir al acontecimiento de la presenciación, sin recurrir a representaciones principiales”.[7] Pero la ruina de las épocas no necesita ser pensada como la bienvenida de una dispensación an-epocal, de la cual no sabemos nada y de la que no podemos tener experiencia alguna que no sea la que otros hayan tenido, conocido y experienciado en cualquiera de las tiempos transicionales anteriores. La infrapolítica es una afirmación intraepocal de un “simple habitar” en el aquí y ahora, y no un “paso hacia el azul”[8] abismal del fin de la historia de ser.

4.- Schürmann:

Poiein kata physin… El pensar está esencialmente concernido con el flujo del venir-a-presencia, con las constelaciones que se hacen y deshacen. Pensar es seguir el acontecimiento de apropiación [Ereignis], seguir el phyein.[9]

Schürmann propone dos términos maestros para esta forma de estar concernido: desasimiento [non-attachment, Nichtverhaftetheit] y serenidad (Gelassenheit), ambos tomados de Heidegger en referencia la obra de Meister Eckhart. Ciertamente hay una diferencia entre entregarse al ordenamiento de los principios y “actuar de acuerdo la presenciación”, en correspondencia con la mundaneidad del mundo y la cosidad de la cosa. ¿Pero quién garantiza la correspondencia pública, colectiva, y universal bajo la guisa del principio (transicional) de que no hay principios? Hay aquí un segundo orden hegemónico, en este caso presumiblemente garantizado por los filósofos y los poetas venideros, orden que no es mejor que la pedestre economía principial. La infrapolítica prefiere la suspensión de tal obediencia, y no por sospecha alguna ante el privilegio de la cuaternidad [Geviert], sino desde una básica sospecha de sus intérpretes. El dejar-ser ha de ser infrapolíticamente pensado como serenidad existencial que busca afirmar una adscripción radical a la libre singularidad de la existencia.



* Traducción del inglés al español –del texto de Moreiras y las citas de Schürmann– por Gerardo Muñoz y Gonzalo Díaz Letelier.





[1] Schürmann, Reiner, «Le principe d'anarchie: Heidegger et la question de l'agir», Éditions du Seuil, París, 1982, pp. 286-289.
[2] Schürmann, opus cit., p. 287.
[3] Ibídem, p. 235.
[4] Ibídem, 287.
[5] Ibídem, 288.
[6] Ibídem, 285.
[7] Ibídem, 286.
[8] Ibídem, 284.
[9] Ibídem, 289 [N. de los T.: el phyein es el “brotar” o “acontecer” del ser, natalidad que a través de la “historia del ser”, en su imperar, ha quedado asida en cada constelación epocal al suelo-horizonte de sentido que abre el Ereignis o “acontecimiento apropiador”].

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