El siguiente texto apareció originalmente el 12 de octubre de 2025 en el sitio electrónico Infraphilosophy, bajo el título "The Precariousness of the Critical Worker", he aquí el enlace:
https://infraphilosophy.com/2025/10/12/the-precariousness-of-the-critical-worker/
La precariedad del trabajador crítico
Por Alberto Moreiras
Durante siglos, Occidente ha vivido bajo la ilusión de que la crítica era un derecho humano, que estaba bien ejercerla, que era el fundamento mismo de la vida intelectual. Pero el desmadre actual podría estar acabando con esa ilusión. “Esta universidad no te va a proteger”: ese se ha convertido en un mantra insistente que escuchamos de los administradores que supuestamente saben cómo va la cosa. Si te mandas una, te jodiste. Sólo depende de ti. Ya era bastante malo estar sometido a los rigores de la cultura de la cancelación de la izquierda, que nos convirtió a todos en miembros de una comunidad negativa, entendida como una comunidad de la que no querías ser excluido, incluso si pensabas que la inclusión era absurda. Ahora, las apuestas han subido y el riesgo de condena a la muerte social se ha disparado. La crítica ahora es subversiva y en cualquier momento puede ser condenada como terrorista. No estoy seguro de cómo esos mismos administradores entienden la tarea docente hoy en día, pero tiendo a creer que la enseñanza, la publicidad y la propaganda al servicio del status quo se han convertido en la misma cosa, al menos tendencialmente. Si te sales de esa norma, corres el riesgo de que algún estudiante se queje con algún senador estatal de que estás en desacuerdo con la religión de varios de ellos, y entonces estás perdido.
«La logique totalitaire» de Jean Vioulac incluye una nota a pie de página (pp. 494-495) que merece un comentario. Vioulac cita a un tipo llamado Laurence Parisot, portavoz de algún gremio empresarial, diciendo: “La vida, la salud y el amor son precarios, ¿por qué el trabajo escaparía a esa misma ley?”. En efecto. La evaluación posterior a la titularidad ya era bastante nefasta. Ahora, la mera posibilidad de ser contratado, sobre todo si naciste en otro lugar, es cuestionable. Vioulac define el “terror” en esa nota a pie de página como “el ejercicio del poder de lo universal sobre lo particular, un poder que pretende abolir la particularidad”. Es sólo una definición parcial, sin duda, pero basta para hacernos comprender que cualquier forma de singularidad crítica nos convierte automáticamente en sospechosos en la medida en que nos volvemos inadecuados para lo Universal. Y el sospechoso es eminentemente precario y debe pasar su vida en una condición precaria. Los críticos se han convertido en perdedores y los perdedores están condenados a la depresión: “La depresión es la experiencia subjetiva propia de un individuo que no se juzga a sí mismo en relación con la ley —en términos de una falta—, sino en relación con la norma —en términos de insuficiencia. Si, por una parte, el terror político le otorga al individuo el estatus de sospechoso, lo amenaza con la ejecución y disuelve la interioridad misma del sujeto a través del miedo a la muerte, por otra, el terror económico le otorga al individuo un estatus de precariedad, lo amenaza constantemente con la exclusión y disuelve la interioridad del sujeto a través de la depresión: una forma insidiosa y difusa de terror, un terror de baja intensidad, sin embargo, cuya eficacia depende de las normas diseminadas por todo el cuerpo social”. Pero ¿qué son las normas? No podemos hacerlas explícitas. La precariedad aumenta porque ya no podemos estar seguros de qué podemos o no podemos decir en nuestras salas de clase. La religión no nos ayudará. Y el discurso universitario, visto durante mucho tiempo como una forma de conformidad, como una forma de no pensar a pesar de sus pretensiones, de repente también nos ha fallado. “Esta universidad no te va a proteger”, no lo olvides.
12 de octubre de 2025.-
Traducción del inglés al español por Gonzalo Díaz-Letelier.